sábado, 21 de septiembre de 2013

¿ENFERMO O SANO?

(Mt 9,9-13)


Supongo que esa es la diferencia, estar o considerarse enfermo o sano. Porque una cosa es cierta: estaremos enfermos alguna vez. Cuando no nos pasaremos más tiempo enfermos que sanos. Pero podríamos pensar que estar necesitados de sanación es lo mismo que estar en actitud de búsqueda de salvación.

No responderá aquel que se siente bien, sano y no necesitado. Es más, no estará en actitud de búsqueda aquel que ya, al parecer, está conforme y se resigna a aceptar lo que la vida le ofrece. Se siente sano y satisfecho con lo que posee. Difícilmente escuchará o se moverá para buscar algo más. No busca porque cree que ya tiene lo que necesita.

Sólo el que está necesitado, es decir, los enfermos, buscarán y necesitarán ser curados. Esa es la cuestión y el móvil principal. Jesús te busca porque sabe de tu enfermedad, y te ofrece la curación, curación eterna. ¿Estás tú dispuesto a dejarte curar?

Hoy, el Evangelio, nos cuenta que Mateo fue invitado a esa curación, y escuchó, y acepto ser curado.

viernes, 20 de septiembre de 2013

CUANDO LA VIDA PROCLAMA

(Lc 8,1-3)

No cabe duda que las buenas noticias no se resisten a ser publicadas y proclamadas. Todos hemos experimentado el gozo que nos embarga cuando nos llega una buena noticia, y también el ansia del deseo de compartirla y darla a conocer. Nos sentimos incapaces de guardarla para nosotros solos, y ardemos en deseos de comunicarla a los demás.

Jesús trae la mejor noticia que podamos esperar y recibir. Se trata de ese tesoro que todos, algunos conscientes y otros inconscientes, buscamos desesperadamente: la felicidad eterna. Y fiel a su misión recorre ciudades y pueblos proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios. No va solo, le acompañan los Doce y varias mujeres.

Supongo que nosotros, los que creyentes en Él, tampoco debemos ir solos. Vamos en la Iglesia, juntos y apoyados. Blogueros con el Papa puede ser un ejemplo de esa parte de la Iglesia, y muchos grupos más. La Blogosfera puede ser un camino, un campo a proclamar de esa Buena Noticia. Unos podemos ir por aquí, y otros por otros lugares. Lo importante es caminar y proclamar con tu vida y tu palabra.

Pero, aparte de estas compañías, vamos asistidos y acompañados por el Espíritu Santo. Él guía a toda la Iglesia, y dentro de ella, a cada grupo, movimiento o comunidad. Como Jesús, intentamos seguir sus pasos y proclamar su Mensaje.

jueves, 19 de septiembre de 2013

PERDONAR SIN JUZGAR


(Lc 7,36-50)

Ocurre que antes de perdonar consideramos que debemos juzgar si debemos perdonar. Nos cuesta perdonar sin haber antes juzgados, porque nuestro perdón necesita encontrar la culpa a perdonar. Y dependiendo de la medida de esa culpa, nuestro perdón será posible o no.

Sin embargo, Jesús nos previene contra esa forma de pensar tan humana y pecadora. Nos invita a perdonar de forma incondicional a pesar de que necesitemos perdonar mucho, pues cuanto más se es perdonado más se debe estar agradecido. 

Es nuestro caso, se nos ha perdonado todo, y se nos sigue perdonando a cada instante todas nuestras faltas y debilidades. Sin embargo, ¡cuanto nos cuestas perdonar! Quizás esa toma de conciencia, tal y como nos sugiere hoy la palabra de Dios, nos puede ayudar a empeñarnos en perdonar sin atrevernos a juzgar.

Cuenta que el Espíritu Santo está a tu lado para asistirnos y fortalecernos para tan alta y hermosa misión: "La de amar sin medida".

miércoles, 18 de septiembre de 2013

TOCADOS DE MUERTE

(Lc 7,31-35)

Todos estamos enfermos, enfermos de muerte, porque, sabemos que es cierto, la muerte nos espera. No hay nada más seguro ni evidente que la muerte. Nadie se libra de ella. Solemos oír cuando acompañamos en algún duelo que en ese lugar todos tenemos cita. Bien es verdad que no sabemos el día ni la hora, pero sabemos que estamos citados.

Sin embargo, hay una esperanza de vida, y vida eterna. Pero resulta que muchos no la quieren ver. No sólo la rechazan sino que desoyen sus palabras y las critican negativamente. Si ayunan, les parece cosa de locos; si comen y beben, entienden que son unos comelones y aprovechados. Si rezan, unos piadosos y falsos. Y dependiendo lo que hagan, serán una cosa u otra.

Se trata de no aceptar sino su verdad. Esa que les mantiene sus intereses, sus comodidades, sus privilegios... Cierran sus oídos y endurecen sus corazones. Tratamos, autoengañándonos, de justificar nuestra pereza, nuestros deseos hedonistas y apetencias distorsionando la realidad. Construimos sobre arena y cuando lleguen las tempestades: enfermedades, tragedias y problemas todas nuestras ilusiones y fortaleza se vendrá abajo.

En tiempos de Jesús sucedía eso, pero también ocurre lo mismo en nuestro tiempo. Murmuramos y desollemos la voz de la Iglesia. Por un sacerdote o seglar corrompido, corrompemos a toda la Iglesia. Si uno hace mal lo utilizamos para justificar que todos los demás también lo hacen.

¿Es esa también nuestra actitud? Quizás unos minutos nos ayuden a reflexionar donde me encuentro yo.


martes, 17 de septiembre de 2013

JESÚS SE COMPADECE

(Lc 7,11-17)

También a nosotros, ¿a quién no?, nos ha ocurrido que al contemplar escenas trágicas y extremas nos hemos compadecido. Una viuda sin hijos en el tiempo de Jesús, era alguien que quedaba desamparada y marginada en la sociedad de aquella época. Jesús no se resistió ante la tragedia de aquella mujer y se compadeció.

Curiosamente, por un lado iba un grupo acompañando a la muerte, tristes y derrotados. Por otro lado, iba Jesús con muchos que le seguían, significando la vida y la alegría de vivir. Jesús, al margen de su compasión, quiero pensar que pudo aprovechar ese momento para decirnos demostrarnos que Él es la Vida y la Resurrección. Quien cree en Él no morirá.

Y los hechos confirman sus palabras. Resucita aquel joven, hijo de aquella viuda, quizás no solo por compasión sino para hacernos ver que Él tiene poder sobre la muerte para dar la vida eterna. Posiblemente, muchas de aquellas personas, tanto las del grupo que acompañaba a la viuda, como de los que iban con Jesús creyeron cuando vieron. Hoy nosotros tenemos la Palabra y la posibilidad de poderla escuchar.

Y es la escucha, como nos dice el Papa Francisco, la que nos lleva a la fe. Por la Palabra sabemos que Jesús es Señor de Vida y Muerte. Él es el Camino, la Resurrección y la Vida.


lunes, 16 de septiembre de 2013

CON SOLO QUERERLO, TÚ PUEDES SEÑOR

(Lc 7,1-10)


Cuando estás convencido sabes que todo puede ser. No hace falta estar en el sitio concreto, ni tampoco estar junto al enfermo. Sólo con quererlo se produce el milagro. Eso ocurrió con aquel centurión. Sabía, estaba convencido que Jesús, si quería, podía curar a su siervo, y no solo lo pensó sino que se movió para conseguirlo.

Mandó a comunicárselo a Jesús, porque no se sentía digno de que entrara en su casa. Ya daba por hecho de antemano que con solo quererlo, su siervo sanaría. Eso tiene un nombre y se llama fe y confianza. Cada Eucaristía repetimos esas palabras: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme". Ahora solo falta convencernos de que eso es así, y el Señor tiene poder para, si se lo pedimos, transformar nuestros corazones.

Suele pasar que los de fuera están más predispuestos a creer que los de dentro de casa. Jesús lo manifiesta cuando afirma: «Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande». El estar tan cerca nos puede traicionar. De hecho sucede muchas veces cuando no valoramos ni le damos importancia a las cosas que tenemos en abundancia. Siempre la necesidad nos prepara para la búsqueda y el encuentro.

Así, la enfermedad del siervo bueno, estimado y querido, predispuso al centurión para que buscara solución a su salvación, y eso lo buscó en Jesús, el Único que le podía salvar.

domingo, 15 de septiembre de 2013

BUSCAS A LOS PECADORES



Me alegro mucho Señor que tu debilidad sean los pecadores. Te has hecho Hombre para eso, para buscar a los pecadores hasta el punto de dar la vida por ellos. Los conoces a todos y sabes cuando falta uno en tu casa. Y no te quedas tranquilo, sino que sales a buscarlo hasta que lo encuentras. Y haces una fiesta por el encuentro con el hijo perdido.

Digo que me alegro mucho porque yo soy un pecador. Un pecador que quiere sobre todas las cosas dejarse encontrar por Ti. Por un Padre Bueno que lo salve de los peligros y de la muerte. Por un Padre Eterno que le ofrece vida gozosa y eterna.

Hoy me dejas asombrado Señor. Me maravilla la manera de cómo nos cuidas y proteges, pero más me maravilla la paciencia con la que nos esperas. Me atiendes, me das lo que creo que me correspondes aunque todo es tuyo, y encima esperas ansioso mi regreso. Porque sabes que el mundo no es lo que busco. Sabes que la felicidad eterna está aquí, en tu Casa. Y te alegras de que regrese. Y me recibes como no merezco ni como jamás haya pensado.

Y de nuevo me ofreces tu Casa.