(Mc 3,13-19) |
Jesús eligió a doce, y esos doces accedieron a seguirle, aunque uno, Judas Iscariote, tuvo dudas y se apartó traicionándole. No se presentó voluntario ninguno. Fueron elegidos por el Señor. Él llama al que quiere y le elige para una misión concreta. Quizás tú también ha sido llamado, pero distraído por las cosas del mundo has mirado para otro lado.
Todos tenemos una misión que nos viene dada: "La misión de salvarnos", porque estamos llamado al gozo de una vida dichosa y eterna. No tiene sentido morir, porque entonces la creación nos sería perfecta y menos, maravillosa. Si la vida es hermosa es porque, a pesar de los sufrimientos que sabemos tenemos que compartir por el paso de este mundo, llegará el momento glorioso de la dicha gozosa y eterna. Eso compensa todas nuestras miserias y sufrimientos.
Y esa salvación pasa por el amor. La capacidad de recibir y de dar. Recibir el Amor de Dios y hacerlo centro de nuestra vida. Dios por encima de todo. Y corresponder a ese amor dándonos en servicio, justicia y caridad a los demás. ¿Hay misión más grande? Pero también puedes ser llamado a otras misiones concretas de apostolado como fueron los apóstoles. Se trata de tener paciencia e irlas descubriendo injertado en el Espíritu Santo. Él nos irá señalando el camino y la misión.
Pero esa disposición exige actitud de escucha, deseo de encuentro y perseverar con paciencia. La fe no nos exige entender, sino obedecer confiadamente.
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