Es evidente que la
tarea necesita tiempo. Todo no se puede asimilar enseguida ni repentinamente. Se
hace necesario un camino y proceso para, poco a poco, ir asimilando la gran
Noticia de Salvación. De ahí podemos deducir la imperiosa necesidad de establecer
un diálogo sistemático y diario – oración – con el Espíritu Santo para que las
ideas del mensaje de Jesús vayan asentándose en nuestros corazones.
Y así lo propuso
Jesús: (Jn 16,12-15): En aquel
tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Mucho tengo todavía que deciros,
pero ahora no podéis con ello. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os
guiará hasta la verdad completa…
En sucesivas generaciones
el Espíritu Santo va iluminando el camino a la Iglesia en sus respectivos
miembros correspondientes a cada época. Así entendemos como la Iglesia va
evolucionando no al ritmo del mundo sino al del Espíritu Santo. Y esa es la
contradicción entre el mundo y la Iglesia. No obedece – la Iglesia – al mundo
sino a Dios, y su camino es según su Voluntad que la va marcando el Espíritu
Santo.
De manera que el mundo propone unas cosas que la Iglesia no puede aceptar porque van contra la Voluntad que nos señala e indica el Espíritu Santo. El don de la vida, la libertad, la educación, el respeto, la justicia…etc., son valores en los que el mundo, aún aparentemente fingiendo defenderlos, los quebranta y choca con la Iglesia que los hace suyos y los defiende. Porque, el mandato supremo de nuestro Padre Dios es el Amor, y en el Amor están contenidos todos esos valores.
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