viernes, 21 de marzo de 2014

¿SOMOS CONSCIENTES DE LO RECIBIDO?

(Mt 21,33-43.45-46)


Mientras creamos que lo que tenemos es nuestro seguiremos pensando que nos lo merecemos y que nos pertenece por derecho propio. En ese sentido no estaremos dispuestos a compartirlo con nadie ni a rendirle cuentas a nadie de cómo lo administramos. Haremos lo que creamos que es mejor para nuestros propios intereses.

Esa es la realidad de lo que está pasando en nuestro mundo. Mientras unos se apoderan de lo ajeno, otros se matan por apoderarse de las mejores tierras o los mejores lugares que existen. Todo se reduce a quitar a unos para ponerme yo. Y las consecuencias no se nos esconden, están a vista de todos: Hambre, miserias, injusticias, guerras, muertes y explotación de los más débiles y pequeños.

Se nos ha dado un mundo con lo suficiente para todos, un mundo para ser administrado con justicia, amor y paz. Un mundo donde el Amor de Dios sea el denominador común y en Él el amor entre todos. Y se nos ha enviado a Jesús, el Hijo de Dios, para que sigamos sus enseñanzas y vivamos el Reino que Él nos propone, pero le hemos rechazado apoderándonos de mundo y administrándolo a nuestro antojo.

Los resultados nos descubren claramente que estamos equivocados, pues los frutos que se desprenden de nuestro trabajo no son los esperados ni los deseados: hambre, sed, violencia, odio, guerras, muertes... no son frutos deseados por nadie, pero nuestra avaricia y egoísmos no generan otra cosa.

Y Jesús les dice: « ¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos? Por eso os digo: se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos».

jueves, 20 de marzo de 2014

EL SENTIMIENTO DE COMPARTIR



A nadie se le esconde el sentimiento de compartir. Vive dentro de nuestro corazón y en la abundancia experimentamos la necesidad de compartir. Pero también en la escacez, cuando los tiempos no son propicios, descubrimos que debemos compartir. Es la lucha de cada día de cerrarnos a la caridad y al compartir con los demás, sobre todo con los necesitados.

(Lc 16,19-31)


Nuestra naturaleza nos arrastra y nos inclina al egoísmo y se nos hace cuesta arriba dar y darnos. Ocurre lo mismo con nuestro tiempo. Lo queremos acaparar y gastar en nosotros mismos y, a pesar de entenderlo, nos cuesta enormemente compartirlo en y por los demás. Se hace importante descubrir que nosotros solos no podemos, pero con Jesús y por su Gracia podemos lograrlo.

Hoy, la Palabra de Dios, nos narra la parábola del rico epulón, y como un rico no repara en los sufrimientos y carencias del pobre que espera y yace en sufrimientos próximo a su casa. Los perros obtienen mejor provecho que él al comer los restos que caen al suelo. ¿Nos puede estar ocurriendo a nosotros lo mismo? ¿Es nuestra vida un desenfreno de indiferencia y olvido de los que no tienen escasamente ni para comer?

Se trata de eso, y de las consecuencias que nos puede traer esa indiferencia y despreocupación. De cualquier forma estamos avisados y no podremos justificarnos como quiso hacer el rico epulón. Tuvo la oportunidad de cambiar su vida simplemente con sentar a Lázaro a su mesa, pero la suficiencia, el egoísmo, la arrogancia y vanidad terminaron por arruinar tu vida.

¿Qué haremos nosotros? ¿Permanecemos impávidos y tranquilos arriesgando que nos ocurra igual? ¿O ponemos nuestro corazón en Manos de Jesús para que lo transforme en un corazón generoso y dado?




miércoles, 19 de marzo de 2014

LOS OBSTÁCULOS DE MI CAMINO

(Mt 1,16.18-21.24a)


Cuando miras para atrás no debe ser para acomodarte en la nostalgia o vivir de lo logrado, o simplemente para instalarte en los éxitos pasados. ¡No!, debe ser para recordar tu camino y animar tu destino. Saber a dónde tienes que ir marca tus pasos y aviva tu ritmo, pero más si ese destino es la felicidad que buscan y la que ansías por encima de tu propia vida terrenal.

Sí, hay muchos obstáculos que te lo impiden y que amenazan tu caminar, pero el esfuerzo diario por seguir adelante mantiene tus esperanzas y fortalece tus pasos. Experimentar la debilidad de tu egoísmo y la loza pesada que te invita a hacer lo que no quieres hacer, es la dificultad presente en la caminata de cada día. Ayunar, dar limosna y orar rompen el ritmo de tu vida egoísta, placentera, egocéntrica y gozosa. Hay muchas posadas a lo largo de tu camino que te invitan a entrar, a descansar en tu egoísmo y vanidad, y a dejarte mecer por la corriente del placer y la buena vida.

Cuesta dejar todo eso y seguir el camino por donde hay espinas, tropiezos, incomprensiones, renuncias, amarguras y tristezas. Momentos de dudas, de sentirte atraído a volverte atrás, de abandono... Sin embargo continúas y permaneces en el camino. Eso tiene un nombre, se llama: "Esfuerzo": Bueno es aquel que, elevando su mirada, hace esfuerzos para que la propia vida se acomode al plan de Dios. Y es bueno aquel que, mirando a los otros, procura interpretar siempre en buen sentido todas las acciones que realizan y salvar la buena fama.

Así lo hizo San José, día que hoy celebramos, y así, no solos sino por la Gracia de Dios y en Él injertados, debemos esforzarnos en hacerlo también nosotros. Pidámoselo al Padre en nombre del Hijo. Amén.

martes, 18 de marzo de 2014

ESCÓNDEME EN TI SEÑOR

(Mt 23,1-12)
 
No quiero moverme por mis egoísmos y apetencias y experimento que son ellos los que me mueven muchas veces y actual para lucirme o ser visto. Mi corazón no quiere. Tú lo sabes Señor y eso me tranquiliza aunque falle muchas veces. Si pudiera elegir con un "sí o no", diría sin dudar "No". Quiero pasar desapercibido y escondido en Ti Señor y actuar movido por tu Amor y no para mi lucimiento.

Ilumina mi vida y mi entendimiento para sólo tener ojos para mirarte a Ti y seguir el camino que Tú me señalas. Tú tienes siempre la última Palabra en mi vida y en Ti depositaré todas mis esperanzas y referencias. Dame también Señor la voluntad y la capacidad de vivir todo aquello que proclamo referente a tu Palabra e imitarte sólo a Ti, porque sólo Tú tienes Palabra de Vida Eterna.

Aléjame de toda vanidad y avaricia, y de toda tentación de gustarme en lucimientos, vanaglorias y saludos de halagos y reverencias. Porque eso Señor me apartaría de Ti al tener ya recibida mi recompensa. Dame el don de esconderme y de permanecer en lo oculto.

Sólo, Señor, servir según lo que mi boca proclame y sea capaz de manifestar. Cierra mis oídos a toda murmuración y guarda mi boca de toda maledicencia, para que sólo proclame los pensamientos que bendigan.

lunes, 17 de marzo de 2014

TAN BREVE, PERO TAN DENSO Y PROFUNDO

(Lc 6,36-38)


Con tan pocas palabras no se pueden expresar tanta profundidad y tanto contenido. Nuestra principal actividad es la de opinar, que no es nada malo, pero muy inclinados a juzgar y también a dictar justicia. Supongo que a cada instante entramos en esa dinámica y nos erigimos en jueces y legisladores, perdiendo quizás nuestro sentido compasivo y misericordioso.

Quizás sea nuestro mejor retrato, y quizás sea así porque lo vivimos y realizamos sin darnos cuenta. Siempre nos gusta comparar y estar por encima de otros, y buscamos la manera de medir con distintas medidas y exigentes juicios exentos de compasión y misericordia.

Y es que, tocados por el pecado, nuestra naturaleza está inclinada a señalar y justificar nuestras limitaciones por culpa del otro, de manera que siempre nosotros quedamos excluidos de toda culpa. Eva señaló a Adán, y yo te señalo a ti. La única solución de sanación está en vivir según nuestro Señor y acogernos a su eterno Amor. En Él seremos fuertes para poder vernos, conocernos y perfeccionarnos.

Porque con la medida que haya perdonado, servido, juzgado, condenado, justificado... así se me hará a mí. Y no sólo realizado sino también pensado, porque mi Padre que ve en lo escondido sabe todo de mí.

domingo, 16 de marzo de 2014

¡CONTAMOS CON VENTAJA!

(Mt 17,1-9)
 
Se hace difícil comprender el lenguaje de Jesús. Incluso para sus discípulos que no entienden lo de la muerte y resurrección. No les cabe en la cabeza que Jesús pueda sufrir, y menos tanto como Él les anuncia. Un Hombre bueno, compasivo y que tanto bien esta haciendo. ¿Por qué se iban a atrever matarlo?

Resulta difícil explicar, pero más difícil les resultaba a los apóstoles entender. Sin embargo, Jesús sabe para que ha venido y lo que tenía que padecer por la soberbia y rechazo de los hombres. Posiblemente, los apóstoles estaban confundido y desconcertados, Jesús se lleva a Pedro, Santiago y a su hermano Juan con Él y sube con ellos a un monte alto y allí se transfigura delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con Él. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».

¡Que bien nos sentimos cuando estamos con el Señor! Pero la realidad es otra y tenemos que bajar de la montaña para seguir la ruta de nuestro camino por este mundo y en este lugar y momento, porque esta es la hora que nos ha tocado vivir. Y desde el contacto con el Señor y sostenidos por su Alimento Eucarístico encontramos las fuerzas y la esperanza para seguir adelante.

Nosotros si podemos entenderlo, porque Jesús, ya Resucitado, está entre nosotros y su Resurrección nos alumbra y nos revela su triunfo sobre la muerte. En Él podemos confiar porque todo en Él se ha cumplido. ¡Estamos salvados!

sábado, 15 de marzo de 2014

EL AMOR NO TIENE LIMITES

(Mt 5,43-48)


Es disparatado orar y hacer prácticas religiosas sin una respuesta efectiva en tu vida. Una respuesta que haga que ese amor que presenta tu oración y reflejas en prácticas religiosas se concrete en el amor a los demás bien sean amigos o enemigos.  Porque cuando derramas afecto, compasión, misericordia, es decir, amor, se produce en aquel que no simpatiza o al que duele acercarse un efecto de correspondencia y de perdón. 

El amor gana autenticidad y se hace coherente y verdadero. La oración y prácticas religiosas que nos acercan y cultivan nuestra amistad y relación con el Señor son la causa que genera el afecto de amar sin condición y cuyo efecto es el perdón y más tarde la posibilidad de conversión. Por el contrario, cuando eso no es así produce el efecto opuesto, es decir, nuestra oración y prácticas religiosas son falsas e hipócritas.

Por eso cuando rezamos y hablamos con el Señor, pidámosle capacidad y valor para amar con efectividad a los que verdaderamente nos cuesta amar.