Es el final de
Juan, pero el principio de la vida pública de Jesús, y con Él, el inicio del
anuncio de la Buena Noticia. Jesús es el Mesías esperado, el Hijo de Dios,
encarnado en Naturaleza Humana, para redimir a todos los hombres de sus pecados
y darles, por la Gracia y el Amor Misericordioso del Padre, Vida Eterna.
Juan denuncia el
abuso de poder, la infidelidad e injusticia del tetrarca Herodes que busca sus
intereses egoístamente sin importarle la situación de los demás. Una situación
de injusticia en la que se somete a los débiles y se pisa a todo aquel que
denuncia y defiende la verdad y la justicia.
Juan se ganó la
animadversión de sus contemporáneos en el poder. Defendió la verdad, y anunció
la llegada del Mesías, el prometido y enviado por el Padre, anunciando la
necesidad de una conversión y arrepentimiento por el bautismo de agua, que, más
tarde, con la llegada de Jesús, sería de Espíritu Santo. Hoy, por suerte, hay
muchos «juanes» que también
defienden la verdad y anuncia la Buena Noticia hasta el extremo de dar su vida.
Quizás nos parece
algo que sucedió hace ya muchos siglos, sin embargo sigue sucediendo en la
actualidad. Hay muchos pueblos subyugados de forma oligárquica y en donde uno
se erige como señor de todos. Verdaderos dictadores que gobiernan como si todo
dependiera de él y el pueblo fuesen sus vasallos.
Hay ejemplos que todos conocemos y nos vienen a nuestra mente, mientras leemos esta humilde reflexión, Y que, como pasó con Juan, hoy también ha pasado y pasa con muchos que levantan su voz para defender la verdad, pedir justicia y anunciar que el Hijo de Dios vendrá a redimir y salvar a los hombres de la esclavitud del pecado.
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