Me alegro mucho Señor que tu debilidad sean los pecadores. Te has hecho Hombre para eso, para buscar a los pecadores hasta el punto de dar la vida por ellos. Los conoces a todos y sabes cuando falta uno en tu casa. Y no te quedas tranquilo, sino que sales a buscarlo hasta que lo encuentras. Y haces una fiesta por el encuentro con el hijo perdido.
Digo que me alegro mucho porque yo soy un pecador. Un pecador que quiere sobre todas las cosas dejarse encontrar por Ti. Por un Padre Bueno que lo salve de los peligros y de la muerte. Por un Padre Eterno que le ofrece vida gozosa y eterna.
Hoy me dejas asombrado Señor. Me maravilla la manera de cómo nos cuidas y proteges, pero más me maravilla la paciencia con la que nos esperas. Me atiendes, me das lo que creo que me correspondes aunque todo es tuyo, y encima esperas ansioso mi regreso. Porque sabes que el mundo no es lo que busco. Sabes que la felicidad eterna está aquí, en tu Casa. Y te alegras de que regrese. Y me recibes como no merezco ni como jamás haya pensado.
Y de nuevo me ofreces tu Casa.
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