La vida no es un camino de rosas. Sí, en el camino hay algunas rosas y también fiesta y buenos momentos, pero no son los más, y también se acaban pronto. El camino frecuenta más los lugares difíciles, duros de atravesar, dolorosos y sufridos. Hay más espinas que rosas, y se hace pesado, triste y angustioso.
Por eso se llora, aunque se cante en algunos momentos. Sin embargo, se camina y no se para. No queda otro remedio. Para atrás no se puede ir, pues aunque hay recuerdos gratos y felices, sabemos de los tristes y sufridos que hemos pasados. Queremos encontrar los felices y alegres, y por eso caminamos.
Esa es la razón por la que Dios entregó a su Hijo al mundo, para que todos los hombres acaben el recorrido de su camino en una fiesta eterna. La fiesta de la salvación. Y esa es nuestra esperanza, caminamos por eso, para acabar con una fiesta eterna, una fiesta de gozo y alegría que nunca tendrá fin.
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