(Mt 10,16-23) |
Estas palabras las repetimos a diario cuando rezamos el Padre nuestro. Posiblemente pasen desapercibidas en muchos momentos y no advirtamos que nuestro peligro es inminente. El mundo es una jauría de lobos que, sin advertirlo, nos amenazan y nos atacan. Basta olvidar cualquier objeto de valor, y no saber nada más de él. Incluso en clubes y lugares de confianza.
Vivimos en un mundo de lobos donde impera la supervivencia y la ambición de tener, no sólo más, sino también poder. Y eso descubre una ley injusta y de poder. Y quien tenga más poder, tendrá más posibilidades de vencer y someter al otro. Por lo tanto, no conviene sermones ni consejos morales, y menos la Palabra de Dios. Ellos no entienden sino de fuerza y poder, y quienes estén contra ellos y sus intereses, los azotarán, entregaran a tribunales y serán acusados y llevados ante gobernadores y reyes.
Y eso es lo que experimentamos en este mundo en el que vivimos. Ocurre todo tal y como está descrito por Jesús. Hoy, los cristianos somos perseguidos. En unos países más que en otros, o de diferente formas, pero todos perseguidos. La vida, la eutanasia, el matrimonio, la familia...etc., son valores que no se respetan y que se quieren destruir o administrar según ellos. Ellos que mandan en el mundo y manipulan a los que se sienten ovejas perdidas. Por eso, necesitamos ir al mundo, y aunque estemos en medio de lobos, actuar tal y como nos dice Jesús:
Sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas. Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles.
Pero, no tengamos miedo. Ya nos dice el Señor que no nos preocupemos, aunque, también nosotros debemos poner toda la prudencia y esfuerzo que estén de nuestra parte. Él cumple siempre lo que dice. Por lo tanto, estemos confiados y tranquilos. Sus Palabras nos dan paz y sosiego: Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros.
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