Jn 13, 16-20 |
Sabemos y lo
reconocemos que somos de barro. Esa condición nos hace débiles, frágiles al
desfallecimiento y fáciles a la tentación. Y el demonio conoce esas nuestras
debilidades. Ese es el panorama de nuestra vida. En el camino descubrimos la
gran importancia del Bautismo porque en él nos viene el Espíritu Santo, se une
a nosotros y nos acompaña para asistirnos, fortalecernos y auxiliarnos. Es
notorio que con Él somos más fuertes, ¡invencibles diría!
Es fácil darnos
cuenta de la necesidad de hacer piña con Él. Con el Espíritu Santo somos
fuertes e infranqueable para el demonio y sus tentaciones. Es verdad, eso no
nos va a eximir del dolor y sufrimiento. La Cruz la necesitamos para que nos
recuerde quienes somos y de dónde venimos. Y para que seamos humildes y
reconozcamos nuestra pequeñez, pobreza y necesidad de Padre Dios. Es Él quien
nos salva y al que tenemos que estar permanentemente en nuestro camino unidos.
Observaremos que no se trata tanto orar como actuar. Es decir, la oración es importantísima pero sin la acción de decisión queda anulada. La cuestión es dar el salto de salida y ponerse manos a la obra. Es entonces cuando la oración tiene sentido para el camino. La frase: lo que puedas hacer hoy no lo dejes para mañana resume un poco el sentido de lo que quiero decir. Se trata de decidirse por seguir a Jesús y ponerse en camino. Es ese momento cuando la oración, la Eucaristía y la reconciliación tienen sentido y pasan al primer plano de mi vida.
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