miércoles, 28 de agosto de 2024

SEPULCROS BLANQUEADOS

No todo lo que reluce es oro aunque, aparentemente, parezca oro. Hay muchas joyas, y eso todos lo sabemos, que aparentando ser de oro no lo son. Están revestidas con un baño de oro que esconde la calidad de su metal y brilla tal y como si fuera oro. Es verdad que tienen algo de oro – un simple baño – pero no lo son.

De la misma manera, Jesús, nuestro Señor, nos descubre hoy en el Evangelio esa actitud de fariseos y escribas que aparenta ser lo que no son. Se adornan externamente, en apariencias, de buenas obras y actitudes, pero, la realidad es muy diferente. Jesús lo expresa de una manera muy clara y tajante: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad.

Quizás nosotros estemos en la misma tesitura. Nos creemos mejor que nuestros antepasados, e incluso que los contemporáneos de Jesús. Nos parece, simplemente parece, que no hubiésemos actuado como ellos. Sin embargo, la realidad presente nos descubre y nos deja a la intemperie: En realidad, ¿actuamos siguiendo la Voluntad del Padre según nos sugiere, proclama y enseña nuestro Señor Jesús con su Palabra? ¿O, realmente, seguimos justificándonos y creyéndonos mejor que nuestros padres?

¿Cuál es mi actitud? Creo y respondo a mi compromiso bautismal? Hay tela que cortar, y cada cual debe cortar la suya.

martes, 27 de agosto de 2024

SI CUMPLES, PERO NO ERES JUSTO, MISERICORDIOSO Y FIEL, DESCUBRES TUS HIPOCRESÍAS.

No es lo más importante cumplir con los preceptos y normas que marcan la ley, sino que lo verdaderamente importante de la Ley es la justicia, la misericordia y la fidelidad. Esas son las Palabras de Jesús en el Evangelio de hoy: (Mt 23,23-26): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el …

Sus palabras son tan claras que no admiten discusión. Quizás, lo único que nos cuestiona es revisar nuestra vida y descubrir muchos momentos, al menos yo así lo reconozco, en los que posiblemente, unas veces consciente y otras inconsciente, hemos tenido algo de hipócrita.

Y lo hemos sido cuando nos hemos situado entre Dios y los hombres para dar ejemplo e interpretar las acciones de otros. Quizás no nos hemos dado cuenta muchas veces, pero instintivamente corregimos y enjuiciamos las actuaciones de otros sin saber realmente lo que hay más allá donde nosotros no llegamos ni alcanzamos a ver.

Dejemos que Dios determine el qué, el cuándo y el cómo de su proximidad a cada persona. El lo sabe todo, y como Creador que es, ¡ya es lo bastante experto como para conseguir que su creatura se percate de ese amor directa y libremente (del Evangelio Diario en la compañía de Jesús – Francisco José Ruiz, SJ).

lunes, 26 de agosto de 2024

NO QUIERO SER PIEDRA QUE CORTA EL CAMINO

Confieso que me ha impactado este Evangelio. Y, ¿cuántas veces lo he leído? Pues, supongo que muchas, hasta el punto de que en muchos momentos lo pongo como ejemplo de lo que no se debe hacer. Sin embargo, hoy, al leerlo, me he señalado a mí mismo, cosa que no me había ocurrido antes.

¿Estaré yo, he sentido temor, entre esos que hacen prosélitos y luego les doy mal ejemplo? ¿Seré yo de los que influyan en mis relaciones para que otros se pierdan o se alejen del Señor? Me hago esa pregunta en este momento, y sólo se me ocurre ponerme delante del Señor y pedirle que haga que mi vida no sea obstáculo para que otros – sobre todo aquellos que se relacionan conmigo de alguna manera, incluso por el camino virtual de Internet, sean peores personas o se alejen más de Ti, Señor.

Da la casualidad de que en esta oración «¡Enséñame, Señor!» que rezo todas las noches, hay una estrofa que dice así: «Que nunca alguien sea menos bueno por haber percibido mi influencia. Que nadie sea menos puro, menos veraz, menos bondadoso, menos digno, por haber sido mi compañero de camino en nuestra jornada hacia la VIDA ETERNA».

Y continúa: Y eso te pido, Señor, enséñame a ser dulce y delicado en todos los acontecimientos de la vida, en los desagrados, en la inconsideración de otros, en la insinceridad de aquellos en quienes confiaba, en la falta de fidelidad de aquellos en quienes yo descansaba.

domingo, 25 de agosto de 2024

¡SEÑOR!, ¿A QUIÉN VAMOS A ACUDIR?

Esa es la pregunta del millón: ¿A quién vamos a acudir, si Tú, Señor, desapareces de nuestra vida? Sólo Tú tienes Palabra de Vida Eterna. Esa es la respuesta que sale de lo más profundo del corazón humano. Al menos, de aquellos que han experimentado la presencia del Señor en sus vidas.

Pedro, lo había experimentado aquella tarde noche de sus negaciones. Más sus firmes convicciones en creer en el Señor y en haber experimentado su Infinita Misericordia le impulsan a declarar: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo de Dios».

Y nosotros, ¿qué decimos hoy y ahora? ¿Creemos firmemente en el Señor a pesar de la dureza del camino? ¿Nos hemos cuestionado esa pregunta, o simplemente pasamos de ella y nos limitamos a meros cumplimientos hasta que las dificultades nos impidan seguir? ¿Cuán es nuestra verdadera actitud?

Es evidente que la fe, salvo excepciones y la Gracia de Dios, se va fortaleciendo en la convivencia y relación íntima del día a día, y, sobre todo, con el tiempo. De la misma forma que el metal se forja golpe a golpe y en la fragua, también nuestra fe se va gestando en el tiempo y con la experiencia, a veces dura y difícil de asumir.

 ¡Claro!, surgirán dudas, debilidades, deseos de abandono, incomprensiones y oscuridades que no entenderemos, pero, la forja de nuestra fe necesitará esos golpes que la vayan forjando y moldeando hasta llegar a experimentar la cercanía y presencia del Forjador. Demos tiempo al Señor, nuestro Dios, para que vaya, como el alfarero, moldeando nuestro corazón y fortaleciendo nuestra fe.

Respondamos como Pedro: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo de Dios». Y démosle tiempo al tiempo. La paciencia es un don que debemos pedir al Señor para dejar que su Gracia y su Infinita Misericordia fortalezcan nuestra fe.

sábado, 24 de agosto de 2024

EN LO PEQUEÑO SE ESCONDE LO GRANDE

El sentido común nos dice que lo pequeño tiene poca importancia. Esa es la costumbre y como, de alguna manera, todos tenemos entre ceja y ceja de que lo importante está en las cosas grandes, suntuosas, poderosas y que nos llama la atención. ¿Acaso algo insignificante y pequeño puede ser importante y grande?

Natanael era uno de esos, entre muchos de nosotros, que pensaba de esa manera. No podía imaginarse que de una aldea pequeña e insignificante como Nazaret pudiera venir el Mesías: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?». Y nosotros, ¿qué decimos?

Porque, lo importante no es lo que pasó, sino lo que nosotros pensamos ahora: ¿Se esconde el Señor en las cosas pequeñas, humildes, débiles e insignificantes? ¿Dónde le busco yo? ¿Acaso creo que Dios está en lo grandioso, en lo que considero importante, en lo notable, en las cosas heroicas y espectaculares? Sería de vital importancia discernir y respondernos a nosotros mismos sobre esa auto pregunta.

No obstante debemos asumir que lo verdaderamente importante de nuestra vida se esconde en lo pequeño. Lo máximo empieza en lo mínimo, y no al revés. La felicidad se esconde en la grandeza de lo sencillo, de lo que pasa casi sin darnos cuenta, de lo suave y silencioso que está delante de nuestros ojos. Precisamente, Dios está en la suave briza, nos recuera algo esta frase.

Busquemos, pues, en lo sencillo y cotidianos de cada día la presencia de Dios Un Dios que viene a nosotros desde la humildad de Nazaret después de tomado naturaleza humana en un simple y humilde pesebre de Belén.

viernes, 23 de agosto de 2024

AMAR COMO NOS AMAMOS A NOSOTROS MISMOS

A veces nos llenamos de normas y preceptos que, incluso, no nos da el tiempo para cumplirlos todos. Y, aunque son necesarios, no son imprescindibles no lo esencial del cristiano. Un cristiano comprometido con su fe de bautismo sabe, o al menos debe saber, que el primer mandamiento es Amar al Señor, mi Dios con todo mi corazón, con toda mi alma y con toda mi mente.

Pero, la prueba de ese amor se concreta y visibiliza en el amor al prójimo de la misma manera que te amas a ti mismo. Significa que, no está este mandamiento por encima del Amar a Dios – el primero – sino que va cogido de la mano y unido a él. De tal forma que, si no amas a tu prójimo, que lo tienes delante de ti, como te amas a ti mismo, estás mintiendo cuando dices que amas a Dios con todo tu…

Claro queda que para cumplir, digamos el segundo, se hace imprescindible el primero. Sin amar a Dios, nuestro Padre, y estar unido a Él de manera íntima, firme y filial como un hijo depende de su padre, nuestra capacidad de amor a nuestro prójimo se desvanece y debilita, y terminamos amándonos a nosotros más que a nuestros prójimo. Nos decimos:  primero yo, y siempre yo, y después los demás.

En consecuencia: Nuestro Amor a Dios lo hacemos visibles en la medida que tratamos y nos esforzamos, injertados en el Espíritu Santo, en amar a nuestros prójimos. Si bien, es verdad, no se trata de agradar y facilitar todo lo que te pidan, sino de dar lo que realmente es necesario y les conviene.

Amar es una cuestión muy difícil, un compromiso más que afectos y sentimientos. De ahí la imprescindible necesidad de estar conectado al Espíritu Santo, para que con su asistencia y ayuda poder encontrar los verdaderos caminos por donde señalar, ayudar y orientar a hacer el bien en la vida de nuestros prójimos.

jueves, 22 de agosto de 2024

BUSCAN LA FELICIDAD, PERO NO SABEMOS DÓNDE NI CÓMO

Al empezar a leer este pasaje evangélico y encontrarme con la parábola del rey que celebraba la boda de su hijo, no pude evitar el pensar que la vivimos realmente en este momento, y, diría, que siempre. Muchos, buscando la felicidad, nos perdemos en el camino sin saber dónde ni cómo podemos encontrarla.

Desoyendo la invitación de Dios – el Rey de la parábola – y pensando que nuestros objetivos e intereses son más importante que asistir ahora a un banquete de boda, buscamos en nuestro trabajo, en nuestros intereses, en nuestras ideas y objetivos, satisfaciendo nuestras pasiones y egoísmos, esa felicidad que anhelamos. Y damos la espalda a ese Rey – Dios nuestro Padre – que nos invita al Banquete de Vida Eterna.

Y eso, hermanos en la fe, y también los que así no se consideran, está sucediendo en este momento de tu vida y la mía. Dios, nuestro Padre, nos invita con una Paciencia sin límites, y un Amor Misericordioso Infinito, a que acudamos a Él, a que nos  revistamos de ese traje de la Gracia, que Él nos regala gratuitamente, y participemos del Banquete que nos trae su Hijo, nuestro Señor, dándonos a comer su Cuerpo, y a beber su Sangre, para que, en Él, alcancemos la plenitud de gozo y felicidad de Vida Eterna.

Mientras, ¿qué respondemos nosotros? Posiblemente muchos ni hacemos caso; otros miramos para otra parte y elegimos las cosas de este mundo, y otros, quizás los menos, tratamos de prepararnos, revestirnos de ese traje de fiesta – la vida de la Gracia – y acudir a invitación a ese Banquete de Vida Eterna.

Nunca debemos perder de vista que, sólo revestido de ese traje de fiesta podemos asistir a ese Banquete. Y eso empieza por nuestro bautismo, y termina, en la frecuencia de nuestra vida, en el frecuente alimento del Pan de Vida – Eucaristía – y en la Misericordia Infinita de nuestro Padre Dios, que nos perdona en el Sacramento de la reconciliación. En ellos cargamos nuestras pilas de la Gracia para renovarnos y llevar siempre ese traje de fiesta que nos hace hijos de Dios y herederos de su Gloria.