lunes, 20 de junio de 2016

NUESTRA LENGUA, UN GRAN PELIGRO

(Mt 7,1-5)

Pensamos que sólo podemos matar con un arma y con una acción física contra alguien. Pero suele ser más frecuente matar con la lengua. Y mucho más fácil y sin apenas notarse. Juzgamos con mucha facilidad y ponemos a los juzgados en la calle o condenados según nuestros juicios.

Medimos los pecados de otros sin pensar que, quizás, los nuestros son mayores. Vemos la paja en el ojo ajeno, por no advertimos la viga en el nuestro. ¡Dios mío, qué ciegos estamos! «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: ‘Deja que te saque la brizna del ojo’, teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano».

Cuando somos capaces de mirarnos con los ojos de la humildad y la verdad, percibimos la miseria que llevamos encima. Descubrimos que nuestra vida está llena de errores, de debilidades y pecados. ¿Cómo atrevernos a juzgar a los demás? Pedimos hoy luz y sabiduría para, humildemente, ser capaces de limpiar primero nuestra casa para, después, simplemente, servir y ayudar, sin atrevernos a juzgar, a limpiar la de los demás.

Porque sólo cuando estamos limpios, por la Gracia de Dios y guiados por el Espíritu Santo, podremos ser luz para aquellos otros que necesitan también limpiarse. Porque la luz se contagia y alumbra a los que están a tu lado. Pero, recuerda, tú y también yo, quizás yo más, necesitamos estar limpios para en el Espíritu de Dios alumbrar a otros a quitarse la paja de su ojo.

domingo, 19 de junio de 2016

¿Y QUIÉN ES PARA TI JESÚS?

(Lc 9,18-24)

La pregunta es directa. Se trata de que des una respuesta. No se te exige, sino se te invita a darla en verdad y responsabilidad. No consiste en decir que crees, ni tampoco que estás bautizado y eres católico. ¡No!, Jesús no busca en eso en nosotros. Nos pregunta por el compromiso de nuestra fe adquirido en nuestro Bautismos y si lo llevamos a nuestra vida con responsabilidad y compromiso.

Porque, decir que creo en Jesús significa que quiero seguirle y vivir tal y como Él me ha dejado su testimonio de vida. Y su herencia de vida en su paso por la tierra fue este: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día». Ese es el panorama que se nos presenta y el que hemos de seguir. ¿Estamos dispuestos?

Porque creer no es decirlo o confesarlo, ni tampoco estar bautizado. Creer es ir dando tu vida cada día en la vivencia diaria de amor a los demás, buenos y malos; amigos y enemigos; ricos y pobres. Pero, con una condición: especial atención a los excluidos y marginados; a los necesitados y pobres. Así que solamente descubrirá tu fe el amor que tu, no digas, sino des a los demás. No hay alternativa ni engaño. Sólo aquel que ama dará testimonio y veracidad a su confesión de fe.

El mensaje es claro y limpio. No hay truco ni engaño, sino amor: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará».

Y yo, Señor, y también espero y creo que tú, queremos salvar nuestras vidas. Porque sólo Tú tienes Palabra de Vida Eterna. Y como Pedro, ¿a quién iremos, Señor? Sólo en Ti encontraremos la verdadera paz y felicidad eterna que buscamos.

sábado, 18 de junio de 2016

EL TESORO ESTÁ DENTRO DE MÍ

(Mt 6,24-34)

La costumbre, quizás ciega, es buscar afuera lo que está dentro. No percibimos el Tesoro que anida en nuestro corazón y buscamos afuera tesoros caducos que no se sostienen por sí mismos. No nos damos cuenta que somos templos de Dios y que Él, el Tesoro escondido, mora en nuestro corazón.

Sin embargo, gastamos nuestro hermoso tiempo buscando donde no podemos hallar, y persistimos con tenacidad a pesar de la experiencia que nos descubre el vacío y la miseria de los tesoros del mundo. No podemos buscar dos tesoros, porque sólo uno será el verdadero Tesoro. De la misma forma, no podemos servir a dos señores porque cumpliremos y serviremos a uno y dejaremos al otro.

La vida es nuestro gran valor y nos ha sido dada para vivirla en plenitud eterna. Ese es nuestro verdadero Tesoro, vivir la Vida Eterna en la presencia del Padre. Por lo tanto, todo lo demás no es que sobre, porque lo necesitamos, pero nuestro Padre Dios que nos ve y nos conoce sabe de nuestras necesidades y de lo que necesitamos para recorrer el camino de nuestra vida. Somos sus hijos, lo más valioso que Él ha creado y no dejará de darnos y proveernos de lo que necesitamos.

Pero, tampoco entendemos que viviremos de balde, porque hemos recibido unos talentos que tendremos que poner a trabajar para que, lo que Dios ha puesto para el bien de todos sus hijos llegue a todos. Pidamos corresponder a esos talentos que Dios nos ha concedido para que todos sus hijos, hombres y mujeres del planeta, tengan lo necesario y suficiente para vivir en justicia verdad y paz. 

Por eso, la justicia en los bienes de este mundo, que Dios ha creado para bien y abundancia de todas las necesidades de los hombres, sus hijos, deben estar bien distribuidas equitativamente para el disfrute y satisfacción de todos. Sobre todo, de los más carentes y necesitados. En tus Manos, Señor, nos abandonamos y ponemos toda nuestra confianza.

viernes, 17 de junio de 2016

LA CABEZA LLENA DE BASURA

(Mt 6,19-23)

Cuando una persona se da cuenta que lo que tiene no sirve para siempre, y que pasa con el tiempo. Se da cuenta que su valor no tiene gran importancia. Es verdad que lo necesitamos para el recorrido de esta vida, pero al final sabes que no te lo vas a llevar y que se destruirá o pasará a manos de otro que todavía se queda por algún tiempo más.

Cuando vemos claro nos damos cuenta del verdadero valor de las cosas, y experimentamos que sólo nos sirven para administrarlas en este espacio de mundo que nos ha tocado vivir. Y sentimos que, de usarlas bien, nos alegramos y experimentamos gozo y felicidad. Más que si de ellas hacemos un uso egoísta y malo. Llegamos a la conclusión que compartirlas da mucha más felicidad que almacenarlas y guardarlas.

Todo lo vivido y conseguido aquí en la tierra respecto a bienes materiales, riquezas y salud está muy bien, pero no es la mejor solución, porque nuestro destino está en otra parte, que nunca pasa y que nos dará el gozo y la plenitud de felicidad eterna. Necesitamos alimentar nuestra verdadero deseo de plenitud, tal es la felicidad eterna. Ese es el verdadero Ideal que debemos perseguir.

Y buscar el verdadero camino no está en la riqueza ni la fama, ni la salud, ni bienes u otras cosas. El verdadero camino está en el amor y el perdón. Está en vivir amando y perdonando, es decir, llenando nuestro corazón y nuestras manos de buenas razones que den esperanza y gozo a las personas que salen al encuentro de nuestras vidas. Ese es el único y verdadero Tesoro al que debemos aficionarnos y aspirar, porque es el Tesoro que llevamos dentro y que nos satisface plenamente.

Pidamos esa Gracia, para que  nuestro corazón sepa cribar lo bueno de lo malo; lo eterno de lo efímero; el bien del mal. Y para que nuestras vidas atesoren tesoros, valga la redundancia, para el cielo, no para este tiempo caduco y pasajero.

jueves, 16 de junio de 2016

SOBRAN LAS PALABRAS, LO VERDADERAMENTE IMPORTANTE ES EL PERDÓN

(Mt 6,7-15)

Cuando nos encontramos en una encrucijada sin salida,o perdonas y te abajas humildemente, o rompes la baraja. Si te paras unos segundos, adviertes que el primer beneficiado al dar el perdón eres tú. Simplemente, porque en la medida de tu perdón recibirás tú también perdón. De modo que si no perdonas, tampoco tú serás perdonado. ¿Lo entendemos? 

Está muy claro. Así que elige, perdonas y eres perdonado; o no perdonas y no eres perdonado. No hay otro camino. La puerta estrecha empieza por el perdón. Por eso sobran las palabras y la retorica. De nada sirve embadurnar la oración y adornarla de palabras muy bonitas si no estás dispuesto a perdonar. Diríamos que aquellos que no estén, al menos intencionados, de esforzarnos en perdonar, que no perdamos el tiempo en tanta oración, porque de nada nos vale.

Otra cosa es pedir con insistencia al Señor que nos transforme nuestro duro corazón y en un corazón suave, de carne, humilde y dispuesto a perdonar. Alguna vez he compartido la idea de tomar conciencia que cuando perdonamos, en la misma medida mis errores y pecados son también perdonados. Esa idea nos puede ayudar mucho, porque nos motiva y predispone a tratar de perdonar y superar, en el Señor, nuestra soberbia y orgullo pensando que en ese momento también nosotros somos perdonados de todos nuestros pecados.

Meditar esta hermosa y profunda oración del Padre nuestro nos puede ayudar mucho a darnos cuenta de la necesidad que tenemos de perdón. Santificar el Nombre de nuestro Padre Dios y abrirnos a su Reino haciendo su Voluntad y no la nuestra significa que tratemos de perdonar en todo momento, porque esa es precisamente la Voluntad de Dios.

Y es que Él nos perdona así. Por lo tanto, no nos pide nada que Él, como referencia y ejemplo, no haya hecho primero. Pidamos, pues, al Espíritu Santo que nos fortalezca y nos dé la sabiduría y voluntad de perdonar, sobre todo a nuestros enemigos, para así también ser nosotros perdonados.

miércoles, 15 de junio de 2016

TUS OBRAS SON PARA DIOS, NO PARA EL PUBLICO

(Mt 6,1-6.16-18)

Mi publico es Dios, y mi vida está activada para dar gloria a Dios, no a los hombres. Por lo tanto, desde esa intención tiene sentido y es lógico lo que dice Jesús: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará».

Se trata de la intención. Si buscas tu lucimiento, tu reconocimiento, tu propia alabanza, ya estás pagado. Pero, si por el contrario buscas la Gloria de Dios, porque de Él procede todo, tendrás tu recompensa en el Cielo. No es que tus obras sean vistas, sino que el motivo que las animas e impulsan no sea el que te vean, sino que sirvan y hagan bien al hombre porque son reflejos de tu amor a Dios. Esa es la buena intención: "Revisteme de tu Bondad, Señor, y haz que todos mis actos de cada día te reflejen".

Pero se necesita actuar. Muchas comunidades o grupos están muertos porque no se da el paso adelante. No hay compromiso y todo se reduce a actos de piedad. No hay vida exterior y, la interior, queda desligada y desmembrada de la raíz del amor, porque el amor tiene su fuente en la vida interior y exterior. Es decir, se alimenta de la piedad y de las obras; de la fe y del testimonio.

Y lo que se ve está desconectado de la presencia de Dios. Se persigue mi presencia, mi importancia y mi lucimiento. Se nota cuando tu vida, tus obras y tu verdad son movidas por la acción del Espíritu Santo, y cuando no lo son. Pidamos esa Gracia, que todo lo que hagamos sea para Gloria de Dios.

martes, 14 de junio de 2016

EL AMOR NO TIENE LÍMITES

(Mt 5,43-48)


No se puede decir hasta aquí amo. O a este le amo y a este otro no. El amor cuando deja de amar, deja también de ser amor. El amor abarca a todos, a los buenos y a los malos. No tiene límites y va más allá de nuestros deseos y egoísmos. Es el amor lo que nos sostiene, porque nuestros méritos no son merecedores de ser amados.

El Amor de Dios, que nos ama incondicionalmente, nos hace dignos, por los méritos de su Hijo, que entregó voluntariamente su Cuerpo y Sangre en una muerte de Cruz, para nuestra redención y nuestro perdón por la Infinita Misericordia de nuestro Padre Dios. Y si Dios nos ama así, de forma incondicional, así también tendremos que amar nosotros. Ese es el objetivo de nuestra perfección, amar como nos ama el Padre. 

Ustedes ser perfectos como mi Padre celestial es perfecto (Mt 5, 46-48). Ahí está muy clara y también muy perfectamente señalada nuestra meta. Toda nuestra vida tiene que ser un esfuerzo constante es amar incluso a los que nos cuesta amar. Y eso nos descubre también la necesidad que tenemos de la ayuda y asistencia del Espíritu Santo. Solos no podremos amar ni al más simple y pequeño enemigo. O a la persona que menos antipática nos caiga. Necesitamos el concurso y auxilio del Espíritu para superar nuestras limitaciones humanas y nuestra pobreza moral.

No hay otro camino, y, además, lo sabemos porque lo comprendemos. En lo más profundo de nuestro corazón está la huella de Dios, y experimentamos que necesitamos amar hasta a los más descarriados y enfermos; hasta a los más pobres y marginados o excluidos. Y hasta a los más enemigos. Y también descubrimos que ese impulso de amor está por encima de nosotros y sin Él nada podemos hacer.

Por tanto no nos queda otra opción que la de esforzarnos en ser perfecto como nuestro Padre celestial es perfecto. Y nos atrevemos a intentarlo contando y suplicando su ayuda y su Gracia.