martes, 25 de febrero de 2020

LOS ÚLTIMOS, LOS PRIMEROS

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Mc 9,30-37
Todo es diferente desde la lógica de Dios. Jesús lo pone de manifiesto cuando rebajado de toda ansia de poder, de riqueza, de prestigio se pone junto a los últimos, los pequeños y los débiles. Y, si pensamos un poco nos damos cuenta que en lo más profundo de nuestros corazones existe y duerme ese sentimiento. Sentimos compasión por los más débiles y pobres y experimentamos una sensación de ponernos siempre al lado del más pequeño y débil.

Y es ahí donde se esconde nuestra felicidad, en la acción del servicio. No hay acción más grande que la de servir, y lo comprobamos cuando experimentamos gozo y alegría después de haber servido a quien lo haya necesitado. Sobre todo a los débiles, pequeños y pobres. Por eso, el niño representa lo más débil, lo inocente y desvalido, el que necesita ayuda, servicio y amor. Jesús nos lo ha dicho así en el Evangelio de hoy.

No se es más grande por tener más; por tener riqueza y poder, o por tener un puesto relevante y gran capacidad intelectual o física. Se es grande cuando eres capaz de estar disponible en el servicio a los más débiles, pobres y desvalidos. Cuando eres capaz de responder en ayuda y servicio a los que verdaderamente están necesitados de ello.

Por lo tanto, siempre me pregunto que, aunque todo es bueno e importante, lo verdaderamente importante es cuidar y salvar la salud del alma, porque esa es la que va a perdurar eternamente en la Casa del Padre por la Misericordia de Dios.

lunes, 24 de febrero de 2020

TODO ES POSIBLE AL QUE TIENE FE

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Mc 9,14-29
La fe es vital y todo se puede con fe. Son Palabras dichas por Jesús: Entonces Él preguntó a su padre: « ¿Cuánto tiempo hace que le viene sucediendo esto?». Le dijo: «Desde niño. Y muchas veces le ha arrojado al fuego y al agua para acabar con él; pero, si algo puedes, ayúdanos, compadécete de nosotros». Jesús le dijo: « ¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!».

Es verdad que la duda está siempre presente y que se apodera de nosotros en cada instante, pero, también es verdad que Jesús es el Hijo de Dios, y lo puede todo porque lo ha demostrado con esta curación, con otras muchas que conocemos que ha hecho y, sobre todo, con su Resurrección. Por tanto, yo también creo, Señor, que Tú eres el Hijo de Dios y que tienes Palabra de Vida Eterna.

La fe es un proceso que tiene y exige su tiempo; la fe necesita sus etapas y también su tiempo de crisis, de dudas y de contradicciones. La fe es una experiencia que va tomando conciencia y va madurándose en lo más profundo de nuestro corazón. La fe es confiar y ponerse en Manos de quien lo puede todo, y ese es Jesús, el Señor, el Hijo de Dios Vivo. La fe es un don de Dios y como tal hay que pedírsela.

Yo creo, Señor, a pesar de mis dudas, mis pecados y mis miserias, que Tú eres el Hijo de Dios, el Mesías prometido que has bajado de los cielos para darnos a conocer a tu Padre y nuestro Padre. Tú, Señor, eres el libertador, el que nos salva y nos liberas del pecado y, por tu Pasión y muerte, nos rescata de la esclavitud del pecado para, por la Misericordia del Padre, compartir su Gloria y Vida Eterna.

domingo, 23 de febrero de 2020

SÓLO LA VÍCTIMA PUEDE PERDONAR

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Mt 5, 38-48
Sólo puede perdonar aquel que es ofendido. Eso no quiere significar que hay que ser víctima para tener ocasión de dar el perdón, pero sí que sólo tienes esa oportunidad cuando has sido víctima de alguna ofensa. Y, por eso, Jesús se hace víctima y se pone en lugar de los ofendidos para darnos y ofrecernos el perdón. De modo que, seguir a Jesús significa y exige estar dispuesto a perdonar.

El Padre es nuestro modelo. Si queremos llegar a perdonar a quienes nos ofenden tendremos que mirarnos en el Padre, porque por su Bondad y Amor Infinito somos perdonados y gozamos de la posibilidad de liberarnos de la muerte eterna. Muerte que significa vivir eternamente sin la presencia de Dios. O dicho de otra forma, alejados y fuera de su Gloria y sumidos en la desesperación, agonía, tristeza, sufrimiento y llanto eterno. Y eterno es que no se acaba nunca ni hay posibilidad de salir de ese llanto y crujir de dientes.

Por lo tanto, debemos, por nosotros mismos, tomárnoslo muy en serio y suplicar al Espíritu Santo que nos dé ese don del temor de Dios. Porque, es un don del Espíritu Santo que nos alerta y nos ilumina para darnos cuenta y tomar conciencia de lo que verdaderamente nos estamos jugando. Eso sí, reitero que debemos tenerlo muy presente y tomárnoslo muy en serio, porque la vida es corta y es la única oportunidad que tenemos para, por la Misericordia de Dios, alcanzar la Vida Eterna.

Vivir mirando a nuestro Padre Dios es vivir en el esfuerzo y disponibilidad de imitarle. Y para eso necesitamos estar en constante relación con Él a través de la oración y los sacramentos.

sábado, 22 de febrero de 2020

UNIDAD EN LA DIVERSIDAD

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Mt 16,13-19
Conocemos y sabemos por experiencia que todos somos diferentes y que, pese a ello, todos perseguimos y buscamos lo mismo: "La felicidad Eterna". Y, por experiencia, también sabemos que esa felicidad no se consigue plenamente en este mundo, pero, a pesar de ello, la buscamos y la deseamos. Menos aún conseguir la eternidad.

Y con el tiempo y por nuestra propia experiencia aprendemos que tras el amor gratuito se esconde esa felicidad buscada que, sin llegar a ser plena en este mundo, si nos revela la esperanza de conseguirla plenamente en el otro. Y lo más sorprendente, a pesar de nuestras diferencias, es que todos convergemos en el amor y nos unimos en y por el amor para amar. Entonces, descubrimos que formamos un sólo cuerpo cuya cabeza es Xto. Jesús, y que todos unidos quedamos unidos a Él en el Amor.

Y ese Amor lo preside, en la tierra en su representación y en la Iglesia Pedro, por designio de nuestro Señor, recogido y manifestado en esa triple confesión de amor paralela a su triple negación. Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos». Vuelve a... -Jn 21, 15-19. -

viernes, 21 de febrero de 2020

EN DESEOS DE HACER EL BIEN

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Cuando tratas de ser tu mismo experimentas que te gustaría actuar en verdad y justicia. Nadie quiere ser malo y menos hacer el mal, y se da cuenta cuando actúa de forma injusta o egoísta. Y cuando experimenta amar, su primera intención es buscar el bien de esa persona amada. Sin embargo, sucede que ese amar se confunde a veces, y con mucha frecuencia, con la propia satisfacción o egoísmo y, llevado por nuestras propias apetencias nos dejamos arrastras egoístamente.

Nuestra primera intención es siempre amar, porque, precisamente, para eso hemos sido creados, para amar. Y cuando nos damos cuenta que no amamos y que vivimos encerrados y esclavizados por nuestros egoísmos, experimentamos infelicidad y vacío. Nuestro verdadero camino es el amar y eso nos exigirá sacrificio, mortificación y cruz. ¿Acaso como padre o madre no has experimentados la cruz? Seguir a Jesús es darnos en amor, no sólo a nuestros hijos y familiares, sino a todos, incluso a nuestros enemigos.

Y ese seguimiento conlleva renuncias, sacrificios y muerte a uno mismo. Significa que aparentemente parecerá que pierdes tu vida, pero, realmente, te lo dice Jesús, la estás ganando. Y experimentarás que en la medida que tu seguimiento a Jesús se hace vida en tu propia vida, tu gozo y tu felicidad se hace presente en tu vida llenándola de alegría y plenitud.

jueves, 20 de febrero de 2020

EL PADRENUESTRO

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Mc 8,27-33
Muchas veces hemos oído rezar, o la hemos rezado, la oración del Padrenuestro y en ella pedimos que se haga la Voluntad de Dios, no la nuestra. Pero, ¿realmente pensamos y hacemos eso? ¿O, por el contrario, tratamos que esa Voluntad de Dios coincida con la nuestra? ¿No fue eso lo que Pedro intentó decir a Jesús? ¿Y no lo intentamos y hacemos hoy también nosotros?

Nos es muy difícil aceptar un camino que nos propone en el horizonte sufrimientos, conflictos y cruces. Evidentemente y de forma espontánea y natural nos oponemos a ello y nos resistimos admitir una vida con problemas, sufrimientos y llena de cruces. No entendemos que tras esa propuesta de amor y de pasión sufrida se esconda la felicidad. Sin embargo y sin lugar a duda, Jesús vivió ese estilo de vida que terminó, aquí, en este mundo, con su muerte de cruz.

Me pregunto, ¿es ese nuestro camino? Es decir, un camino que termina en la cruz. Evidentemente, sé que tengo que morir y, ya el hecho de morir, es un momento de sufrimiento, de temores y de cruz. Y no sólo para ti sino también para los que en ese momento están contigo. Tendré que aceptar y admitir que ese camino fue el aceptado voluntariamente, a encargo de su Padre, por Jesús. Y aceptado desde la libertad y la obediencia plena. Y es que ese estilo y forma de de vivir es la máxima expresión del amor.

No hay amor sin muerte a muchas cosas que, apeteciéndonos, nos esclavizan y nos someten y nos hacen sufrir. No hay amor sin sufrimientos y renuncias por amor, valga la redundancia. Amar exige morir a tus pasiones, proyectos y egoísmos. Amar es descubrir que sin merecerlo. Dios te da la Vida Eterna, precisamente, por amor. Y experimentar y descubrir que al reflejar ese amor tú también sientes esa felicidad que buscas te enseña a que sólo en el Amor de Dios encuentra la felicidad deseada y anhelada.

miércoles, 19 de febrero de 2020

INMEDIATEZ Y TIEMPO

La inmediatez es uno de los grandes peligros que hoy nos acechan. Vivimos en un mundo donde el deseo se plasma rápido, o, al menos, esa es la intención que todos buscamos. Queremos las cosas con efecto inmediato y hasta curarnos rápidamente. Da la sensación que se lucha contra el tiempo y todo lo que no sea inmediato pierde su valor y no interesa. Hemos pedido la paciencia y no admitimos la espera y el tiempo que se necesita para madurar.

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Mc 8,22-26
Y, hasta los árboles frutales y de todo tipo relacionados con la alimentación son violentados, exigidos a madurar antes de tiempo. Y también los animales recluidos en granjas para ser utilizados como productores de alimentos. Y todo está medido con y para el tiempo y su valoración está en proporción con el tiempo empleado para llegar a ser comercializado y consumido. Y, por último, también se quiere la inmediatez espiritual.

No hay tiempo para esperar, para la reflexión serena y paciente donde el corazón se vaya suavizando y ablandado a la acción del Espíritu. Hasta la conversión la metemos en esa carrera del consumo, de los efectos inmediatos, de las prisas y de la productividad, hasta el punto de medir en términos de rentabilidad la evangelización. ¡Dios mío, una locura!

Ante toda esta barbarie, Jesús nos enseñas a saber esperar, a medir el tiempo con paciencia y serenidad. A dar pausas y espacio a cada momento de nuestra vida; a dejar tiempo y oportunidades de maniobrar al Espíritu Santo que actúa dentro de nosotros. A aceptar nuestra condición pecadora y a acoger la Gracia de Dios según su Voluntad con obediencia sumisa y humilde postrados a sus pies. A aceptar su Voluntad tal y como Él quiera regalárnosla. Tú, Señor, eres el Señor del tiempo y del espacio, de la V ida y de la muerte