jueves, 23 de enero de 2014

JESÚS NO ANDA SÓLO, LE SIGUEN MUCHOS

(Mc 3,7-12)

Jesús no ha venido para cumplir una misión y desaparecer. Jesús no se ha puesto a dirigir ni a realizar unos actos según a Él le parezca y luego dejó que los demás hicieran según creyeran. Nada de eso, Jesús vino a formar comunidad en torno a Él y a proclamar el Amor del Padre.

Y lo primero que hizo fue elegir a unos cuantos, le pareció que fuesen doce, y formó una comunidad donde todos se encargaban de algún servicio en concreto. Y desde ahí inició su misión dándoles poderes a sus discípulos para que hicieran lo mismo que Él. Les reveló la Voluntad y el Amor del Padre y los instruyó en la enseñanza de las Escrituras para que ellos la transmitieran a los demás.

Pero, sobre todo, les dejó un estilo de actuación que atraía a todos: su bondad, su forma de escuchar, de preocuparse por los problemas de los demás, sus atenciones y curaciones, sus soluciones y correcciones... La gente sentía la cercanía y el interés del Señor por atenderles y preocuparse por ellos, y por eso les seguían hasta acosarlo con la intención de tocarle.

Estar y seguir a Jesús es vivir en la misma actitud que Él, y eso nos desvía a atender a los necesitados, a los enfermos, a los más pobres y excluidos. No podemos seguirle si no estamos dispuestos a fundirnos en hermandad y unidad, porque sólo la unidad nos revela y testimonia como seguidores de Jesús. Démonos cuenta de cómo, a lo largo de los siglos, los cristianos nos hemos dividido en católicos, ortodoxos, anglicanos, luteranos, y un largo etcétera de confesiones cristianas. Pecado histórico contra una de las notas esenciales de la Iglesia: la unidad.

Sólo unidos testimoniamos nuestra fe en un sólo Dios y un sólo Hijo, que se hacen Uno para que también nosotros seamos uno.

miércoles, 22 de enero de 2014

LA VIDA ES LO PRIMERO


(Mc 3,1-6)

No se puede dejar las necesidades del hombre en un segundo plano. No se puede dar prioridad a normas y reglas que dejen al hombre en segundo lugar, porque el hombre es el centro de la creación y nuestro Padre Dios le ha dado todo su amor hasta el punto de entregar a su Hijo Predilecto para rescatarlo del pecado.

La vida es lo primero ya sea sábado o domingo. El hombre debe ser atendido por encima de liturgias, días, celebraciones  y lo que sea, porque es la preferencia de Dios y la criatura de Dios. Dios ha venido para salvar al hombre, y no por el hecho de ser sábado y la ley prohibirlo, el hombre no puede ser curado. Jesús rompe con esa norma haciéndoles ver que el hombre está por encima del sábado.

Y siente pena al comprobar que no le responden y permanecen encerrados en su corazón obstinados por poner la ley ante que el bien del hombre. Y eso mismo ocurre en nuestro tiempo. El hombre antepone sus egoísmos y satisfacciones al bien de sus contemporáneos y se instala el mal en el mundo.

Si no crece el amor, permanece el egoísmo y la búsqueda de uno mismo. Así, el hombre queda postergado a los intereses del mundo y la ley, que otros hombres prefieren para sus propios beneficios.

martes, 21 de enero de 2014

LA LEY PARA EL HOMBRE

(Mc 2,23-28)

Cada época ha marcado una etapa y un camino de evolución. Las leyes se han tenido que adaptar en función del hombre y para el bien del hombre. Pero no siempre ha sido así porque los legisladores han visto la oportunidad de hacerse los dueños de los hombres y dominarlos. Así las leyes han quedado estancadas y sometiendo a los hombres.

Una de estas leyes era la del sábado. No se podía hacer trabajos el sábado ni siquiera curar o satisfacer una necesidad urgente y necesaria. El hombre quedaba sometido al sábado por unos sacerdotes retrógrados e instalados en el poder. Jesús rompe con esas leyes y tradiciones que someten en lugar de liberar. Así rompe las normas sabáticas y se enfrenta a los sacerdotes y fariseos de su tiempo proclamándose Señor del sábado y liberando al hombre a su sometimiento.

Todo ha sido creado y establecido al servicio del hombre, porque es el hombre por quien el Padre ha entregado su Hijo y enviado para salvarlo.

lunes, 20 de enero de 2014

EL SEÑOR ESTÁ ENTRE NOSOTROS

(Mc 2,18-22)
 
No es tiempo de sacrificios ni de tradiciones basadas en costumbres y expresiones antiguas, se trata de que el Hijo del Hombre se hace presente entre los hombres, y se hace tiempo de gozo y de permanecer en su presencia. Él, el Esposo, el Hijo de Dios hecho Hombre está entre nosotros, ¿cómo entonces vamos a hacer ayuno? Conviene hacer fiesta, banquete, porque Él está con nosotros.

Habrá momentos de fortalecernos en la privación, en el sacrificio cuando el Esposo se vaya y cuando la fortaleza de la oración lo requiera. Ser perseverante exige esfuerzo, privación y ayunos para permanecer fuertes en la oración. El mundo nos tienta y nos debilita, y en esos momentos necesitamos estar fortalecidos para preservarnos del peligro.

Sin embargo, debemos romper con la rutina, con el ayuno por el ayuno y la costumbre. No se trata de cumplimientos ni de interpretar la ley, se trata de una vida nueva. Una vida cuyo centro sea el hombre y el amor por el hombre. Una vida con los valores que envuelven la misericordia y el perdón, y que son unidos y cultivados por el amor.

domingo, 19 de enero de 2014

JUAN DESCUBRE AL CORDERO DE DIOS

(Jn 1,29-34)
 
Juan señala a Jesús como el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Sabe que su misión ha terminado, y da paso a que Jesús, el enviado por el Padre, dé comienzo a la suya: Rescatar a todos los hombres del pecado, eso significa perdonarlos. Por eso, Juan lo anuncia como el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo.

La grandeza de Juan de quitarse del medio cuando le llega el momento. Eso descubre en él gran humildad, pues son momentos de tentaciones ante su popularidad y la admiración de tus discípulos. Juan les señala a Jesús y les abre el camino para que sigan al Único y Verdadero Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Él ha terminado su misión de preparar el camino.

¡Dios mío!,¿ cómo es posible que el pueblo no te haya conocido? Pero también me doy cuenta que hoy ocurre lo mismo, pues la verdad esta revelada y conocida por millones de personas, y sólo siguen unos cuanto. Me fío de Juan y de su testimonio de cómo el Espíritu Santo bajó a Jesús. Me fío Señor y te doy gracias por conservarme esa fe dentro de los peligros que supone la jungla de este mundo.

Pero más me fío de tu Palabra Señor, porque Tú eres la Verdad, el Camino y la Vida.

sábado, 18 de enero de 2014

DIME CON QUIÉN ANDAS Y TE DIRÉ QUIÉN ERES


(Mc 2,13-17)

Los refranes tienen mucho de verdad aunque no todos se pueden aplicar y guardan matices que no siempre se cumplen. Pero sí que es verdad que las apariencias y las amistades nos inclinan a juzgar a las personas y hasta repudiarlas por su presentación. No es cosa de ahora, sino que ha sido siempre.

Jesús tampoco escapó a eso en su época. Fue criticado porque compartía mesa y mantel con pecadores y publicanos. Ocurre hoy también que depende con quien vayas, te presentes o compartas comida, serás juzgados por los que se piensan y creen mejores y más limpios que los demás.

No deja de ser una idiotez que te creas superior a los demás, pues todo pasa por ponerte en su lugar y ver cómo lo harías tú. A veces son nuestros miedos y respeto humano lo que nos impiden actuar de la forma que nos gustaría y criticamos a los demás cuando nosotros si pudiéramos haríamos lo mismo. Nuestra mentalidad rural o urbana decide en muchos momentos nuestra forma de comportarnos.

De cualquier forma, Jesús nos une y nos revela un mismo Padre. ¿Cómo entonces puedes considerarte más que tu hermano? ¿Acaso un Padre Bueno y Justo no nos dará a todo lo mismo? Si uno tiene esta debilidad o esta imperfección, ¿Dios no lo quiere igual? Si Dios nos quiere a todos, ¿cómo tú haces distinción y te permites excluir?

No son los capacitados y perfectos los que necesitan médico. Esos ya lo tienen, ellos mismos. Son los enfermos, los pobres y pecadores los que necesitan ser sanados.

viernes, 17 de enero de 2014

ESCLAVITUD POR EL PECADO


(Mc 2,1-12)

Nos asombramos porque vemos caminar un paralítico pero ese asombro no mueve nuestro corazón a cambiar de vida, queda simplemente en asombro pasajero que se olvida con el ruido del mundo. ¿No nos pasa a nosotros también algo de eso? Oímos la Palabra, pero pronto muere dentro de nuestro corazón y escuchamos más la que proviene del mundo.

Me gustaría saber que fue de aquel paralítico y de otros muchos que fueron curados por Jesús. ¿Le habrán seguido durante toda su vida? Quiero pensar que sí, pero viendo la realidad de hoy me asalta la duda. Porque a nosotros nos ocurre igual: oímos su Palabra, muchos contemplamos milagros y otros los oímos de buena tinta, pero seguimos igual.

No esperes nada nuevo si tu vida hace siempre lo mismo. La fe hay que buscarla y pedirla, pero una fe activa, viva, encarnada en la vida y movida por el Espíritu Santo. Porque nosotros no sabemos ni qué hacer ni dónde ir. Es el Espíritu quien nos moverá, pero no lo hará sin contar con nuestro permiso. Y ese permiso necesitamos pedírselo al Señor para que nos empuje y nos fortalezca y podamos dar el paso de la fe.

Tampoco te preocupes, sólo tienes que abrirte y hacer el esfuerzo que Dios te pide, esa será tu fe, porque lo demás te lo irá dando el Espíritu Santo.