(Mt 17,1-9) |
Se hace difícil comprender el lenguaje de Jesús. Incluso para sus discípulos que no entienden lo de la muerte y resurrección. No les cabe en la cabeza que Jesús pueda sufrir, y menos tanto como Él les anuncia. Un Hombre bueno, compasivo y que tanto bien esta haciendo. ¿Por qué se iban a atrever matarlo?
Resulta difícil explicar, pero más difícil les resultaba a los apóstoles entender. Sin embargo, Jesús sabe para que ha venido y lo que tenía que padecer por la soberbia y rechazo de los hombres. Posiblemente, los apóstoles estaban confundido y desconcertados, Jesús se lleva a Pedro, Santiago y a su hermano Juan con Él y sube con ellos a un monte alto y allí se transfigura delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron
blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que
conversaban con Él. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor,
bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti,
otra para Moisés y otra para Elías».
¡Que bien nos sentimos cuando estamos con el Señor! Pero la realidad es otra y tenemos que bajar de la montaña para seguir la ruta de nuestro camino por este mundo y en este lugar y momento, porque esta es la hora que nos ha tocado vivir. Y desde el contacto con el Señor y sostenidos por su Alimento Eucarístico encontramos las fuerzas y la esperanza para seguir adelante.
Nosotros si podemos entenderlo, porque Jesús, ya Resucitado, está entre nosotros y su Resurrección nos alumbra y nos revela su triunfo sobre la muerte. En Él podemos confiar porque todo en Él se ha cumplido. ¡Estamos salvados!
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