Lc 10, 13-16 |
Cada día
me sorprende la reacción de mucha gente. No entiendo cómo pueden vivir sin
plantearse la cuestión de la trascendencia. No hablo solo de la fe, sino del
destino último de la existencia, de la continuidad de la vida en una dimensión
eterna. Es posible que no creas, pero, en lo más profundo de tu corazón, hay
una chispa de eternidad que no quieres apagar.
—Y tú, ¿te
has planteado este problema? —preguntó Pedro interpelando a Manuel.
—Sin
ninguna duda —respondió Manuel—. Siempre he sentido un santo temor de que la
muerte me sorprenda sin estar preparado. Mi lucha —si puedo llamarla así— es
esforzarme cada día por vivir de manera que ese momento no me encuentre
desprevenido.
—Conozco a
muchas personas que, aun sintiendo cercana la muerte, no se preparan. Incluso
siguen cerradas a la fe en la otra vida. ¡Y, la verdad, no lo entiendo!
—Ni yo
tampoco —dijo Manuel—. Jesús se sorprende de esa misma insensibilidad en sus
vecinos galileos. En Lc 10, 13-16 lo expresa con claridad al hablar de
la indiferencia con la que reciben su Palabra y sus obras.
—Es
sorprendente —comentó Pedro— ver cómo tanta gente, ya en edad avanzada, se
cierra a toda esperanza. ¿Acaso no ven que existen razones sólidas para creer
en otra vida?
—Sí, estoy
de acuerdo —concluyó Manuel—. Pero cuando uno da todo por supuesto y se instala
en sus seguridades, cierra su corazón, y nada logra hacerle cambiar. Aun así,
sigo pensando que es un misterio. No lo entiendo.
—Supongo
—dijo Pedro— que ahí interviene el demonio.
—Posiblemente
—asintió Manuel—. Pero cuando un corazón, por muy extraviado que esté, se abre
a la Palabra de Dios, el demonio no tiene nada que hacer.
Corozaín,
Betsaida o Cafarnaúm habían recibido toda la atención de Jesús. En ellas obró
numerosos milagros, pero nada de eso les hizo reaccionar. No expresaron
agradecimiento, no se dejaron interpelar por la Palabra del Maestro y sus vidas
no se transformaron.
Jesús fue recibido por aquellos pueblos como un feriante que trae entretenimiento y regalos, sin que, al marcharse, quedara huella alguna de su paso.
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