martes, 21 de junio de 2016

NECESIDAD DE ABRIRNOS AL ESPÍRITU DE DIOS

(Mt 7,6.12-14)

El sol sale para todos y la lluvia cae para buenos y malos. Todos recibimos los bienes materiales que necesitamos para subsistir, pero no de igual manera los espirituales. Porque para recibir los espirituales necesitamos estar abiertos a ellos. Disponer nuestro corazón a acogerlos y recibirlos con humildad y fe.

La fe es un don de Dios, y necesita estar abierto a ella para poder recibirla. No se compra, ni tampoco se vende. Se da gratuitamente, pero a aquel que prepara y dispone su corazón para recibirla. Estamos llamados a dar todo lo que esperamos y queramos recibir también nosotros, porque ese deseo descubre que es algo bueno, pues nadie querrá recibir cosas malas. 

Sin lugar a dudas, el camino hacia la perfección es un camino difícil, duro y estrecho. Llenos de dificultades y obstáculos que nos hacen la travesía más pesada y desesperante. Necesitamos la asistencia del Espíritu para que nuestras fuerzas, fortalecidas en Él, puedan superar los obstáculos de la travesía. Por el contrario, la puerta ancha se hace más cómoda y egoísta, y lleva a la perdición.

No es bueno tomar el camino más ancho y espacioso, porque es un camino que se vuelve egoísta, cómodo y de espaldas a Dios: Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que lo encuentran.

Nos apetece la buena vida, la vida despreocupada y placentera. Y eso nos lleva también a ganar dinero fácil o fraudulento que nos procure esa buena vida. Esa es la puerta ancha, por donde quieren pasar muchos en busca de la felicidad. Pero no es así, porque la felicidad está en la puerta estrecha, en aquellos que dan sus vidas para que los demás descubran la verdadera Vida, la que dura eternamente. Precisamente, la que nos ofrece Jesús.

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