No todo lo que
reluce es oro aunque, aparentemente, parezca oro. Hay muchas joyas, y eso todos
lo sabemos, que aparentando ser de oro no lo son. Están revestidas con un baño
de oro que esconde la calidad de su metal y brilla tal y como si fuera oro. Es
verdad que tienen algo de oro – un simple baño – pero no lo son.
De la misma
manera, Jesús, nuestro Señor, nos descubre hoy en el Evangelio esa actitud de
fariseos y escribas que aparenta ser lo que no son. Se adornan externamente, en
apariencias, de buenas obras y actitudes, pero, la realidad es muy diferente.
Jesús lo expresa de una manera muy clara y tajante: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues
sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero
por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así también
vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis
llenos de hipocresía y de iniquidad.
Quizás nosotros
estemos en la misma tesitura. Nos creemos mejor que nuestros antepasados, e incluso
que los contemporáneos de Jesús. Nos parece, simplemente parece, que no hubiésemos
actuado como ellos. Sin embargo, la realidad presente nos descubre y nos deja a
la intemperie: En realidad, ¿actuamos siguiendo la Voluntad del Padre según nos
sugiere, proclama y enseña nuestro Señor Jesús con su Palabra? ¿O, realmente,
seguimos justificándonos y creyéndonos mejor que nuestros padres?
¿Cuál es mi actitud? Creo y respondo a mi compromiso bautismal? Hay tela que cortar, y cada cual debe cortar la suya.
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