Nadie puede
escapar al sufrimiento y a las cargas que cada día la vida, tu propia vida, te
va presentando y exigiendo. No podrás avanzar sin, primero aceptar y luego soportar
y superar las cargas de cada día. Cargas que vienen dadas por la vida de forma
accidental, circunstancial y, sobre todo, por el pecado de los hombres.
Y quieras o no. Lo
aceptes o no, ese es el camino que te presenta la vida. No trates de engañarte
buscando la solución a tu felicidad en los fines de semanas. Todo eso está bien
que lo aproveches para descansar, para disfrutar y, sobre todo, para darte
cuenta de que la vida, la verdadera vida está dentro de ti.
Esa felicidad que
buscas vive en tu corazón. Un corazón contagiado y herido por el pecado, pero
llamado por amor a purificarse y ser feliz eternamente. ¡Despierta y
recapacita! Entiende y reflexiona humildemente y busca el alivio verdadero que
puede aliviarte no en un fin de semana sino eternamente. Jesús de Nazaret, el
Hijo de Dios Vivo te lo dice claramente en el Evangelio de hoy y en el de todos
los días. Aprovecha eso fines de semanas para dedicarle unos minutos y pensar
en sus palabras. En ellas se esconde esa felicidad que buscas y que mal gastas buscándola
en otros lugares donde no está.
No permitas que el tiempo pase inútilmente, aprovéchalo y reflexiona. Levanta tu mirada y mira a quien realmente tienes que mirar. Él te dará lo que realmente tú deseas. No hay otro que te lo pueda dar. La felicidad se esconde en ese estilo de vida que Jesús vivió y nos enseñó: amar viviendo en la verdad, sirviendo al más necesitado, al más pobre y al que lo necesita. Amar tratando de que nuestro corazón sea lo más parecido al de Jesús, el Señor.
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