viernes, 17 de junio de 2016

LA CABEZA LLENA DE BASURA

(Mt 6,19-23)

Cuando una persona se da cuenta que lo que tiene no sirve para siempre, y que pasa con el tiempo. Se da cuenta que su valor no tiene gran importancia. Es verdad que lo necesitamos para el recorrido de esta vida, pero al final sabes que no te lo vas a llevar y que se destruirá o pasará a manos de otro que todavía se queda por algún tiempo más.

Cuando vemos claro nos damos cuenta del verdadero valor de las cosas, y experimentamos que sólo nos sirven para administrarlas en este espacio de mundo que nos ha tocado vivir. Y sentimos que, de usarlas bien, nos alegramos y experimentamos gozo y felicidad. Más que si de ellas hacemos un uso egoísta y malo. Llegamos a la conclusión que compartirlas da mucha más felicidad que almacenarlas y guardarlas.

Todo lo vivido y conseguido aquí en la tierra respecto a bienes materiales, riquezas y salud está muy bien, pero no es la mejor solución, porque nuestro destino está en otra parte, que nunca pasa y que nos dará el gozo y la plenitud de felicidad eterna. Necesitamos alimentar nuestra verdadero deseo de plenitud, tal es la felicidad eterna. Ese es el verdadero Ideal que debemos perseguir.

Y buscar el verdadero camino no está en la riqueza ni la fama, ni la salud, ni bienes u otras cosas. El verdadero camino está en el amor y el perdón. Está en vivir amando y perdonando, es decir, llenando nuestro corazón y nuestras manos de buenas razones que den esperanza y gozo a las personas que salen al encuentro de nuestras vidas. Ese es el único y verdadero Tesoro al que debemos aficionarnos y aspirar, porque es el Tesoro que llevamos dentro y que nos satisface plenamente.

Pidamos esa Gracia, para que  nuestro corazón sepa cribar lo bueno de lo malo; lo eterno de lo efímero; el bien del mal. Y para que nuestras vidas atesoren tesoros, valga la redundancia, para el cielo, no para este tiempo caduco y pasajero.

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