domingo, 11 de junio de 2017

EL AMOR DE DIOS

Jn 3, 16-18
Es impresionante y misterioso el Amor de Dios. No podemos comprender ese Amor. Pero, el hombre, terco como una mula, se empeña en querer comprender. Menos aún su existencia. "Tanto amó Dios al mundo que entregó su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan Vida Eterna"- Jn 3, 16 -.

Somos tan limitados que no advertimos nuestra pobreza de entendimiento con respecto a Dios. ¿Cómo pretendemos entenderle si no somos merecedores de todo lo que hemos recibido? La vida, nuestra propia vida y todo lo que tenemos le pertenece. Y encima tratamos de exigirle, porfiarle y hasta despreciarle. Sin lugar a duda, estamos ciegos y llenos de necedad e ignorancia. ¡Y nos creemos grandes!

La fe es la que nos salva, porque es la que nos mueve a seguir sus pasos y a acoger ese amor que Él nos regala. Un amor que es acogido en nuestro corazón en la medida que nos abrimos también al amor de los demás. Porque van unido, de tal forma que no podremos amar al Señor si permanecemos cerrados al amor a los demás.

Creer en Jesús es acoger esa clase de amor. Un Amor Trinitario, porque Dios es Trinidad. Y nuestra referencia son el Padre y el Hijo, que se aman profundamente hasta el punto de dar origen al Espíritu Santo, que mora y hace templo en nosotros. Y nos relaciona y nos hace uno como el Padre y el Hijo son uno.

Por lo tanto, nacidos del Padre e hijos adoptivos cohermanados en Jesús y guiados por el Espíritu Santo, encontraremos el Camino, la Verdad y la Vida para llegar a fundirnos eternamente con Dios, Uno y Trino.

sábado, 10 de junio de 2017

EN PROPORCIÓN A SU RIQUEZA

(Mc 12,38-44)
No todo vale ni todo se justifica. El esfuerzo, aun pequeño, tiene su valor en la medida y proporcionalidad a su poder y generosidad. Porque se es generoso en tanto y cuanto se da, no de lo que sobra, sino de lo que se tiene y se necesita. Porque, sólo así estás demostrando tu compromiso y tu interés.

Cuando das de lo que puedes prescindir y te sobra, no estás mostrando ni compromiso ni solidaridad. Estás, simplemente dando de lo que te sobra, y de forma indiferente. Porque, sólo das cuando eres capaz de partirte y entregarte. Tal y como hizo Jesús, nuestro Señor. Sólo así dejas sin palabras a otro que miran tus obras. Creo, por la Gracia de Espíritu Santo, que eso fue lo que aquella pobre viuda nos quiso decir con su generosidad y desprendimiento. Comprometió su vida y se partió en y para los demás. Trató de, aunque la distancia es insalvable, de imitar a nuestro Señor Jesús.

Y nuestro camino tiene que ser ascendente. Eso significa que no puede dejar de crecer. Pararse es retrocedes o quedarse en la mediocridad. Ni debo, ni tampoco soy nadie para juzgar a otros, pero no caminaremos si no crecemos en entrega, servicio y desprendimiento respecto a los demás. En eso, envidio, sanamente, a una persona, que conozco de cerca y profundamente, y me deja sin palabras a cada momento. Y es que, reza y reza, pero también se parte y reparte cada día renunciando a sí misma por servicio y entrega a los demás, incluyendo a sus enemigos. Ella encarna muy bien a esa pobre viuda de la que habla Jesús.

Es fácil caer en la tentación de gustarnos, y de que nos digan lisonjas y piropos. Y que nos tengan por buenas personas, piadosas e importantes. De nada nos vale si no somos capaces de dejar en la bandeja parte de nuestra vida, quedándonos sólo con lo que necesitamos para la nuestra. Es, por eso para lo que necesitamos rezar y para que el Espíritu Santo transforme nuestro corazón de piedra en uno suave, tierno, generoso, dócil y amoroso, según la Voluntad del Padre.

viernes, 9 de junio de 2017

EL MESÍAS ESPERADO, DE LA ESTIRPE DE DAVID

(Mc 12,35-37)
¡Bendito el Reino que viene, de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas! - Mc 10, 11 -. Jesús es el Mesías prometido que el pueblo esperaba. Por eso, en muchos momentos es aclamado como el Hijo de David, pues, el título “Hijo de David” aplicado a Jesucristo forma parte de la médula del Evangelio. En la Anunciación, la Virgen recibió este mensaje: «El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la estirpe de Jacob por siempre» (Lc 1,32-33) ( del Comentario: P. Josep LAPLANA OSB Monje de Montserrat (Montserrat, Barcelona, España).

Jesús, el Señor, deja todo aclarado ante las dudas que podía suscitar esa ascendencia de "Hijo de David" al citar el salmo 110, dándole la correcta explicación y el verdadero sentido de esa promesa mesiánica. «¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? David mismo dijo, movido por el Espíritu Santo: ‘Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies’. El mismo David le llama Señor; ¿cómo entonces puede ser hijo suyo?».

Una cosa que nos anima y nos alienta es comprobar como todo lo profetizado en y para el Señor, en Él se cumple a su debido tiempo. Él es el enviado, el Señor, el que quita los pecados del mundo y nos hará libres para, liberados, valga la redundancia, de todo pecado, seamos salvo y llenos de su Gracia y acogidos en su Misericordia.

El Señor es nuestro Pastor y en Él nada nos falta. Sólo Él nos basta y en Él somos guiados hacia la morada plena y de vida eterna.

jueves, 8 de junio de 2017

JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE

Mt 26, 36-42
Hoy celebramos el día donde exaltamos al Señor Jesús como sumo y eterno sacerdote. Para ello, escogemos dos pasajes del Evangelio - Lc 22, 14-20 - la santa cena, o - Mt 26, 36-42 - Getsemaní. Ambos presentan momentos del Señor entregado a la Voluntad del Padre, que no es otra sino dar la Vida por la redención y salvación de todos los hombres. Podemos reflexionar sobre ambos momentos, pero basta darnos cuenta que una es la actitud y la intención del Señor, liberarnos del pecado y, libres, vivir en la Palabra y Voluntad del Padre.

El espíritu es animoso, pero la carne es débil. Son palabras de Jesús en el Evangelio de Mateo. Y así es. Nos sentimos fuerte en el espíritu y cuando, unidos, compartimos, pero, experimentamos que en muchos momentos de soledad o en otros ambientes, la carne es tentada y, a pesar de su resistencia y lucha, es atraída irresistiblemente a la tentación y al pecado.

El Señor nos invita y anima a permanecer despiertos y a rezar para no caer en la tentación. Sabe de nuestras debilidades, y también nosotros lo sabemos. Necesitamos estar en contactos, en compartir, en apoyarnos y animarnos mutuamente. En este sentido nuestras reflexiones y comentarios nos sustentan y nos elevan el Espíritu. Quizás quieran aislarnos y separarnos. Saben que somos débiles y que aislados estamos más propensos a caer, a alejarnos y a pensar como otros quieren hacernos pensar. Pero, juntos e injertados en el Señor seremos invencibles.

Jesús pasó por eso y su actitud y fortaleza en el Espíritu Santo fue ejemplar y testimonio para todos nosotros. Estos dos momentos evangélicos marcan nuestro camino y forma de actuar. En el Espíritu Santo, que está con nosotros, somos fuertes y vencemos. Y, aunque experimentamos que nuestra voluntad puede ser otra, la importante y la que debemos seguir es la del Padre. Tal y como nos enseñó Jesús y nos lo demostró dando su propia Vida.

miércoles, 7 de junio de 2017

SIGUIENDO NUESTRA RAZÓN NOS PERDEMOS

(Mc 12,18-27´
El problema se esconde en nuestra razón. Queremos entender lo que no se nos ha dado para entender. Nuestra capacidad es limitada y no alcanza comprender el Misterio de Dios y su Poder. Claro, según nuestra razón se origina un problema con eso de la sucesión según la Ley de Moisés. ¿Con quién va a vivir esa mujer casada siete veces? Igual podíamos decir de otras viudas en nuestra misma época.

Unos le daremos una respuesta, y otros, otras. Cada cual tratará de responder según entienda y le parezca. Pero, el resultado es que nadie sabe ni tiene respuesta. Porque las cosas en el otro mundo no responden a los mismos criterios que éste. Son de otra forma y superan nuestra inteligencia. Nos lo dice el mismo Jesús: « ¿No estáis en un error precisamente por esto, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos ».

Si Dios ha creado el mundo y al hombre, y todo lo que alcanzan a ver nuestros ojos son obras de Él, ¿qué problema va a tener Dios en hacer otras cosas que, nosotros, ni siquiera podemos imaginar? Igual razonamos sobre otras cosas, y es que nuestro principal pecado es querer saber como Dios y alcanzar comprenderle siendo, como somos, criaturas de Él.

En cuanto al problema de la Resurrección, ocurre un tanto lo mismo. Jesús se los deja muy claro a los saduceos cuando les dice: « ¿No habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos. Estáis en un gran error».  

Abrámonos a la Palabra de Dios, Palabra que se concreta en Jesús, el Hijo. Él es la Palabra hecha carne que nos revela el Amor, la Misericordia y Salvación del Padre para todos los hombres.

martes, 6 de junio de 2017

CONFUNDIR LA VERDAD CON LA MENTIRA

(Mc 12,13-17)
Muchos tratan, presentando la mentira disfrazada de verdad, confundir y desorientar. Buscan esconder la verdad y hacer ver la mentira como la mejor opción. Y, para ello, les vale todo. El fin les justifica los medios, y recaban todo lo que necesitan, aún mintiendo, para conseguir lo que les interesa y proponen.

Es el caso del Evangelio de hoy. En aquel tiempo, enviaron a Jesús algunos fariseos y herodianos, para cazarle en alguna palabra. Vienen y le dicen: «Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?». 

Y lo mismo ocurre en este tiempo nuestro. Seguimos tratando de cazar al Señor y cogerlo en algún renuncio. Al no poder con Él, lo hacemos con sus seguidores, sacerdotes y otros. Estamos atentos a ver sus fallos para poner en evidencia su vida, su mensaje y sus obras. No olvidan lo fundamental, que todos somos pecadores menos el Señor. Y que, precisamente por eso, Jesús ha venido ha ofrecernos la Misericordia del Padre y liberarnos del pecado.

Jesús los desarmas en pocas palabras: Mas Él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea». Se lo trajeron y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?». Ellos le dijeron: «Del César». Jesús les dijo: «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios».  Y se maravillaban de Él.

Y no es para menos. La sabiduría del Señor les sorprende y les paraliza. Pero, la respuesta nos interpela más allá de lo que nos sorprende. Porque, ¿qué le damos nosotros al Señor? ¿En qué y dónde gastamos nuestro tiempo, nuestro dinero, nuestras talentos...? Posiblemente, tendremos muchas cosas que responder y muchas cosas que dar. Sobre todo a Dios, porque en nuestro corazón está impresa su imagen.

lunes, 5 de junio de 2017

LA REACCIÓN ES DETENERLE

(Mc 12,1-12)
No debe extrañarnos que nuestra reacción hoy sea igual. No me refiero a nadie en particular, sí al mundo en general. Porque una gran mayoría del mundo le rechaza, aún admitiéndole. Porque, no el que dice: Señor, Señor... -Mt 7, 21- entrará en el Reino de los cielos.

Y es que está ocurriendo eso mismo. Y eso fue lo que entendieron aquellos judíos contemporáneos de Jesús, pues su reacción fue detenerle. Así lo describe el Evangelio: Trataban de detenerle —pero tuvieron miedo a la gente— porque habían comprendido que la parábola la había dicho por ellos. Y dejándole, se fueron. Lo cual no deja lugar a ninguna duda.

Hoy, más de lo mismo. Seguimos dando una respuesta negativa. No queremos oír ninguna insinuación ni mandato. Nos bastamos nosotros mismos para administrar nuestra viña. Nuestra viña que es nuestro espíritu, nuestra Iglesia y nuestro mundo. Ese lugar donde hemos sido plantado y en donde tenemos y debemos dar esos frutos que el Viñador nos ha puesto.

¿Qué clase de arrendatarios somos? ¿Respondemos a los deseos del Viñador que nos ha puesto al frente de su viña, o le negamos los frutos que Él espera? ¿Administramos la viña tal y como Él nos pide y quiere, o lo hacemos según nuestros planes, proyectos y apetencias? ¿O negamos toda clase de ayudas, de consejos, de invitaciones y auxilios para contribuir a cultivar y producir los frutos esperados por el Señor de la Viña? Incluso, respondemos de forma tan agresiva que estamos dispuesto hasta matarle. Y de hecho lo borramos de nuestro corazón matándole con nuestras criticas, murmuraciones y comentarios negativos.

Posiblemente, necesitamos reflexionar más y mejor, ayudados por un ambiente que nos sirva para vernos más profundamente y abrirnos a la acción del Espíritu Santo, que nos llama y nos abre su Gracia para alumbrarnos y darnos luz.