sábado, 16 de abril de 2022

DESESPERANZADOS AL VER A JESÚS CRUCIFICADO


Ha entrado la oscuridad. Se ha apagado la luz y andamos en penumbra. La oscuridad nos envuelve y, Jesús, el Señor ha muerto crucificado. ¿A dónde y a quién vamos, Señor? Jesús, el Maestro y Señor ha muerto y yace en el sepulcro. La esperanza se desvanece, se apaga. Todo se oscurece y nuestro pensamiento empieza a invitarnos al regreso, a la rutina de cada día, a lo de siempre, a la vuelta al mundo conocido. Un mundo sin esperanza.

Ese es el contexto donde los dos de Emaús deciden volver y regresar a la rutina de antes. No hay esperanza y, al menos parece, todo ha terminado con la muerte de Jesús. ¿También pensamos nosotros así? ¿Abandonamos y regresamos a ese mundo de sombras y penumbras?

Supongo que los apóstoles y discípulos vivieron unos días en esa tribulación. Días amargos, de sombras y oscuridad, de desesperanzas y desconcierto. De ahí sus méritos, por la Gracia de Dios, de perseverar, confiar y, posiblemente, al lado de María, la Madre, reunidos y confiados. Gracia a esa espera, a esa confianza, hoy, nosotros, vivimos con gozo y alegría la espera y la esperanza – valga la redundancia – de la Resurrección del Señor. Lo sabemos por el testimonio del colegio apostólico – la Iglesia – y lo experimentamos en nuestras propias vivencias y esperanzas. Así, con esta ilusión fundamentada en la esperanza de la Resurrección, esperamos celebrar ese glorioso domingo de Resurrección.

viernes, 15 de abril de 2022

PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS

 
Jn 18,1—19,42
Acompañamos a Jesús camino del Calvario. Sin embargo, a pesar del dolor y sufrimiento por verlo de esa manera, albergamos la esperanza y el gozo de la Resurrección. Más nosotros que, hoy, por los apóstoles y la Iglesia, hemos recibido esa Buena Noticia de que Jesús ha vencido la muerte y Vive.

Y es, desde ese momento en el que Jesús suspira y muere crucificado en la cruz, cuando la Cruz, valga la redundancia, se convierte en el signo de salvación de todos los que creen en Él. ¿Po qué?, podemos preguntarnos. Porque, en ella, Cristo entrega su Vida por amor. No hay prueba más grande que la de entregar la Vida voluntariamente sin pedir nada a cambio. Entregarla gratuita y, simplemente, por amor. Un amor misericordioso. Y es, precisamente, por ese Amor Misericordioso, por el que – por mérito de Xto. Jesús – obtenemos el perdón de nuestros pecados y el Amos Misericordioso de nuestro Padre Dios.

La Cruz es, desde ese momento, signo de salvación. En y por ella, Xto. Jesús gana para nosotros el Perdón y la Misericordia Infinita de nuestros pecados y, por consiguiente, gozar de la eterna felicidad en la Casa del Padre. Bendita Cruz, donde por Amor Misericordioso del Padre, Jesús, el Hijo, entrega su Vida, vence a la muerte y gana para nosotros la Vida Eterna.

jueves, 14 de abril de 2022

AUTORIDAD Y SERVICIO

 
Llega el momento cumbre. Jesús ha pasado toda su Vida haciendo el bien. La Voluntad de su Padre ha sido su prioridad:  Amar misericordiosamente, sobre todo a los más necesitados y carentes de lo necesario e imprescindible para vivir dignamente. Ahora, llega ese momento para el cual ha sido enviado, dar su Vida por y para la salvación de todos los hombres. Liberarlos de la esclavitud del pecado.

Es la hora del gran Banquete Eucarístico.Jesús es el Pan bajado del cielo que se da gratuita y voluntariamente por amor para la remisión de los pecados y salvación de la humanidad. Y el gran gesto de Jesús nos deja sin palabras y nos enseña que función y para que es el poder. Los primeros, los primeros puestos son los para aquellos que están dispuesto a servir y darse en función de las necesidades y bien de los demás. De tal manera que, son los gobernantes y todos aquellos que, ocupando los primeros puestos, deben darse y ofrecerse para el servicio de los más pobres y necesitados.

El poder es servicio y Jesús lo deja muy claro. Jesús, quizás en su última actuación terrenal con sus discípulos dice: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros».

¿Se han leído esta proclama los actuales maestros, intelectuales, padres jefes y gobernantes de nuestro tiempo? El verdadero poder y autoridad es el servicio. Cuánto más alto estás, más debe ser tu actitud de servicio.

miércoles, 13 de abril de 2022

¿QUÉ HAGO CON MI VIDA¿ ¿A DÓNDE ME DIRIJO?

Mt 26, 14-25
¿A dónde nos dirigimos? Creo que esa es la pregunta más importante que nos podemos hacer a lo largo de toda nuestra vida. ¿Estoy realmente construyendo mi vida sobre la Roca que me ofrece y me da, gratuitamente, la Vida que realmente busco? Porque, ¿de qué me vale ganar todo lo que este mundo puede ofrecerme, dinero, poder, fama, éxito, placer y… todo lo que quieras añadir, si construyo sobre arena? Pierdo realmente esa Vida Eterna que me espera? Pero, ¡muy importanre!, la eternidad no la perderás, pero sí te conderás a sufrir - ¡quién sabe cómo – eternamente.

Nada quedará oculto. Puedes vivir escondido en las apariencias, pero, delante de Dios todo quedará descubierto. La Verdad nos desnudará de todas nuestras apariencias y mentiras escondidas. La Verdad emergerá y alumbrara a todos emergiendo todos nuestras, tanto buenas como malas obras. Posiblemente, eso fue lo que le ocurrió a nuestro primeros padres, Adán y Eva, tomaron conciencia de que estaban desnudos cuando desobedecieron a Dios. Es decir, la mentira se desnuda y se descubre. Emerge a la luz y alumbra a todos con la verdad.

La mentira de Judas queda sujeta a la luz y a la verdad. Todo será iluminado, de modo que de nada vale ocultarlo. Esconder la verdad en las apariencias no es sino perder el tiempo autoengañándose. Ahora, la humildad de reconocerlo y de aceptarlo, el ejemplo, Pedro, nos da la oportunidad de limpiarnos, de resarcirnos y de levantarnos. Jesús, el Señor, igual que hizo con Pedro, se olvida de nuestras ofensas. Es lo que nos promete en el Padrenuestro, si perdonamos nosotros, empezando por nosotros mismos, nuestro Padre Dios también nos perdona. El camino, pues, está claro.

martes, 12 de abril de 2022

LA SANTIDAD PASA POR LA MISERICORDIA

Jn 13,21-33.36-38

La santidad pasa por la misericordia. No se puede alcanzar la santidad sin vivir en la misericordia. Ser santo presupone ser misericordioso y, la puerta, por tanto, de la santidad empieza abriendo el corazón a la misericordia. Aquella tarde, Judas endureció su corazón a lo cerró a abrirse a la Misericordia. Vendemos y nos vendemos por treinta monedas. Ayer, hoy y, también mañana, nuestro corazón está tentado por la ambición del poder y tener, y, en ese contexto de ser y querer ser más que el otro, somos capaces de tratarnos como mercancía y vendernos.

Y lo hacemos cada vez que tratamos con desprecio, con murmuraciones y habladurías a los demás. Quizás, muchas veces, sin caer en la cuenta, gastamos nuestro tiempo en entretenernos en hablar y murmurar contra los demás. Ambicionamos más que el otro y que las cosas sean como pensamos nosotros. Queremos imponer nuestra manera de pensar y que las cosas se hagan como nosotros pensamos y deseamos. Judas se decepcionó porque pensó que Jesús tenía que actuar de otra manera. Y, también hoy, yo me decepciono cuando creo que las cosas deben ser de otra manera en mi parroquia, con este cura o con el otro seglar.

Las cosas son como Dios quiere, y eso fue lo que nos enseñó Jesús y nos enseña ahora el Espíritu Santo. Jesús nos mostró el camino, la obediencia al Padre, incluso a pesar del sufrimiento que experimentó – huerto de Getsemaní – y durante su Pasión. ¿Y nosotros? ¿No pensamos que debemos intentar experimentar lo mismo en el recorrido de nuestra vida? Esa es la prueba que debemos superar e intentar. No desesperarnos como Judas -, sino, como Pedro, saber que el Señor es Infinitamente – parábola del Padre misericordioso o hijo pródigo – Misericordioso.

lunes, 11 de abril de 2022

DAR SIN ESPERAR RECIBIR


Hoy, como ayer, hay también muchos ladrones. Ladrones que roban la verdad vistiéndola de mentira; ladrones que se apoderan del trabajo y dinero de otros empobreciéndolos; ladrones del pensamiento que imponen el suyo hasta el punto de disfrazarlo de verdad – ideologías – en apariencias escondidas en falsedades y mentiras. Siempre habrá pobres, porque, también siempre está el pecado y el mal presente. Precisamente, la vida es el recorrido y la prueba de la lucha del bien contra el mal, y, por supuesto, con la asistencia y auxilio del Espíritu Santo, recibido en nuestro bautismo, podemos salir vencedores.

Hay muchas ONG que, al final, viven de eso, de la limosna de los que, compadecidos, dan para auxiliar a los más pobres y carentes de lo imprescindible para vivir dignamente. Pero ¿qué sucede al final?, pues, terminan en empresas que se acomodan y donde muchos se enchufan y viven cómodamente. La pregunta que nos hacemos es: ¿No es eso también robarle a los pobres? La caridad empieza y, así debe ser, por ser gratuita y sin esperar recompensa. ¿Cómo entonces se termina en ser una fábrica de enchufes? Sí, conviene tener un mínimo para poder dedicarse a ella, pero, nunca un lugar para, quizás, enchufar al amigo. Y no se trata de criticar a ninguna ONG, sino, simplemente, poner el problema sobre la mesa. Cada cual sabrá que es lo que hace.

Jesús, nuestra referencia y modelo, se dio totalmente gratis y sin condiciones. Entregó su Vida plenamente y no se guardó nada. Él es el ejemplo, y así, con nuestras limitaciones y problemas, debemos actuar nosotros en lo que respecta y se refiere a la caridad. Pensar en los pobres y dar lo que tienes a los pobres. Dar de tu tiempo; de tu trabajo; de tus habilidades; de tus conocimientos…etc. Dar de esa mochila – tus talentos – que has recibido gratuitamente. Y dar desde tu libertad y tu amor. Siempre gratuitamente y sin esperar recompensa.

domingo, 10 de abril de 2022

DETRÁS DE LA CRUZ SE ESCONDE LA ALEGRÍA DE LA RESURRECCIÓN

 

¿A dónde vamos? ¿Quién nos puede guiar y servirnos de modelo en este camino, que, sabemos con certeza, que termina con la muerte en y de este mundo? Nuestro cuerpo, nuestro querido cuerpo, al que cuidamos con esmero, voluntad, dedicación y paciencia, se corrompe. Tiene un tiempo, y bien lo sabemos, y, llegada su hora, alcanza su final.  ¿Qué ocurre después? ¿Se acaba todo o sigue la vida? Descubrimos que, dentro de nosotros, hay una chispa de eternidad. Queremos seguir viviendo y experimentamos que la vida quiere seguir.

¿Quién ha puesto esa chispa de eternidad dentro de nosotros? ¿Es esa el alma de la que tanto hemos oído hablar? Aquí aparece Jesús, ese hombre impresionante, diferente, que habla con autoridad y coherencia, y que haces milagros y obras extraordinarias. Y, el mundo, los hombres de este mundo llamado a la caducidad, no le escuchan ni le hacen caso. Es más, les molesta su presencia y deciden eliminarlo. El Evangelio de este domingo nos narra y cuenta la Pasión de Jesús. Señor de la Vida y de la muerte. Porque, esa es la novedad, Jesús vence a la muerte y Resucita.

Y eso es lo que nos importa y lo que se esconde detrás de todos estos días en los que celebramos eso, la Pasión, muerte y Resurrección del Señor. Nuestro Señor Jesús. Indudablemente, la vida sigue, y sigue porque Jesús nos lo ha dicho y demostrado. Ha Resucitado después de haber sido crucificado y muerto en la cruz. Después de ser sepultado y permanecer hasta tres días sepultado. ¿Cómo es posible que nadie lo haya visto sino sus amigos? ¿Por qué no se les ha aparecido a los que no le creían? ¿Piensas que, de haberlo hecho, le hubiesen creído? Seguro que no. Además, no tendría sentido hacerlo, porque, ¿para qué entonces la fe? ¿Para qué tantas pruebas, libertad de elegir si después se aparece y desvela todo? ¿Se podría ser libre para optar por un camino u otro? La parábola del rico epulón – Lc 16, 19-31 – lo aclara muy bien.

Luego, esta semana santa siempre será diferente, porque, lo verdaderamente importante es encontrar o reencontrar el verdadero camino. ¿Para qué estoy aquí? Y, ¿a dónde me dirijo, y para y por qué? Y, sobre todo, lo más importante, ¿en quién me apoyo y a quién busco para que mi vida sea Vida Eterna en plenitud? Pue bien, llegamos a la conclusión: Jesús, el Hijo de Dios, ha Resucitado. Él, por tanto, será quien nos pueda enseñar y, por su Amor Misericordioso, resucitar y hacernos eternos.