martes, 30 de septiembre de 2025

LLEVADOS POR LA IRA

Lc 9, 51-56

   La ira lo carcomía por dentro. Desde hacía días no pensaba en otra cosa. No podía soportar su presencia y se había prometido no darle tregua ni oportunidad de defenderse en cuanto tuviese ocasión. Había jurado tener paciencia y esperar el momento deseado.

    —Hola, Fernando —saludó Manuel—. Te noto tenso y con cara de pocos amigos.
   —Hola… Estoy encabritado y lleno de rabia. Solo pensar en él me hierve la sangre.
  —¿A qué te refieres? —preguntó Manuel sorprendido.
    —A un amigo de la infancia que me ha engañado. Para él, según parece, priman más sus intereses que la amistad. Verdaderamente me ha decepcionado.
     —¿Y qué piensas hacer? —interrogó Manuel, tratando de calmarlo.
    —Ya lo ves, lo has notado desde que llegaste. Estoy furioso y temo que pueda cometer una locura.
  —No te precipites. Ten paciencia —dijo Manuel con gesto de preocupación—. En estos casos conviene detenerse y dejar pasar algo de tiempo. Eso nos ayuda a ver las cosas con más sentido y prudencia.
    —Sí, pero me cuesta frenar mi ímpetu —exclamó Fernando con rabia contenida.
  —¡Serénate! —respondió Manuel con firmeza—. El éxito es de aquellos que saben controlarse y dominan sus impulsos. Jesús nos lo enseña cuando pasa por Samaria (Lc 9, 51-56) y Santiago y Juan, sus discípulos, caen en la provocación de los samaritanos.
    —Pero… a veces no…
    —No hay veces ni pamplinas —interrumpió Manuel—. La ira no está con Jesús. Aunque la sintamos, tenemos que luchar contra ella.
 
  Viendo la determinación de Manuel, Fernando respiró hondo, se contuvo y optó por calmarse, confiando en que el tiempo pondría las cosas en su sitio.
  La esperanza necesita tiempo para madurar. Sucede que muchas veces queremos aprovecharnos del poder que se pone en nuestras manos y, llevados por la provocación, nos dejamos arrastrar por la ira contra los demás. Pero quien aprende a dominarla deja espacio en su corazón para que la fe y la esperanza echen raíces.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.