jueves, 4 de mayo de 2023

TRAS LA CAIDA, VOLVER A LEVANTARSE

 
Jn 13, 16-20
Esta es nuestra historia, sumas permanentes de caídas y levantadas. Caer nos está permitido, la Misericordia de Dios es Infinita, pero ¡quedarnos en la caída y dejarnos ir y abandonarnos al pecado, no! Hablamos de cruces en nuestro camino, pues ésta es nuestra cruz: La lucha diaria de esforzarnos en superarnos y levantarnos de nuestros fallos, errores, pecados y, en definitiva, caídas.

Sabemos y lo reconocemos que somos de barro. Esa condición nos hace débiles, frágiles al desfallecimiento y fáciles a la tentación. Y el demonio conoce esas nuestras debilidades. Ese es el panorama de nuestra vida. En el camino descubrimos la gran importancia del Bautismo porque en él nos viene el Espíritu Santo, se une a nosotros y nos acompaña para asistirnos, fortalecernos y auxiliarnos. Es notorio que con Él somos más fuertes, ¡invencibles diría!

Es fácil darnos cuenta de la necesidad de hacer piña con Él. Con el Espíritu Santo somos fuertes e infranqueable para el demonio y sus tentaciones. Es verdad, eso no nos va a eximir del dolor y sufrimiento. La Cruz la necesitamos para que nos recuerde quienes somos y de dónde venimos. Y para que seamos humildes y reconozcamos nuestra pequeñez, pobreza y necesidad de Padre Dios. Es Él quien nos salva y al que tenemos que estar permanentemente en nuestro camino unidos.

Observaremos que no se trata tanto orar como actuar. Es decir, la oración es importantísima pero sin la acción de decisión queda anulada. La cuestión es dar el salto de salida y ponerse manos a la obra. Es entonces cuando la oración tiene sentido para el camino. La frase: lo que puedas hacer hoy no lo dejes para mañana resume un poco el sentido de lo que quiero decir. Se trata de decidirse por seguir a Jesús y ponerse en camino. Es ese momento cuando la oración, la Eucaristía y la reconciliación tienen sentido y pasan al primer plano de mi vida.

miércoles, 3 de mayo de 2023

QUIEN ME HA VISTO A MÍ HA VISTO AL PADRE

¿Qué significa esa frase que dice Jesús: ¿Quién me ha visto a mí ha visto al Padre? Lo lógico y de sentido común es deducir que Jesús y el Padre son uno. O dicho de otra forma, el mismo Espíritu. Estamos hablando del mismo cuando hablamos de cualquiera de los dos: - Jn 14, 6-14 - “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto”. Felipe le dijo: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”. Jesús le respondió: “Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que…

Jesús lo deja meridianamente claro, Él y el Padre son uno. Sin embargo a nosotros nos cuesta creerlo. Y no solo creerlo sino que exigimos pruebas que nos convenzan según nuestra razón y nuestra manera de ver las cosas. Y en este camino y lucha nunca encontraremos el punto exacto o conocimiento para entender. Somos muy limitados y solo alcanzaremos la verdad cuando estemos delante en persona del Señor. Pero para entonces ya, si ahora no creemos, será tarde.

La piedra angular de nuestra fe es la Resurrección del Señor. En varias ocasiones lo he meditado y compartido. ¡Jesús Vive y ha Resucitado! Por tanto, ese es el fundamento y apoyo de nuestra fe. Porque si ha resucitado, todo lo dicho de Él, todo el Plan de Dios y todo lo profetizado acerca de su Persona se hace realidad. Y, por supuesto, la Resurrección exige fe. Hay muchas razones que la avalan, pero nunca, salvo experiencia propia, recordemos lo del apóstol Tomás, nos consolidará nuestra fe.

Jesús es, por consiguiente, el único Camino, la única Verdad y la única y verdadera Vida que nos conduce a la Casa del Padre para gozar de la plenitud y gozo eternamente.

martes, 2 de mayo de 2023

CIEGOS Y ENCERRADOS EN SUS PROPIOS DOGMAS

No nos damos cuenta pero alimentamos nuestra ceguera cuando anclamos nuestra vida en los dogmas que hemos aceptados y cerramos toda posibilidad a renovarnos, a abrirnos a la nueva vida que nos trae la Buena Noticia de la que habla Jesús.

Es evidente que esperan a Alguien, pero no acepta que sea Jesús. Tienen su Obra y su Palabra ante sus oídos pero no la escuchan, la rechazan y piden pruebas. Posiblemente nosotros estemos en la misma actitud. Sabemos que hay algo y que la vida no termina en este mundo. Algunos hablan de un Dios en el que creen, pero un Dios que ellos se imaginan y que no está encarnado ni ha bajado a este mundo. Un Dios imaginario que ellos interpretan de acuerdo con sus dogmas y sus ideas.

¿Cómo es posible que haya un Dios que no se haya anunciado y manifestado a los hombres, sus criaturas? No tiene sentido imaginar o crearse un Dios así, sin voz y sin respuestas. Es decir, ¿tú mismo te hablas y te respondes? ¿Es ese tu Dios? Posiblemente ese Dios no existe sino en la mente de aquellos que no escuchan y no quieren creer en la Palabra de un Dios que se revela y manifiesta a los hombres.

Porque, nuestro Dios es un Dios que habla a sus criaturas, se encarna en Naturaleza Humana y se anuncia como el Mesías enviado por el Padre para liberar a los hombres del pecado y darles Vida Eterna. Es lo que vive en nuestro corazón, un deseo de salvación eterna. Todas sus obras, realizadas en nombre de su Padre, dan testimonio de su Divinidad de Hijo de Dios.

De cualquier manera, el hombre ha sido creado libre para elegir creer o rechazar. Y si tiene esa libertad significa que puede, impulsado por sus impulsos egoístas, ira y soberbia negar que Jesús es el Hijo de Dios. Y, además, tentado por el Maligno que lo confunde y anima para que se aleje y rechace al Señor. Pero, a pesar de todo Jesús lo deja muy claro al final del Evangelio de este martes: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno».

lunes, 1 de mayo de 2023

UN COMPROMISO HASTA EL EXTREMO DE DAR LA VIDA

 Jesús está comprometido y su compromiso llega hasta el extremo de dar su vida por salvar la de otros. El camino de su vida refleja sus intenciones, sus obras y la disponibilidad total al servicio hasta el extremo de entregarse plenamente hasta la muerte. No hay otra lectura en la vida de Jesús de Nazaret.

Su compromiso es firme y no contempla la huida o el abandono. Sigue fiel a su misión que diría más tarde: Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas. Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo – Jn 12, 46-47 ‒. Está muy claro que Jesús viene a cumplir la Voluntad del Padre, que no es otra que dar a conocer el Amor Infinito y Misericordioso del Padre y, por lo tanto, anunciarlo, pues lo que no se anuncia no se conoce.

Es evidente que necesitamos conocer el camino y, sobre todo, la puerta que da entrada a esa felicidad eterna que buscamos. El mundo en que vivimos lo refleja muy bien en esas ansias desesperadas de felicidad. Y lo señala en el deseo de que llegue el fin de semana. Para muchos todas sus ilusiones, esperanzas y deseos está en alcanzar el fin de semana y poder tener algún espacio de gozo, de descanso y satisfacción. Sin embargo, la experiencia es que eso se acaba y no llega a satisfacernos plenamente. Incluso muchos no tienen ni esa oportunidad.

Jesús nos lo dice en el Evangelio de hoy: «Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque es asalariado y no le importan nada las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas.

Está claro, el Buen Pastor da su Vida por la nuestra. Y como su Vida es Eterna, sabemos que ha Resucitado, la que nos dará será también Vida Eterna. Y vida en abundancia de felicidad y gozo. Lo aclara y lo confirma con sus últimas Palabras: También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor. Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre».

Conclusión: De la misma forma también nosotros desde la hora de nuestro bautismo estamos comprometidos con el anuncio de esa Buena Noticia. Cada cual tendrá que descubrir cómo y dónde puede y debe anunciarla. El Espíritu Santo nos ayudará a ese menester y compromiso.

domingo, 30 de abril de 2023

JESÚS, LA PUERTA DE LA LIBERTAD

No se trata de seguirle ciegamente. Se trata de escucharle, conocerle y de experimentar que en Él está la verdad, lo bueno, el bien y la vida. Vida en abundancia eterna. Ese es el Pastor que nos llama y que nos invita a seguirle. ¿Acaso no hierve esos sentimientos dentro de nosotros? ¿Acaso no es eso lo que realmente deseamos y queremos? ¿No es ese el Pastor que realmente buscamos? Un Pastor que nos guíe hacia la verdad, la libertad y la Vida Eterna.

Nuestro camino está lleno de dificultades, de peligros, de falsos pastores que nos confunden, que nos engañan y que no buscan nuestro bien sino el suyo propio. Se hace muy necesario conocer muy bien la voz de quien nos habla y de quien nos propone el camino a seguir. Porque conociendo la voz del buen Pastor sabremos siempre a quien tenemos que seguir. Esa es la cuestión, escuchar y conocer la Voz del Señor. El Buen Pastor que nos guía hacia el verdadero redil de Vida Eterna.

Y nuestra mejor arma para defendernos de los que vienen con falsas promesas, con enredos para revolver todo y tomar el camino que les interesa cegados por la oscuridad de sus ojos que no quieren ver, es la oración, la reconciliación – sacramento de la confesión – y la frecuencia, si no diaria, de la Eucaristía. En ellos encontraremos la sabiduría, la paz y fortaleza para sobreponernos, fortalecernos y sostenernos firmes en la fe y fidelidad al Buen Pastor.

sábado, 29 de abril de 2023

LA ENSEÑANZA DEL PESO DE LA VIDA

Nadie puede escapar al sufrimiento y a las cargas que cada día la vida, tu propia vida, te va presentando y exigiendo. No podrás avanzar sin, primero aceptar y luego soportar y superar las cargas de cada día. Cargas que vienen dadas por la vida de forma accidental, circunstancial y, sobre todo, por el pecado de los hombres.

Y quieras o no. Lo aceptes o no, ese es el camino que te presenta la vida. No trates de engañarte buscando la solución a tu felicidad en los fines de semanas. Todo eso está bien que lo aproveches para descansar, para disfrutar y, sobre todo, para darte cuenta de que la vida, la verdadera vida está dentro de ti.

Esa felicidad que buscas vive en tu corazón. Un corazón contagiado y herido por el pecado, pero llamado por amor a purificarse y ser feliz eternamente. ¡Despierta y recapacita! Entiende y reflexiona humildemente y busca el alivio verdadero que puede aliviarte no en un fin de semana sino eternamente. Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios Vivo te lo dice claramente en el Evangelio de hoy y en el de todos los días. Aprovecha eso fines de semanas para dedicarle unos minutos y pensar en sus palabras. En ellas se esconde esa felicidad que buscas y que mal gastas buscándola en otros lugares donde no está.

No permitas que el tiempo pase inútilmente, aprovéchalo y reflexiona. Levanta tu mirada y mira a quien realmente tienes que mirar. Él te dará lo que realmente tú deseas. No hay otro que te lo pueda dar. La felicidad se esconde en ese estilo de vida que Jesús vivió y nos enseñó: amar viviendo en la verdad, sirviendo al más necesitado, al más pobre y al que lo necesita. Amar tratando de que nuestro corazón sea lo más parecido al de Jesús, el Señor.

viernes, 28 de abril de 2023

UN AMOR PLENO

Todos, o casi todos, hemos experimentado los efectos y consecuencias de estar enamorados. Perdemos la noción del tiempo y la vida nos parece hermosa y apasionante. Deseamos que no se acabe nunca y gozamos con la sola presencia del ser amado. Es algo tan hermoso que nos llena plenamente. Y algo tan grande y hermoso no puede ser efímero y acabar. Debe ser duradero y eterno. Al menos eso es lo que desearían todos los enamorados y lo que expresan y manifiestan todas las historias de amor, de verdadero amor.

Porque el amor que termina no es verdadero. Es un amor fundado en la pasión, en el deseo, en el interés y en el propio egoísmo. Claro, ese amor si tiene el tiempo contado. Su fin llega desde que desaparezca la pasión y con ella el deseo, o acabe el interés y el egoísmo busque nuevas satisfacciones.

Es evidente que los discípulos de Jesús no estaban en esa tesitura con respecto a Jesús. No habían experimentado ese amor pleno que Jesús les daba con su Vida y sus Obras. Quizás lo que les mantenía a su lado era el deseo de tener un puesto privilegiado en ese Reino del que le oían hablar a Jesús. Los de Zebedeo lo reflejaron meridianamente.

Jesús, con su Vida y Obras, nos presenta y anuncia como es el Amor del Padre. Un amor pleno, entregado, dado enteramente hasta el extremo de ofrecer a su Hijo en una muerte de cruz. Un amor que no solo supera y está por encima de lo superficial sino que penetra hasta lo más profundo del corazón. Un amor que se hace vida y alimento para dar vida eterna.

Es evidente que si se hubiese entendido ese amor infinito misericordioso, muchos discípulos al oír hablar a Jesús no se hubiesen marchado. Porque, su muerte es el paso para luego sacramentalmente continuar dándose como alimento espiritual y esperanza de Vida Eterna. Sintoma de que muchos no le entendieron lo manifiestan sus retiradas. Y los que permanecieron a su lado no fue por entenderlo sino porque aún sin entender creyeron en Jesús.

Algo así nos puede estar pasando a nosotros hoy y ahora. Seguimos en el camino a pesar de muchas dudas, tentaciones, adversidades, incomprensines y malos testimonios incluso dentro de la propia Iglesia. Pero seguimos, y esa es nuestra fuerza y esperanza. El Espíritu nos mantiene y nos fortalece y cada paso adelante es una batalla ganada que afirma y fortalece nuestra fe.