(Mt 7,1-5) |
Pensamos que sólo podemos matar con un arma y con una acción física contra alguien. Pero suele ser más frecuente matar con la lengua. Y mucho más fácil y sin apenas notarse. Juzgamos con mucha facilidad y ponemos a los juzgados en la calle o condenados según nuestros juicios.
Medimos los pecados de otros sin pensar que, quizás, los nuestros son mayores. Vemos la paja en el ojo ajeno, por no advertimos la viga en el nuestro. ¡Dios mío, qué ciegos estamos! «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: ‘Deja que te saque la brizna del ojo’, teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano».
Cuando somos capaces de mirarnos con los ojos de la humildad y la verdad, percibimos la miseria que llevamos encima. Descubrimos que nuestra vida está llena de errores, de debilidades y pecados. ¿Cómo atrevernos a juzgar a los demás? Pedimos hoy luz y sabiduría para, humildemente, ser capaces de limpiar primero nuestra casa para, después, simplemente, servir y ayudar, sin atrevernos a juzgar, a limpiar la de los demás.
Porque sólo cuando estamos limpios, por la Gracia de Dios y guiados por el Espíritu Santo, podremos ser luz para aquellos otros que necesitan también limpiarse. Porque la luz se contagia y alumbra a los que están a tu lado. Pero, recuerda, tú y también yo, quizás yo más, necesitamos estar limpios para en el Espíritu de Dios alumbrar a otros a quitarse la paja de su ojo.
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