No se trata de
seguirle ciegamente. Se trata de escucharle, conocerle y de experimentar que en
Él está la verdad, lo bueno, el bien y la vida. Vida en abundancia eterna. Ese
es el Pastor que nos llama y que nos invita a seguirle. ¿Acaso no hierve esos
sentimientos dentro de nosotros? ¿Acaso no es eso lo que realmente deseamos y
queremos? ¿No es ese el Pastor que realmente buscamos? Un Pastor que nos guíe
hacia la verdad, la libertad y la Vida Eterna.
Nuestro camino
está lleno de dificultades, de peligros, de falsos pastores que nos confunden,
que nos engañan y que no buscan nuestro bien sino el suyo propio. Se hace muy
necesario conocer muy bien la voz de quien nos habla y de quien nos propone el
camino a seguir. Porque conociendo la voz del buen Pastor sabremos siempre a
quien tenemos que seguir. Esa es la cuestión, escuchar y conocer la Voz del
Señor. El Buen Pastor que nos guía hacia el verdadero redil de Vida Eterna.
Y nuestra mejor arma para defendernos de los que vienen con falsas promesas, con enredos para revolver todo y tomar el camino que les interesa cegados por la oscuridad de sus ojos que no quieren ver, es la oración, la reconciliación – sacramento de la confesión – y la frecuencia, si no diaria, de la Eucaristía. En ellos encontraremos la sabiduría, la paz y fortaleza para sobreponernos, fortalecernos y sostenernos firmes en la fe y fidelidad al Buen Pastor.
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