lunes, 7 de abril de 2014

VETE, Y EN ADELANTE NO PEQUES MÁS

(Jn 8,1-11)

La consigna de Jesús es clara. No condena, pero ofrece un cambio de vida y no volver a cometer los mismos errores. Al menos a esforzarse en ello. Esto descubre un arrepentimiento sincero y poner de nuestra parte todo el esfuerzo necesario. Es posible que por nuestra condición pecadora y humana volvamos a caer, pero cuando el esfuerzo es sincero y en el Señor, su Gracia nos dará las fuerzas necesarias para corregirnos.

Sin lugar a duda, cuando nos examinamos nosotros primero, la misericordia se hace presente en ese mismo instante en lo más profundo de nuestro corazón. Jesús nos conoce y nos toca en lo más íntimo y hondo de nuestro corazón. Sabe de nuestros pecados y de nuestra humanidad pecadora. ¡Ha venido a salvarnos!

Por eso, nos invita a reflexionar interiormente para que veamos nuestras culpas y delitos. Quizás muchos de los presentes son cómplices y culpables de los pecados de aquella mujer que, ahora, quieren lapidar. Y cuando hacemos ese ejercicio humilde de vernos a nosotros mismos, no nos queda otra salida que la de perdonar como nos gustaría que nos perdonen a nosotros también.

Por eso, en la medida de que des y ofrezcas perdón, también serás tu perdonado delante de Dios.

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