Cuando tratas de ser tu mismo experimentas que te gustaría actuar en verdad y justicia. Nadie quiere ser malo y menos hacer el mal, y se da cuenta cuando actúa de forma injusta o egoísta. Y cuando experimenta amar, su primera intención es buscar el bien de esa persona amada. Sin embargo, sucede que ese amar se confunde a veces, y con mucha frecuencia, con la propia satisfacción o egoísmo y, llevado por nuestras propias apetencias nos dejamos arrastras egoístamente.
Nuestra primera intención es siempre amar, porque, precisamente, para eso hemos sido creados, para amar. Y cuando nos damos cuenta que no amamos y que vivimos encerrados y esclavizados por nuestros egoísmos, experimentamos infelicidad y vacío. Nuestro verdadero camino es el amar y eso nos exigirá sacrificio, mortificación y cruz. ¿Acaso como padre o madre no has experimentados la cruz? Seguir a Jesús es darnos en amor, no sólo a nuestros hijos y familiares, sino a todos, incluso a nuestros enemigos.
Y ese seguimiento conlleva renuncias, sacrificios y muerte a uno mismo. Significa que aparentemente parecerá que pierdes tu vida, pero, realmente, te lo dice Jesús, la estás ganando. Y experimentarás que en la medida que tu seguimiento a Jesús se hace vida en tu propia vida, tu gozo y tu felicidad se hace presente en tu vida llenándola de alegría y plenitud.
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