Jn 1, 47-51 |
Hay
personas que reflejan lo que son, basta mirarle a la cara para darnos cuenta de
su bondad y de sus buenas intenciones. Podemos decir que son los ángeles de
nuestro tiempo.
—El mundo
se sostiene —comentó Manuel— por la bondad de muchas personas. Me quedo
maravillado de tantas buenas personas que hay.
—Es verdad
—dijo Pedro. Con tanta libertad es un milagro que este mundo no se convierta en
una anarquía total.
—He
llegado a pensar —dijo Manuel— la de maldades que se haría si, en cada corazón
humano, no estuviese sembrada la semilla del amor de Dios. En ellos se ve
reflejados la verdad y la misericordia de nuestro Padre Dios
—De
cualquier forma —respondió Pedro— hay muchas trampas, engaños y tragedias.
—Sin lugar
a duda —agregó Manuel—, el mal acecha siempre, buscando cualquier resquicio. Además, le favorece el mundo y nuestra propia
débil carne.
—Sin
embargo, a pesar de todo eso, tal como dices, pocas cosas malas suceden.
—Evidentemente,
Jesús lo refleja y lo dice (Jn 1, 47-51), cuando, refiriéndose a Natanael, los
retrata como una buena persona. Y, ante su asombro, le promete ver cosas
mayores.
Los
ángeles se reflejan hoy en personas buenas, como Natanael, en quien Jesús
reconoció a un hombre íntegro, sin engaño.
Hombres y
mujeres que dejan transparentar la veta divina que atraviesa la realidad y que
se encarna en vidas confiadas, abiertas, generosas y entregadas.
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