Mt 5, 38-48 |
Sólo puede perdonar aquel que es ofendido. Eso no quiere significar que hay que ser víctima para tener ocasión de dar el perdón, pero sí que sólo tienes esa oportunidad cuando has sido víctima de alguna ofensa. Y, por eso, Jesús se hace víctima y se pone en lugar de los ofendidos para darnos y ofrecernos el perdón. De modo que, seguir a Jesús significa y exige estar dispuesto a perdonar.
El Padre es nuestro modelo. Si queremos llegar a perdonar a quienes nos ofenden tendremos que mirarnos en el Padre, porque por su Bondad y Amor Infinito somos perdonados y gozamos de la posibilidad de liberarnos de la muerte eterna. Muerte que significa vivir eternamente sin la presencia de Dios. O dicho de otra forma, alejados y fuera de su Gloria y sumidos en la desesperación, agonía, tristeza, sufrimiento y llanto eterno. Y eterno es que no se acaba nunca ni hay posibilidad de salir de ese llanto y crujir de dientes.
Por lo tanto, debemos, por nosotros mismos, tomárnoslo muy en serio y suplicar al Espíritu Santo que nos dé ese don del temor de Dios. Porque, es un don del Espíritu Santo que nos alerta y nos ilumina para darnos cuenta y tomar conciencia de lo que verdaderamente nos estamos jugando. Eso sí, reitero que debemos tenerlo muy presente y tomárnoslo muy en serio, porque la vida es corta y es la única oportunidad que tenemos para, por la Misericordia de Dios, alcanzar la Vida Eterna.
Vivir mirando a nuestro Padre Dios es vivir en el esfuerzo y disponibilidad de imitarle. Y para eso necesitamos estar en constante relación con Él a través de la oración y los sacramentos.
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