(Jn 10,31-42) |
Así lo entendieron los judíos cuando manifestaron sus deseos de apedrearlo: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios». Dejan claro con sus intenciones que entienden que Jesús se proclama Dios: Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, aunque
a mí no me creáis, creed por las obras, y así sabréis y conoceréis que
el Padre está en mí y yo en el Padre».
La pregunta que se desprende de todo esto, al menos a mí, me sugiere eso, es: ¿Y yo que entiendo? ¿Entiendo yo también que Dios se ha hecho Hombre, encarnándose en María, para, tomando una Naturaleza humana como los hombres menos en el pecado, acercarse a ellos y, por amor, redimirlos entregando su vida en una muerte de Cruz?
¿Es Jesús, pues, nuestro redentor y salvador, por el Amor del Padre, que ha sido enviado para proclamar a los hombres su salvación? ¿Y sus obras, son signos y prodigios que descubren y revelan su Divinidad?
Señor todo lo que ha dicho Juan y todos aquellos profetas que le precedieron ha tenido perfecto cumplimiento en Ti. Lléname de tu Gracia para que mi fe sea grande y confiada en Ti. Amén.
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