sábado, 12 de abril de 2014

MIEDO A PERDER SU POSICIÓN

(Jn 11,45-56)


Los sumos sacerdotes andaban preocupados. La Palabra de Jesús, sus signos y obras no dejaban lugar a duda y muchos empezaban a creer en Él. El temor a que el pueblo terminara por creer en Él les empujo a tomar una decisión. (Pausa): ¿Es tu caso también ?

Temían que todo el pueblo fuera tras Él y que los romanos les destruyeran el lugar santo y la nación. (Pausa): ¿Es también tu lugar santo tu templo o parroquia? 

Caifás, sumo sacerdote aquel año, impulsado proféticamente, anunció que Jesús convenía que muriera para salvar al pueblo. Quizás nosotros pensemos lo mismo, aunque no nos detengamos a reflexionar imbuidos por las prisas y el consumo. Aquel día los sumos sacerdotes decidieron darle muerte y andaban atento buscando la ocasión para prenderlo. ¿Es esa también nuestra actitud?

Quizás Jesús ocupa un puesto más entre los objetivos e ideales que tenemos en nuestra vida. No es el primero ni el que dirige y motiva nuestra diario vivir y obrar, a pesar de que aparentemente es eso lo que de alguna manera queremos transmitir. Me escondo en muchas justificaciones y actitudes falsas e hipócritas y me autoengaño tradicionalmente entre lo que creo y debo.

Señor, llena y dale coherencia a mi vida para que sea capaz de hacer lo que creo según tu Palabra. Porque es tu Palabra la que quiero que rija mi vida. Amén.

viernes, 11 de abril de 2014

¿ENTENDEMOS NOSOTROS QUE JESÚS ES DIOS?

(Jn 10,31-42)


Así lo entendieron los judíos cuando manifestaron sus deseos de apedrearlo: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios». Dejan claro con sus intenciones que entienden que Jesús se proclama Dios: Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed por las obras, y así sabréis y conoceréis que el Padre está en mí y yo en el Padre».

La pregunta que se desprende de todo esto, al menos a mí, me sugiere eso, es: ¿Y yo que entiendo? ¿Entiendo yo también que Dios se ha hecho Hombre, encarnándose en María, para, tomando una Naturaleza humana como los hombres menos en el pecado, acercarse a ellos y, por amor, redimirlos entregando su vida en una muerte de Cruz?

¿Es Jesús, pues, nuestro redentor y salvador, por el Amor del Padre, que ha sido enviado para proclamar a los hombres su salvación? ¿Y sus obras, son signos y prodigios que descubren y revelan su Divinidad?

Señor todo lo que ha dicho Juan y todos aquellos profetas que le precedieron ha tenido perfecto cumplimiento en Ti. Lléname de tu Gracia para que mi fe sea grande y confiada en Ti. Amén.

jueves, 10 de abril de 2014

VIVIR SEGÚN TU PALABRA SEÑOR ES VIVIR ETERNAMENTE


(Jn 8,51-59)

No cabe ninguna duda que todos deseamos vivir eternamente. Es algo en lo que todos estamos de acuerdo, sin embargo, no todos hacemos lo que debemos por alcanzar esa vida eterna prometida. Porque quién la promete es Jesús en nombre del Padre. Nadie más habla de vida eterna, y menos aquellos que no creen en ella ni pueden darla.

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi Palabra, no verá la muerte jamás». Más claro el agua. No hay punto de discusión y sí, sólo se necesita fe. Y la fe supone, tal y como hizo Abrahán, ponerse en camino, buscar y escuchar la Palabra que Dios te indica y te confía. No pasivo, estático y con los brazos cruzados descubriremos y escucharemos la Palabra de Dios. La fe implica riesgo, camino, atrevimiento, confianza, abandono...

Así hizo Abrahán y los profetas, y todos los que nos han precedido en el seguimiento a Jesús, y también nuestros contemporáneos que caminan en su Palabra. Pero, también los hay que no confían ni creen en su Palabra, y no aceptan que Jesús se declare el Hijo de Dios. Ni que tampoco afirme y diga que Él ha existido siempre, desde el principio, porque es Dios y Hombre Verdadero.

No obstante, ese Dios que todos llevamos dentro no lo encontraremos en ninguna parte, porque está delante de nosotros, con nosotros y siempre que nos reunamos en su Nombre. Él se hace presente y comida para nuestro diario alimento: Nos espera en la Eucaristía.

miércoles, 9 de abril de 2014

¿REALMENTE SOMOS LIBRES?

(Jn 8,31-42)


Cuando nos atrevemos a reflexionar sobre la libertad, nos damos cuenta que nuestra libertad, valga la redundancia, no es libre sino que está sometida al pecado. Pecado de lujuria, pecado de soberbia, pecado de venganza, de odio, de egoísmo, de riqueza, de poder, de suficiencia, de pereza, de comodidad, de ira, de desobediencia, de...etc. La lista en numerosa y ancha, de ahí el peligro de escoger el camino de la puerta ancha y espaciosa.

Porque el pecado nos somete, no nos deja ser libres para elegir ese deseo profundo que habita en nuestro corazón y nos llama al amor, a hacer el bien, a desear la concordia, la justicia, la paz y la fraternidad entre todos los hombres. Porque el pecado nos arrastra e inclina a desobedecer, a dejar nacer y crecer dentro de nosotros esos sentimientos de soberbia, de ira, de lujuria, de venganza...etc. 

Entendemos de forma clara que lo que nos somete nace y tiene vida dentro de nuestro corazón. Ahí dentro nace el pecado y es ahí donde se ensucia nuestro corazón, no con las cosas de afuera. Sólo Jesús nos puede dar esa libertad que deseamos y queremos. Él, que es la Verdad Absoluta, nos hará libres rompiendo esas cadenas de esclavitud que nos someten.

Señor, Tú eres nuestra libertad y nuestra verdad. Sólo en Ti podemos romper esas cadenas de esclavitud que nos impiden ser y actuar como verdaderamente queremos ser. Danos tu Gracia para poder liberarnos. Amén.

martes, 8 de abril de 2014

SIN TI SEÑOR, ¿A DÓNDE VOY?

(Jn 8,21-30)


La experiencia de este mundo salta a la vista de forma muy clara. Cada día me sorprendo más de la ceguera de muchas personas, aparentemente inteligentes, pero, empiezo a dudarlo, porque no descubren ni advierten la hermosa claridad de la verdad que tienen delante. Pasa la vida y no experimentan la pregunta que late dentro de su corazón. ¿Qué sucede luego? ¿A dónde vamos? ¿Tiene esta vida caduca sentido?

Observo a muchos amigos que envejecen, que contraen enfermedades graves, y que muchos mueren, y me sorprenden que no reaccionan, que viendo no ven, que el mundo ha apagado las luces de la fe y que viven triste y resignados a su destino equivocado. ¿Es qué no oyen la Voz del Señor que les invita a una vida nueva, eterna y gozosa? ¿Es qué no entienden o no quiere entender?

Supongo y pienso que están muertos, poseídos, sometidos y esclavizados por el Príncipe de este mundo, y ciegos ante la Verdad que les invita y le abres los brazos del Amor y la Paz. Mientras hay vida tenemos la oportunidad de creer en el Señor y suplicarle que nos lleve con Él a ese lugar junto al Padre. Despertemos de la oscuridad de este mundo vacío y caduco.

Ilumina Señor mi entendimiento y dame la Luz de la Fe para seguir el camino de tu Cruz confiado y abandonado a tu Palabra.


lunes, 7 de abril de 2014

VETE, Y EN ADELANTE NO PEQUES MÁS

(Jn 8,1-11)

La consigna de Jesús es clara. No condena, pero ofrece un cambio de vida y no volver a cometer los mismos errores. Al menos a esforzarse en ello. Esto descubre un arrepentimiento sincero y poner de nuestra parte todo el esfuerzo necesario. Es posible que por nuestra condición pecadora y humana volvamos a caer, pero cuando el esfuerzo es sincero y en el Señor, su Gracia nos dará las fuerzas necesarias para corregirnos.

Sin lugar a duda, cuando nos examinamos nosotros primero, la misericordia se hace presente en ese mismo instante en lo más profundo de nuestro corazón. Jesús nos conoce y nos toca en lo más íntimo y hondo de nuestro corazón. Sabe de nuestros pecados y de nuestra humanidad pecadora. ¡Ha venido a salvarnos!

Por eso, nos invita a reflexionar interiormente para que veamos nuestras culpas y delitos. Quizás muchos de los presentes son cómplices y culpables de los pecados de aquella mujer que, ahora, quieren lapidar. Y cuando hacemos ese ejercicio humilde de vernos a nosotros mismos, no nos queda otra salida que la de perdonar como nos gustaría que nos perdonen a nosotros también.

Por eso, en la medida de que des y ofrezcas perdón, también serás tu perdonado delante de Dios.

domingo, 6 de abril de 2014

TAMBIÉN NOSOTROS ESPERAMOS LA RESURRECCIÓN

(Jn 11,1-45)


Posiblemente Jesús aprovechó esa muerte de su amigo Lázaro para Gloria de su Padre Dios, y para que muchos hombres creyeran en que Él era el Mesías. Termina el Evangelio de Juan afirmando esto: Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en Él.

Estamos inclinados a necesitar grandes prodigios, como es el resucitar de la muerte a una persona, para abrir nuestros ojos y creer seriamente. Eso le ocurrió a muchos judíos en aquella ocasión, pero nos ocurre también a nosotros ahora, en nuestro tiempo. 

A la pregunta de Marta por la tardanza de Jesús y la muerte de su hermanos Lázaro, Jesús responde:  «Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?». Le dice ella: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo». 

¿Y creemos nosotros también? Esa es la pregunta que busca respuesta en nuestra vida : vencer la muerte. Porque lo verdaderamente importante es vivir eternamente y Jesús nos propone esa vida eterna y gozosa en presencia del Padre. Estamos a pocos días de celebrar la Pascua, ese misterio del paso de la muerte a la vida, y aprovechamos la ocasión para, una vez más, pedirle al Señor la fe de Marta y María en la esperanza de resucitar en el Señor para la eternidad.

Porque el Señor es el Camino, la Verdad y la Vida.