Lc 9, 51-56 |
La ira lo carcomía por dentro. Desde hacía días no
pensaba en otra cosa. No podía soportar su presencia y se había prometido no
darle tregua ni oportunidad de defenderse en cuanto tuviese ocasión. Había
jurado tener paciencia y esperar el momento deseado.
—Hola, Fernando —saludó Manuel—. Te noto tenso y con
cara de pocos amigos.
—Hola… Estoy encabritado y lleno de rabia. Solo
pensar en él me hierve la sangre.
—¿A qué te refieres? —preguntó Manuel sorprendido.
—A un amigo de la infancia que me ha engañado. Para
él, según parece, priman más sus intereses que la amistad. Verdaderamente me ha
decepcionado.
—¿Y qué piensas hacer? —interrogó Manuel, tratando
de calmarlo.
—Ya lo ves, lo has notado desde que llegaste. Estoy furioso y temo
que pueda cometer una locura.
—No te precipites. Ten paciencia —dijo Manuel con
gesto de preocupación—. En estos casos conviene detenerse y dejar pasar algo de
tiempo. Eso nos ayuda a ver las cosas con más sentido y prudencia.
—Sí, pero me cuesta frenar mi ímpetu —exclamó
Fernando con rabia contenida.
—¡Serénate! —respondió Manuel con firmeza—. El éxito
es de aquellos que saben controlarse y dominan sus impulsos. Jesús nos lo
enseña cuando pasa por Samaria (Lc 9, 51-56) y Santiago y Juan, sus discípulos,
caen en la provocación de los samaritanos.
—Pero… a veces no…
—No hay veces ni pamplinas —interrumpió Manuel—. La
ira no está con Jesús. Aunque la sintamos, tenemos que luchar contra ella.
Viendo la determinación de Manuel, Fernando respiró
hondo, se contuvo y optó por calmarse, confiando en que el tiempo pondría las
cosas en su sitio.
La esperanza necesita tiempo para madurar. Sucede
que muchas veces queremos aprovecharnos del poder que se pone en nuestras manos
y, llevados por la provocación, nos dejamos arrastrar por la ira contra los
demás. Pero quien aprende a dominarla deja espacio en su corazón para que la fe y la esperanza echen raíces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.