(Lc 6,36-38) |
Con tan pocas palabras no se pueden expresar tanta profundidad y tanto contenido. Nuestra principal actividad es la de opinar, que no es nada malo, pero muy inclinados a juzgar y también a dictar justicia. Supongo que a cada instante entramos en esa dinámica y nos erigimos en jueces y legisladores, perdiendo quizás nuestro sentido compasivo y misericordioso.
Quizás sea nuestro mejor retrato, y quizás sea así porque lo vivimos y realizamos sin darnos cuenta. Siempre nos gusta comparar y estar por encima de otros, y buscamos la manera de medir con distintas medidas y exigentes juicios exentos de compasión y misericordia.
Y es que, tocados por el pecado, nuestra naturaleza está inclinada a señalar y justificar nuestras limitaciones por culpa del otro, de manera que siempre nosotros quedamos excluidos de toda culpa. Eva señaló a Adán, y yo te señalo a ti. La única solución de sanación está en vivir según nuestro Señor y acogernos a su eterno Amor. En Él seremos fuertes para poder vernos, conocernos y perfeccionarnos.
Porque con la medida que haya perdonado, servido, juzgado, condenado, justificado... así se me hará a mí. Y no sólo realizado sino también pensado, porque mi Padre que ve en lo escondido sabe todo de mí.
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