viernes, 23 de enero de 2015

TÚ TAMBIÉN ERES ELEGIDO

(Mc 3,13-19)

Jesús eligió a doce, y esos doces accedieron a seguirle, aunque uno, Judas Iscariote, tuvo dudas y se apartó traicionándole. No se presentó voluntario ninguno. Fueron elegidos por el Señor. Él llama al que quiere y le elige para una misión concreta. Quizás tú también ha sido llamado, pero distraído por las cosas del mundo has mirado para otro lado.

Todos tenemos una misión que nos viene dada: "La misión de salvarnos", porque estamos llamado al gozo de una vida dichosa y eterna. No tiene sentido morir, porque entonces la creación nos sería perfecta y menos, maravillosa. Si la vida es hermosa es porque, a pesar de los sufrimientos que sabemos tenemos que compartir por el paso de este mundo, llegará el momento glorioso de la dicha gozosa y eterna. Eso compensa todas nuestras miserias y sufrimientos.

Y esa salvación pasa por el amor. La capacidad de recibir y de dar. Recibir el Amor de Dios y hacerlo centro de nuestra vida. Dios por encima de todo. Y corresponder a ese amor dándonos en servicio, justicia y caridad a los demás. ¿Hay misión más grande? Pero también puedes ser llamado a otras misiones concretas de apostolado como fueron los apóstoles. Se trata de tener paciencia e irlas descubriendo injertado en el Espíritu Santo. Él nos irá señalando el camino y la misión.

Pero esa disposición exige actitud de escucha, deseo de encuentro y perseverar con paciencia. La fe no nos exige entender, sino obedecer confiadamente.

jueves, 22 de enero de 2015

NO PODEMOS ENCERRARNOS EN NOSOTROS MISMOS

(Mc 3,7-12)

Si nos preguntamos cual es nuestra misión como cristianos convergeremos que sólo hay un Mandamiento: "Amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como Jesús nos enseña a amar". No hay más, porque todo lo demás está contenido en él.

Ahora, ¿qué necesitamos para amar tal y como nos enseña e invita Jesús? No hay otra salida ni otro camino que el unirte a los nosotros. Descubrimos que es la familia la primera célula donde recibimos el amor y nos preparamos para darnos también. Experimentamos que nuestro amor se prolonga en los hijos, nietos... y desde esa experiencia descubrimos nuestra vocación a la familia y a la apertura a la vida.

Pero, las familias no viven solas, se constituyen en grupos que forman pueblos, ciudades y naciones y se relacionan. Esas relaciones deben estar impregnadas de amor, y el amor necesita unidad. Si no hay unidad significa que hay separación, y la distancia impide el amor. Y si no nos amamos nos alejamos de lo que quiere Dios. Experimentamos que necesitamos amar, porque la vivencia del amor nos realiza.

Hoy sucede algo parecido. Los santuarios marianos son visitados por mucha gente, y muchos acuden con las intenciones de ser curados. Recordemos que de los diez leprosos que fueron curados por Jesús, solo acudió uno, precisamente un samaritano, a dar las gracias y a reconocer la divinidad del Señor. Los nueve restantes quedaron satisfechos y olvidados de quien los había curado.

¿Nos ocurre a nosotros igual? Son preguntas que nos pueden ayudar a replantearnos el camino de nuestras vidas, porque sabemos que la lepra volverá un día a amenazarnos y no se irá. Sólo con el Señor estaremos a salvo de toda clase de lepras.


miércoles, 21 de enero de 2015

NO LES IMPORTA EL HOMBRE, SINO LA LEY

(Mc 3,1-6)

Las consecuencias de que el mundo esté mal se esconden en el mismo hombre. Un hombre que no mira ni le importa su homónimo, sino que mira y se interesa sólo por sí mismo. Aplica la ley, a la que le da más valor e importancia que al mismo hombre porque la adapta, y con ella somete al hombre, a sus propios intereses.

Están al acecho de que Jesús cure en sábado, porque de hacerlo les estropea el plan de su ley y con la que dominan a sus anchas. Sin embargo, Jesús les desafía y les pone en entredicho decidir en sábado sobre la importancia de hacer el bien o dejar que una vida se destruya. Y se callan.

Igual nos ocurre a nosotros, callamos antes muchas cosas que descubrimos como malas y perjudiciales para el hombre. Nuestro corazón endurecido ya no sufre tanto, mira para otro lado y continua su camino perdido y sin rumbo. Porque cuando se esconde la verdad, la mentira no nos deja vivir en paz.

Jesús no critica la ley sino el espíritu radical y la ausente misericordia que excluye toda compasión y caridad con la que se puede hacer el bien y no dejarla pasar por caprichos de la ley. Pero, sobre todo, esa dureza de corazón que les hace incapaz de reconocerlo y le incita a maquinar venganza para quitarlo del medio. 

No son cosas ni acontecimientos del pasado, sino hechos que están ocurriendo ahora, en nuestro tiempo y en todos los órdenes. Porque se manta inocentes en el vientre de sus madres por caprichos egoístas; porque muchos pasan hambres y necesidades primarias porque otros no quieren compartir sino vivir mejor; porque la soberbia y el egoísmo separan y crean conflictos.

Y Jesús sabe que sólo el amor es capaz de arreglar todo eso. Por eso nos proclama amar y nos enseña a hacerlo amándonos Él primero.

martes, 20 de enero de 2015

LA NECESIDAD DEL HOMBRE SUBORDINA A LA LEY

(Mc 2,23-28)

No está la ley para adorarla ni para cumplirla por encima de las necesidades del hombre. El hombre es el bien supremos de la creación, y todo debe estar sometido a su bien. Así lo ha querido Dios y así también se desprende de la lógica humana. Es de sentido común que la ley está hecha para servir al hombre y no al revés.

Esta forma de pensar de los fariseos deja al descubierto lo equivocado de sus criterios y pensamientos. Y pone de manifiesto sus malas intenciones egoístas. Manejan la ley para sus intereses y la cumplen según les convengan, pero someten a los demás a un riguroso cumplimiento. Pero, ¿no ocurre hoy lo mismo? 

Vemos que los mismos problemas que se le presentaron a Jesús siguen presentándose hoy. Y las respuestas de Jesús son validas también para la sociedad y el hombre de hoy. Todos los problemas planteados tienen respuestas y soluciones concretas a realizar, sólo que hace falta que el hombre se plante que la ley está al servicio de todos los hombres, sobre todo los más necesitados.

No se puede pensar en educación si antes no está el estomago de todos los pueblos lleno. Ni tampoco se puede llenar el estomago si antes no hay salud. Es entonces cuando se puede educar. Y esas deben ser las primeras medidas que deben elaborar los hombres y plasmarlas en leyes que las protejan. Detrás puede venir todas las demás necesidades que complementan a las primeras.

Y todo esto debe realizarce en un clima de libertad, justicia y convivencia fraterna, que nos exige desprendimiento, renuncias y caridad. Es ahí donde radica el problema. Imaginan un mundo  que se proponga vivir en esta verdad. ¿Realmente, pocos serían los problemas? 


lunes, 19 de enero de 2015

AYUNO Y PENITENCIA

(Mc 2,18-22)

Está claro que cuando uno se prepara para algo trata de estar concentrado y preparado para ello. Un futbolista se prepara físicamente para responder a la hora del partido. Ha tratado de dormir bien, de comer lo aconsejado y a su tiempo para estar en perfecto estado a la hora del partido.

Se supone que los discípulos cuando están con el Maestro no tienen que prepararse, porque están con Él. No hay, en ese momento, espacio para el ayuno, porque disfrutan y gozan de su presencia. Está la Esposa con el Esposo y no hay lugar para ayunos o penitencias.

Por el contrario, cuando iniciamos la peregrinación hacia la Casa del Esposo, necesitamos fortalecernos, y es la oración y la penitencia armas poderosas que nos ayudan a superar los obstáculos del camino. Es entonces el ayuno necesario para estar atentos y a la escucha de la llamada del Esposo.

Necesitamos un cambio de rumbo, un cambio de vida y eso demanda fortalecernos y prepararnos. La peregrinación hacia una Vida Nueva exige ayuno y penitencia que fortalecen nuestra oración. 

Pidamos al Señor esa fortaleza que nos ayude a orar y a permanecer en Él ejercitándonos con el ayuno que nos mantiene preparados y fortalecidos a la escucha atenta del Señor.

domingo, 18 de enero de 2015

CUANDO BUSCAS INTENTAS CONOCER Y MIRAR

(Jn 1,35-42)

El hecho de buscar descubre una actitud expectante y dispuesta a adentrarse en el conocimiento de aquello que se busca. Fuera de duda está que los discípulos, primero de Juan el Bautista, estaban ansiosos y en actitud de búsqueda. Esperaban al Mesías. Esa actitud nos mueve a nosotros a preguntarnos: ¿También nosotros esperamos y buscamos al Mesías? ¿O hemos la hemos depuesto?

A la primera insinuación de Juan el Bautista, Andrés y Juan salieron tras Jesús expectantes y decididos. Esperaban ese momento y se estaba produciendo ahora. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?». Ellos le respondieron: «Rabbí —que quiere decir “Maestro”— ¿dónde vives?». Les respondió: «Venid y lo veréis». 

Esa respuesta de "Rabí" descubre la aceptación de Jesús como Maestro, como Alguien superior, con autoridad, como lo que esperaban: Un Mesías salvador. Y Jesús les invita a que le conozca mejor y se pasan parte del día con Él. No se narra cómo fueron esos momentos, pero podemos imaginarnos el gozo, la alegría y el entusiasmo de Juan y Andrés. Y es que cuando se conoce a Jesús no puede ser de otra forma.

Tal era el entusiasmo y la alegría de Andrés que encontrando a su hermano Simón le transmite el hallazgo del Mesías al que esperaban. No dice el posible Mesías, sino hemos encontrado al Mesías. Lo da por hecho. Y lleva a su hermano Simón a la presencia de Jesús. Y es en ese preciso momento cuando Jesús elige a Simón, cambiándole de nombre, Cefas o Pedro (Piedra) para regir su Iglesia.

Dos actitudes que nos pueden ayudar a reflexionar. La actitud de Andrés de presentar a Jesús y la de Simón, Pedro, su hermano de dejarse llevar e ir a averiguarlo por sí mismo. ¿Hablamos nosotros de Jesús en nuestros círculos o ambientes? ¿Nos dejamos llevar en escucha atenta por las Palabras y autoridad con que Jesús nos habla?

sábado, 17 de enero de 2015

SÓLO EL ENFERMO BUSCA MÉDICO

(Mc 2,13-17)

No rehúyes, Señor, compartir con los que se acercan a tu lado o a tu mesa. Llamas incluso a aquellos que están manchados públicamente, como es el caso de Leví, el de Alfeo, recaudador de impuestos y mal mirado por sus contemporáneos. Compartes con él su misma comida y en su misma casa, y también con muchos de sus amigos y gente que te seguía con mala reputación.

No escapas a los legalistas y cumplidores celosos de la ley, escribas y fariseos, que desatan su lengua y te acusan de comer con recaudadores y pecadores que viven fuera de la ley. Ley que ellos adoran y a la que se someten por encima de todo, incluso del hombre. Del hombre que Tú, Señor, has venido a salvar. Ley que ellos no se aplican con la misma media que lo hacen con los demás, a los que consideran inferiores y le aplican la ley de forma rigurosa e implacable.

Somos pecadores que nos sometemos a la ley, e incluso la ponemos por encima del hombre, pero la aplicamos de forma desigual a todos los hombres. Mientras unos son juzgados rigurosamente, otros reciben la mirada de una ley más tolerante. Aplicamos una ley excluyente para unos, e integradora, comprensiva y flexible para otros. Una ley partidista e interesada que no corresponde sólo a aquellos tiempos, sino que se vive actualmente en nuestros tiempos.

Jesús descubre esa falsa hipocresía y proclama la necesidad de perdón que tienen los pecadores. Porque sólo los que descubren sus enfermedades necesitan de médico, y es precisamente para eso para lo que ha venido Jesús.