Jn 18,1—19,42 |
Y es, desde ese momento en el que Jesús suspira y
muere crucificado en la cruz, cuando la Cruz, valga la redundancia, se
convierte en el signo de salvación de todos los que creen en Él. ¿Po qué?,
podemos preguntarnos. Porque, en ella, Cristo entrega su Vida por amor. No hay
prueba más grande que la de entregar la Vida voluntariamente sin pedir nada a
cambio. Entregarla gratuita y, simplemente, por amor. Un amor misericordioso. Y
es, precisamente, por ese Amor Misericordioso, por el que – por mérito de Xto.
Jesús – obtenemos el perdón de nuestros pecados y el Amos Misericordioso de
nuestro Padre Dios.
La Cruz es, desde ese momento, signo de salvación. En y por ella, Xto. Jesús gana para nosotros el Perdón y la Misericordia Infinita de nuestros pecados y, por consiguiente, gozar de la eterna felicidad en la Casa del Padre. Bendita Cruz, donde por Amor Misericordioso del Padre, Jesús, el Hijo, entrega su Vida, vence a la muerte y gana para nosotros la Vida Eterna.
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