miércoles, 1 de octubre de 2025

UN SEGUIMIENTO COMPROMETIDO

Lc 9, 57-62

   Saber discernir —se preguntaba Pedro— no es cosa fácil. Se convierte en un dilema encontrar la mejor elección, y siempre estamos sujetos al error. No es cuestión de saber más ni de acumular conocimientos. Es cuestión de observar, aprender de cada paso y seguir eligiendo aquello que ya sabes que no es bueno.

   «Pero, ¿cómo sé lo que es bueno?», —se dijo Pedro, mirando a Manuel como si le preguntase.
    —Viviendo esa experiencia y sacando conclusiones de su resultado    —respondió Manuel—. Siempre mirando al bien, la verdad y la justicia. De ahí esa frase tan sabia: «La experiencia es la madre de la ciencia».
    —Pero… ¿Eso me llevará a cometer errores? —alertó Pedro.
   —Y también a aprender —contestó Manuel—. No basta el conocimiento teórico; es a través de la vivencia, la experimentación y el aprendizaje directo donde se construyen y se validan las verdaderas “ciencias” o saberes.

    La expresión de Pedro fue de sorpresa, pero también de aceptación y gozo.
    —¡Ah, ya! El error te enseña a no repetir de nuevo la misma acción.
  —Claro. Jesús lo dice (Lc 9, 57-62) cuando, ante las peticiones de varios, les contesta: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».
    —¿Y eso qué significa? —preguntó Pedro con cara de asombro.
  —Significa que el Reino que viene con Él no admite demoras; demanda una respuesta pronta, decidida y completa. Las frases con las que responde a las tres personas que desean seguirle son tajantes: no admiten componendas.
 
    Pedro asintió con una expresión de conformidad, dando a entender que había comprendido. Seguir a Jesús exige un compromiso pleno.
    Se hace necesario escuchar esas palabras y permitir que calen en nuestro interior para ser interpelados por ellas. El Evangelio nunca se puede domesticar: es siempre un cuchillo afilado que penetra hasta dentro, cuestionándonos y sacándonos de nuestra placidez.

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