martes, 18 de julio de 2017

SOY YO COROZAÍN O BETSAIDA?

(Mt 11,20-24)
Quizás no nos demos cuenta, pero muchas veces habremos ocupado el lugar de Corozaín o Betsaida frente a la Palabra del Señor que nos habla y, también, delante y en presencia de sus obras, curando a muchos de sus enfermedades y devolviéndoles la vida. ¿Cuántas veces le hemos negado o escuchado con indiferencia sin prestarle atención?

¿Nos habrá reprochado el Señor tanta indiferencia? Sabemos que su Misericordia es Infinita, pero también sabemos que nuestro tiempo se acaba. Los años pasan y mi vida recorre sus últimos días. He pensado mucho en eso en estos últimos años. Posiblemente, mis humildes reflexiones habrán terminado su recorrido dentro de, en el mejor de los casos, diez o quince años. Alargándolo algo más, veinte a lo sumo. Y tendré que estar, si Él así lo dispone, en su presencia y rendirle cuenta. 

Por eso, quiero darme prisa en no perder ni un minuto en derramar mi amor y mis buenas intenciones en todos los lugares por donde paso. Al mismo tiempo, experimento, que no soy yo quien puede hacerlo, sino el Espíritu de Dios que hace en mi humilde persona su Obra. Sí, Señor, no quiero quedarme como Corozaín o Betsaida, pasivas a tu Palabra, sino todo lo contrario. Quiero empaparme de ella para darla y enseñarla, con mi vida y palabra, injertado en tu Espíritu, a todos aquellos que se abran y quieran recibirla. Como ocurrió, no se me quita del pensamiento, a Felipe, que impulsado por el Espíritu, se acercó al eunuco para explicarle la Escritura que leía -Hch 8, 23-35-.

La vida no importa, sino el instante ante la presencia del Señor. La muerte es el momento más glorioso y más esperado por el creyente, porque es la gran cita con el Señor. No ya, presente en la Eucaristía, sino en presencia difinitiva para entrar en su Casa. En presencia sin velo ni espacio ni tiempo, sino en directo riguroso y abierto a su Gracia y su presencia. Es lo más grande que puede pasarnos y el momento del gran Oscar, la Gloria Eterna.

Es eso lo más importante y lo que debe cuestionar y dirigir nuestro ser y obrar en el camino de este, nuestro mundo, del que esperamos ser liberados por la Gracia y méritos de nuestro Señor Jesúcristo.

lunes, 17 de julio de 2017

VERDAD CONTRA MENTIRA

(Mt 10,34--11,1)
El cristiano no puede convivir con la mentira, ni tampoco con la apariencia. Y ocurre que en las familias hay de todo un poco, y los que dicen mentiras o falsean la verdad. E, incluso, impiden que alguno de sus miembros vivan en la verdad. En esas circunstancias, las familias, los hijos, hermanos, padres y madres y amigos son verdaderas murallas que se levantan entre ti y Jesús. Y llega el momento en que tienes que decidir, instalarte, mostrarte indiferente o enfrentarte a ellos.

El Evangelio de hoy nos descubre esa realidad. No se trata de enfrentarte literalmente como dice la Palabra, sino de saltar y superar los obstáculos que, dentro de la familia, te puedan impedir acercarte al Señor. Y, no sólo eso, sino arriconarlo en un segundo plano. El Señor es lo primero y el centro de nuestra vida. 

Y es lógico y de sentido común. Observa que poner a Dios como la primera opción de tu vida significa que una de las cosas que tienes que tener presente es honrar a tu padre y a tu madre. Cuanto más cerca estés de Jesús, más cerca estarás de tus padres, y de tus hermanos y familia. Y también de todos los demás, porque lo primero que Dios te exige para amarle a Él es amar al prójimo. Sobre todo a los enemigos.

Comprendes entonces que lo que Dios te pide no es un enfrentamiento directo con tu familia, sino una opción por Él, que busca hacerte mejor con su Gracia, y, por supuesto, prepararte para amar. Amar a todos, empezando por tu familia y hermanos. Recuerda que Él lo dijo cuando, hablando a la gente, le avisaron que su madre y hermanos le buscaban -Mt 12, 46-. Su Madre es grande porque precisamente cumple la Voluntad de Dios.

Y esa es la Voluntad de Dios, amar a todos los hombres. De manera especial a los enemigos. Y nada ni nadie debe impedirte hacer y dedicarte a cumplir la Voluntad de Dios. Por eso, Jesús te dice: El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí.

domingo, 16 de julio de 2017

EXPERIENCIAS Y RESPONSABILIDADES

(Mt 13,1-23)
Observamos que, en una misma tierra, las misma semilla plantada tiene diferente crecimiento. Mientras una crece y se desarrolla fuerte y robusta, dando frutos, otra permanece más pasiva, más lenta y su desarrollo se retrasa y sus frutos también. Están en la misma tierra, pero, al parecer, una parte parece mejor abonada que otra. 

De la misma forma ocurre lo mismo con la familia o el colegio. Todos sus miembros o alumnos reciben la misma educación y conocimientos, sin embargo, unos serán creyentes y otros no. Jesús nos habla hoy de esa realidad. Dios ha querido que todo no dependa de Él, y nuestro sentido común nos dirá que debe ser así para que nosotros tengamos que poner algo de nuestra parte. Se nos ha creado libres, y esa libertar nos hará responsable de nuestras decisiones. De modo que, de ti y de mí dependerá abonar bien esa tierra donde nuestro Padre Dios ha plantado su semilla de Amor.

El abono de Dios va incluido en tu corazón. En él está impresa la huella de Dios, pero ahora hace falta que su siembra dé frutos. Y para eso necesita morir y convertirse en buen árbol que dé buenos y hermosos frutos. No es fácil el cultivo, porque hay muchas circunstancias que pueden estropear o entorpecer el desarrollo de la semilla y no dejarla crecer, ahogándola y secándola.

Muchos oyen la Palabra de Dios, pero no la comprenden ni se preocupan o esfuerzan en hacerlo. El eunuco a quien se acercó Felipe tuvo interés en comprender lo que decía la Palabra que leía, y pidió a Felipe que se la explicara -Hachó 8, 26-35-. Quizás a ti también se han acercado otros ni no has hecho caso. Esos que actúan así terminaran por, arrastrados por el Maligno, alejarse de Dios. Otros la reciben gozosos y alegres, pero a las primeras dificultades y reveses de la vida se echan atrás y terminar por abandonar. Son aquellos que, quizás, no tienen la meta clara y piensan que seguir a Jesús es camino de rosas y todo les irá bien.

Los hay que reciben la Palabra de Dios, pero no quieren dejar el mundo, y las seducciones, placeres  y riquezas terminan por apartarles de Dios. Por fin, están aquellos que acogen la Palabra, la cuidan y la cultivan y la llevan a su vida con todas sus consecuencias, y el resultado son buenos frutos. Tratemos de ser esa tierra buena que dé frutos en la esperanza de que el Señor nos dará el ciento por uno.

sábado, 15 de julio de 2017

TRAS LA SANGRE DE CRISTO

(Mt 10,24-33)
Seguir el camino que Jesús ha trazado es aceptar un camino de sangre y sufrimiento. El fue llevado como cordero mudo para ser trasquilado y no abrió su boca para quejarse. Soportó todo insulto y malos trato, y no hizo nada por defenderse. Acepto todo insulto y reproches de Pilato y del Sanedrín, sin responder ni tratar de defenderse -Hch 8, 26-25.

Es a ese Jesús a quien seguimos. Un Jesús llevado como oveja muda para ser trasquilada; un Jesús que no protesta y, siendo injustamente sentenciado, acepta su condena y sufrimiento. Por tanto, nuestro camino está marcado por el dolor de resistir ante la mentira, la violencia y la condena que rechazan al Señor y a todos sus seguidores. Sufriremos como Él, sin embargo, todo saldrá a la luz, nos dice el Señor.
No les tengáis miedo. Pues no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse. Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde los terrados. Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna.

Tengamos miedo sólo al pecado. Es decir, a romper nuestra amistad con el Señor, y a dejarnos dominar por el diablo. Porque es ese el que nos puede desviar del camino que Dios nos señala. Confiemos en la Palabra del Señor y que Él estará siempre con nosotros, y nos defenderá llegado el momento del peligro.

Y no olvidemos sus Palabras: Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos».

viernes, 14 de julio de 2017

NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN

(Mt 10,16-23)
Estas palabras las repetimos a diario cuando rezamos el Padre nuestro. Posiblemente pasen desapercibidas en muchos momentos y no advirtamos que nuestro peligro es inminente. El mundo es una jauría de lobos que, sin advertirlo, nos amenazan y nos atacan. Basta olvidar cualquier objeto de valor, y no saber nada más de él. Incluso en clubes y lugares de confianza.

Vivimos en un mundo de lobos donde impera la supervivencia y la ambición de tener, no sólo más, sino también poder. Y eso descubre una ley injusta y de poder. Y quien tenga más poder, tendrá más posibilidades de vencer y someter al otro. Por lo tanto, no conviene sermones ni consejos morales, y menos la Palabra de Dios. Ellos no entienden sino de fuerza y poder, y quienes estén contra ellos y sus intereses, los azotarán, entregaran a tribunales y serán acusados y llevados ante gobernadores y reyes.

Y eso es lo que experimentamos en este mundo en el que vivimos. Ocurre todo tal y como está descrito por Jesús. Hoy, los cristianos somos perseguidos. En unos países más que en otros, o de diferente formas, pero todos perseguidos. La vida, la eutanasia, el matrimonio, la familia...etc., son valores que no se respetan y que se quieren destruir o administrar según ellos. Ellos que mandan en el mundo y manipulan a los que se sienten ovejas perdidas. Por eso, necesitamos ir al mundo, y aunque estemos en medio de lobos, actuar tal y como nos dice Jesús:
Sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas. Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles.

Pero, no tengamos miedo. Ya nos dice el Señor que no nos preocupemos, aunque, también nosotros debemos poner toda la prudencia y esfuerzo que estén de nuestra parte. Él cumple siempre lo que dice. Por lo tanto, estemos confiados y tranquilos. Sus Palabras nos dan paz y sosiego: Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros. 

jueves, 13 de julio de 2017

ANTE LA MUERTE, LA RESURRECCIÓN

(Mt 10,7-15)
No hay temor, pues con y por Jesús, el Hijo de Dios Vivo, estamos salvados. Dios ha enviado a su Hijo, Jesús, para darnos Vida Eterna. Él ha pagado por todos nuestros pecados, rescatándonos de la condenación eterna, con su Muerte en la Cruz. Y nos ha salvado para siempre. Por lo tanto, no hay ningún temor, porque nuestra muerte en este mundo es la escalera para llegar al otro, al verdadero, donde nos espera el Señor.

Y esta es la Buena Noticia de Salvación que tenemos que proclamar. ¡Estamos salvados! Una Buena Noticia que daremos gratis, porque gratis la hemos recibido. Y que ofreceremos a todos, de manera especial a todos aquellos que abran sus corazones para recibirla. Es una Noticia que no se impone, sino que se propone y se regala a quienes quieran acogerla. Indudablemente, será de muy mal gusto rechazar la salvación.

El Señor no traza el camino y el método. Muy sencillo, el esfuerzo de tratar de amarnos y amarnos, a pesar de nuestros defectos, de nuestras caídas y fracasos. Vuelta a la lucha, a tratar, cada día, de ser mejor y de, con y por la Gracia de Dios, mejorar y transformar nuestros corazones. El Espíritu Santo irá haciendo el trabajo y, sin darnos cuenta, experimentaremos que nuestros corazones se irán transformando y mejorando, pareciéndose al del Señor.

No se trata de imponer sino de ofrecer y proponer lo que todo hombre quiere y busca. No se trata de tirar este tesoro de la Palabra a los perros, que la pisotean o la desprecian. Así, el Señor nos dice:
 «En la ciudad o pueblo en que entréis, informaos de quién hay en él digno, y quedaos allí hasta que salgáis. Al entrar en la casa, saludadla. Si la casa es digna, llegue a ella vuestra paz; mas si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros. Y si no se os recibe ni se escuchan vuestras palabras, salid de la casa o de la ciudad aquella sacudiendo el polvo de vuestros pies. Yo os aseguro: el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad».

miércoles, 12 de julio de 2017

JESÚS NO SE PUEDE GUARDAR

(Mt 10,1-7):
Sería un contra sentido conocer a Jesús para guardarlo para nosotros mismos.  Y, lo sería, porque la esencia principal de Jesús es el Amor. Jesús se hace el encontradizo porque nos ama, y porque quiere que nosotros también le amemos. Pero, le da un matiz especial a ese deseo de amar.  Quiere que le demostremos ese amor a Él reflejándolo en el amor a los demás. Es decir, le amaremos a Él cuando volcamos nuestro amor en los demás.

Y nos deja perplejos y sin respiración. Porque ese amar a los demás nos hermana y nos predispone a despojarnos de nosotros mismos para acoger y escuchar a los demás. Porque es en la escucha donde encontramos la manera y la forma de hacer el bien, y, por tanto, amar. Eso nos lleva a un compromiso ineludible. Un compromiso que no tiene otra salida, sino la de darse en amor. Y eso implica y exige proclamarlo. Y es, precisamente eso lo que Jesús nos dice y propone: A éstos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca».

Había elegido a doce enviándololos a proclamar la Buena Noticia de salvación. Pero, esos doce no serán eternos, y ello implica que también nosotros somos enviados, por el compromiso de nuestro Bautismo, a proclamar su Mensaje de salvación. Mensaje, que hoy se extiende a todos los hombres, pero que sólo podremos derramarlo en aquellos que se abren a su acogida y están disponible a recibirlo.

Nosotros por nuestra cuenta, debemos estar preparados y llenarnos del Espíritu Santo, para derramar en la medida de nuestras capacidades todo el testimonio de que somos capaces por la acción del Espíritu.