(Mt 1,16.18-21.24a) |
Cuando miras para atrás no debe ser para acomodarte en la nostalgia o vivir de lo logrado, o simplemente para instalarte en los éxitos pasados. ¡No!, debe ser para recordar tu camino y animar tu destino. Saber a dónde tienes que ir marca tus pasos y aviva tu ritmo, pero más si ese destino es la felicidad que buscan y la que ansías por encima de tu propia vida terrenal.
Sí, hay muchos obstáculos que te lo impiden y que amenazan tu caminar, pero el esfuerzo diario por seguir adelante mantiene tus esperanzas y fortalece tus pasos. Experimentar la debilidad de tu egoísmo y la loza pesada que te invita a hacer lo que no quieres hacer, es la dificultad presente en la caminata de cada día. Ayunar, dar limosna y orar rompen el ritmo de tu vida egoísta, placentera, egocéntrica y gozosa. Hay muchas posadas a lo largo de tu camino que te invitan a entrar, a descansar en tu egoísmo y vanidad, y a dejarte mecer por la corriente del placer y la buena vida.
Cuesta dejar todo eso y seguir el camino por donde hay espinas, tropiezos, incomprensiones, renuncias, amarguras y tristezas. Momentos de dudas, de sentirte atraído a volverte atrás, de abandono... Sin embargo continúas y permaneces en el camino. Eso tiene un nombre, se llama: "Esfuerzo": Bueno es aquel que, elevando su mirada, hace esfuerzos para que la
propia vida se acomode al plan de Dios. Y es bueno aquel que, mirando a
los otros, procura interpretar siempre en buen sentido todas las
acciones que realizan y salvar la buena fama.
Así lo hizo San José, día que hoy celebramos, y así, no solos sino por la Gracia de Dios y en Él injertados, debemos esforzarnos en hacerlo también nosotros. Pidámoselo al Padre en nombre del Hijo. Amén.
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