miércoles, 17 de mayo de 2023

EN Y POR LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU

Es evidente que la tarea necesita tiempo. Todo no se puede asimilar enseguida ni repentinamente. Se hace necesario un camino y proceso para, poco a poco, ir asimilando la gran Noticia de Salvación. De ahí podemos deducir la imperiosa necesidad de establecer un diálogo sistemático y diario – oración – con el Espíritu Santo para que las ideas del mensaje de Jesús vayan asentándose en nuestros corazones.

Y así lo propuso Jesús: (Jn 16,12-15): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa…

En sucesivas generaciones el Espíritu Santo va iluminando el camino a la Iglesia en sus respectivos miembros correspondientes a cada época. Así entendemos como la Iglesia va evolucionando no al ritmo del mundo sino al del Espíritu Santo. Y esa es la contradicción entre el mundo y la Iglesia. No obedece – la Iglesia – al mundo sino a Dios, y su camino es según su Voluntad que la va marcando el Espíritu Santo.

De manera que el mundo propone unas cosas que la Iglesia no puede aceptar porque van contra la Voluntad que nos señala e indica el Espíritu Santo. El don de la vida, la libertad, la educación, el respeto, la justicia…etc., son valores en los que el mundo, aún aparentemente fingiendo defenderlos, los quebranta y choca con la Iglesia que los hace suyos y los defiende. Porque, el mandato supremo de nuestro Padre Dios es el Amor, y en el Amor están contenidos todos esos valores.

martes, 16 de mayo de 2023

UN ESPÍRITU QUE NOS LLENA DE ESPERANZA

Si, conviene que Jesús, Resucitado, vaya al Padre. No se entendería de otra forma. Ya se ha consumido el tiempo suficiente para dejarnos esa Buena Noticia que nos da la esperanza y la oportunidad de, creyendo en Él, también nosotros resucitar tras el final de esta vida y volver al Padre.

Sin embargo, nada de quedarnos solos. Es cierto que Jesús, el Jesús encarnado entre nosotros en este mundo limitado por espacio y tiempo se ha ido. Y sentimos una sensación de vacío, de falta de Alguien que llenaba plenamente nuestra vida. Posiblemente nos invada en esos momentos de desconcierto la tristeza y la sensación de sentirnos solos e indefensos.

Pero, viene la promesa del Paráclito, que ya Jesús nos había anunciado para defendernos, fortalecernos y auxiliarnos en esos momentos de flaqueza y desfallecimiento. No olvidemos que el diablo está al acecho. Sabe de nuestras debilidades y tiene mimbres seductores para seducirnos, engañarnos y alejarnos de la amistad íntima con el Señor.

Necesitamos como agua de mayo la oración. Una oración confiada, suplicante y perseverante que nos fortalezca y nos sostenga firmes y unidos al Señor. Una oración – Padrenuestro – donde le pedimos que nos libre del mal, de ese Maligno que está esperando los momentos de dudas o flaquezas para seducirnos y ofrecernos los espejismos placenteros del mundo y la carne.

Tengamos confianza en el Espíritu Santo. Lo hemos recibido en la hora de nuestro bautizo y unidos a Él lograremos vencer todas esas tentaciones y seductoras ofertas de un mundo finito que no nos da lo que realmente buscamos.

lunes, 15 de mayo de 2023

SOSTENIDOS EN EL ESPÍRITU EN LOS MOMENTOS DE ADVERSIDADES Y DESFALLECIMIENTOS

Lo sabemos y debemos de tenerlo siempre presente. Llegarán momentos de dificultades, de desfallecimientos y de deseos de abandonar este camino hacia la Casa del Padre. Llegarán momentos en los que pensaremos que aquí, en este mundo, se está mejor y que no vale la pena soportar calamidades, sufrimientos y amenazas por seguir al Señor. E incluso, pensaremos que no podemos y que esto es superior a nuestras fuerzas.

Nos engañamos, y el diablo actúa para eso. El Señor nos conoce y sabe de nuestras capacidades y fuerzas. No nos pondrá nada que no podamos superar y soportar. Además se nos ha enviado al Paráclito – Espíritu Santo – que nos auxiliará y fortalecerá para que podamos soportar esos momentos de tedio, de dolor, de adversidad y sufrimiento.

¡Sí, es verdad y cierto que tendremos que pasarlo mal en muchos momentos! Amar da dolor algunas veces mientras vamos por este mundo, pero no perdamos de vista ni olvidemos que la meta es llegar a ese Amor Eterno que nos llena plenamente de gozo y felicidad eterna. Y mientras caminamos hacia ella, a pesar del dolor, experimentaremos paz y gozo al sentir la presencia del Señor en nosotros.

Ese es el misterio por el que han pasado todos los que han creído y nos han precedido. Perseverar en la fe vale la pena a pesar de todo los sufrimientos y dolores que podamos padecer. Vale la pena porque lo que se nos dará será algo infinito y mucho más valioso que lo que nosotros podamos dar. Creamos y tengamos fe firme y paciente. La Palabra del Señor es verdadera y siempre se cumple. Tanto es así que el mismo nos ha avisado: (Jn 15, 26—16, 4a): …Os expulsarán de las sinagogas. E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho».

De ahí que es imprescindible y vital permanecer unidos y abierto a la acción del Espíritu Santo. Para eso, y no para otra cosa, lo recibimos en la hora importantísima y necesaria de nuestro bautizo. Desde ese instante crucial de nuestra vida, nuestro bautizo, nos acompañará para fortalecernos, levantarnos, recordarnos y darnos renovadas esperanzas en esos momentos de desfallecimientos y flaquezas para seguir firmes, injertados y adheridos a nuestro Señor. Sostener la mirada fija en Él nos mantendrá siempre en actitud perseverante.

domingo, 14 de mayo de 2023

EL SEÑOR VIVE Y CAMINA CON NOSOTROS. LO DESCUBRIMOS EN EL ESPÍRITU QUE NOS FORTALECE Y RELACIONA CON ÉL.

De la misma manera que Jesús vivió en este mundo unido a su Padre, lo haremos nosotros a través del Espíritu que les unió a ellos. Ese mismo Espíritu ha bajado a nosotros en el instante de nuestro bautizo y, a partir de ahí, nos acompaña por el recorrido de toda nuestra vida.

Porque el amor necesita renovarse cada día. No se nace aprendido de amor. Es una lección que hay que estudiar cada día y que ir aprendiendo en la medida que nos ejercitamos y empeñamos en aprender a amar. Y ese es el motivo principal por el que tenemos que caminar adheridos a Cristo y en íntima unión con Él. Una unidad que nos irá fortaleciendo y enseñando, Él es nuestro modelo y referencia, a amar.

Pero, además tenemos el auxilio y la asistencia del Espíritu Santo. Ese mismo Espíritu que unió al Padre y al Hijo; ese mismo Espíritu que bajó sobre Jesús en su bautizo en el Jordán y ese mismo Espíritu que le acompañó al desierto.

También a nosotros nos acompañará todo nuestro camino hasta el final de nuestra vida terrena. Y nos acompaña de una manera pasiva, sino en plena actividad para fortalecernos y asistirnos en nuestra lucha contra nosotros mismos, contra nuestras debilidades para cumplir con la Voluntad de nuestro Padre – los diez mandamientos – y con las seducciones recibidas del mundo que trata de someternos y alejarnos del Señor.

Es verdad que en muchos momentos de nuestra vida experimentamos la ausencia del Señor. Echamos en falta su presencia, no le vemos y quizás en algunos momentos tampoco somos sensibles a su presencia espiritual en nosotros. Es ahí donde el Espíritu Santo nos ayuda, nos alienta, nos fortalece en la perseverancia y nos sostiene en la esperanza de saber, aunque no le vemos, que está entre nosotros. Y que nos espera para presentarnos a su Padre, que nos ama inmensamente, y manifestarse a todos nosotros. Ese es nuestro gozo y nuestra esperanza. Y eso es lo que nos sostiene firmes, nos fortalece y nos da aliento para seguir adelante y perseverar.

sábado, 13 de mayo de 2023

UN MUNDO HOSTIL A NUESTRA MANERA DE VER, PENSAR Y ACTUAR.

Por experiencia sabemos que en el mundo que vivimos hay muchas cosas que no nos gustan o, dicho de otra manera, con las que no estamos de acuerdo. Experimentamos acciones que no deseamos y que nos vemos obligados y forzados a aceptar, e incluso a realizar. Sin embargo, nuestra conciencia y en lo más profundo de nuestro corazón descubrimos que no estamos de acuerdo con esa forma de ver y actuar.

¿Qué nos ocurre? ¿Qué hay dentro de nosotros que nos empuja a hacer las cosas de otra forma a la que el mundo nos las propone? ¿Por qué, cuando aparentemente estamos en este mundo, pensamos y sentimos de otra forma? Son preguntas que están dentro de nosotros y que en muchas circunstancias y en muchos pasan desapercibidas o indiferentes. Son aceptadas y asumidas sin más cómo si se tratara de algo que sucede así y no hay nada que hacer. Esa frase tantas veces oídas: “¡Qué vamos a hacer!, resume muy bien lo que queremos significar y expresar.

Sin embargo, vino Alguien a descubrirnos y a anunciarnos que no somos de este mundo. Que eso que sentimos dentro de nosotros no es algo accidental ni casual. Es la Voz del Amor del Padre que nos llama, que nos despierta y que nos señala que nuestro mundo está en otra parte, junto a Él y para la eternidad.

Leer detenidamente el Evangelios de hoy sábado nos puede poner en camino de entender qué mundo es el que debemos buscar. Pero, no leerlos como se lee una noticia, sino leerlo de la mano del Espíritu Santo y abiertos a creer y entender que nuestra meta no está en este mundo sino en aquel para el que hemos sido creados y llamados. Y, ¡si es cierto!, el camino no es fácil. Como le ocurrió al Maestro, nuestro Señor, también nos ocurrirá a nosotros. Caminamos por un mundo hostil, llenos de insultos, rechazos, peligros y amenazas de muerte. No hay que argumentarlo, está a la vista y cada día muchos sufren, son perseguidos y dan su vida por y en el nombre de nuestro Señor Jesús. Pero la experiencia es gozosa, plena de felicidad y de esperanza de Vida Eterna. Ese es el misterio que muchos no entienden y empeñados en acabar con Él pierden el tiempo. Sus intentos son vanos eternamente también.

viernes, 12 de mayo de 2023

PERMANECER EN JESÚS ES CONVERTIR TODOS NUESTROS ACTOS EN SERVICIOS DE AMOR.

Está claro que en la medida que vivamos permaneciendo en el Señor estamos dando y sirviendo en el amor. Porque, permanecer en Jesús equivale a dar esos mismos frutos que vienen y proceden de su Amor Misericordioso.

Es evidente que la clave de nuestro amor y servicio está en Jesús. En Él encontramos la fortaleza, la profundidad, el deseo, la humildad, la comprensión, la paciencia y la mansedumbre para poder amar a pesar de los rechazos, las incomprensiones y las ofensas incluso de aquellos que impiden que se les ame, nuestros enemigos.

Jesús conoce tus capacidades y también tus debilidades. Sabe de lo que eres capaz y sabe que le necesitas. Por eso, con esa fuerza de su Amor Misericordioso te invita a permanecer en Él. Sabe que sin Él nada puedes, y menos amar. Porque, la característica del amor no está en amar a los que te aman. Eso lo hacen también los que no están en el Señor e incluso le rechazan.

La característica fundamental del amor está en amar a los enemigos. Esa es la diferencia. Los que no permanecen en el Señor no podrán amar a los que les ofenden y persiguen. Jesús muere perdonando, por tanto amando, a los que le crucifican. Y ahí está nuestro modelo de amor, amar hasta el extremo de entregar la vida si es preciso. Y eso solo se puede llegar a hacer cuando somos capaces de permanecer en el Señor.

Permanecer en el Señor es convertirnos en sarmientos de su propio Amor. Y eso lo notamos cuando experimentamos que estamos dispuesto a compartir el amor que recibimos del Señor con los demás. Porque, si no amamos al que está a nuestro lado y al de más allá, como puedo amar al Señor. Se interrumpe ese hilo de amor que nos relaciona y conecta con el Señor cuando cortamos nuestra relación de amor con los demás. Si Cristo murió en la Cruz amando a todos – incluidos los que que le crucificaron – también nosotros tenemos, si queremos amar al Señor, hacer lo mismo. Pensar de otra manera y querer omitir el amor al que nos amarga la vida, es equivocarnos. Otra cosa es que nos cuidemos de ser imbuidos por el ambiente y por las malas intenciones que tratan de apartarnos del camino y de la permanencia en el Señor. En y con Él siempre fortalecidos para enfrentarnos al mundo.

jueves, 11 de mayo de 2023

PERMANECER EN EL AMOR DEL SEÑOR

Todo está dicho, “permanecer en el Señor”. Y es que cuando se permanece en el Señor se esta cumpliendo los mandamientos, pues, sin amor no puedes permanecer en el Señor. Y cuando amas cumples, pues todos los mandamientos están contenidos en ese Amor Misericordioso con el que nos ama el Señor.

Es evidente que cuando la relación está fundamentada en el conocimiento de sabernos salvados eternamente la vida debe llenarse instintivamente de alegría y de paz. Quienes se saben salvados manifiestan paz y alegría. ¿O acaso no es un gozo saberse hijo de Dios y llamado a vivir eternamente?

Por tanto, cuando la relación con el Señor está fundada en normas y cumplimientos todo puede derrumbarse como si anduviéramos por arenas movedizas. La norma se endiosa y los cumplimientos se cuentan y se limitan hasta la razón y se excluye la misericordia. Se pierde la humildad, la paciencia, la comprensión y se adora al cumplimiento. Y como si de un ídolo de barro se tratara a la menor dificultad o malos tiempos todo se derrumba irremediablemente.

Nuestra verdadera relación con Jesús nos lleva a vivir en los mandamientos, porque el amor los contiene todos. Experimentas, por la acción del Espíritu Santo que te acompaña y asiste, que amar a Jesús te implica y te dirige a amar al prójimo. Y cuando amas al prójimo, le respetas, no le engañas ni le robas, ni le envidias, cuidas y honras a tus padres, respetas la vida, el compromiso matrimonial, la familia…etc.

Sabes y lo vives con verdadera intención amar al prójimo – y el prójimo son todos – para que de esa manera tu amor con Jesús llegue a Él. Porque si no es así nos engañamos a nosotros mismos. Jesús nos lo dice claramente y se pone de ejemplo dándonos testimonio al permanecer en el amor del Padre. De la misma manera nosotros tenemos que exigirnos permanecer en el amor de Jesús.

Y permanecer significa eso, ponerlo en el centro de nuestra vida hasta el punto de que permanezcamos en Él como Él en el Padre. De tal manera que vivamos injertados en el Señor, como decía Pablo, que ya no seamos nosotros sino Cristo que vive en cada uno de nosotros.