martes, 14 de julio de 2015

UN DÍA Y OTRO, Y ME PARECEN IGUALES

(Mt 11,20-24)


Cuando me propuse escribir y reflexionar sobre el Evangelio de cada día, sabía que cada cierto tiempo se iba a repetir el mismo Evangelio. No obstante, los que vamos a misa a diario o con frecuencia tenemos la vivencia de oír repetidas veces el mismo Evangelio.

¿Quiere esto decir que se da la misma reflexión? ¿O qué sacamos la misma conclusión? Nada de eso. Cada vez que se oye la Palabra de Dios se da una nueva reflexión y un nuevo mensaje. Se ve la misma vivencia de diferente manera. No tienen que ver nada la una con la otra. 

A parte de ir a misa a diario, llevo haciendo estas reflexiones varios años, creo que cuatro, y repetidas veces la he hecho sobre el mismo pasaje evangélico. Creo que no hay ninguna igual, y aunque todas giran sobre la manera de vivir el amor, es inagotable la forma de vivenciarlo en cada circunstancia de la vida. Porque el amor es vida, y la vida, aunque parezca que cada minuto es igual al otro, nunca se repite.

El peligro estriba en que a nosotros nos parezca siempre igual. Y estas palabras que hoy nos dice Jesús, que es quien habla, nos sean indiferentes y las de mañana también. Así todo nos parece igual y hasta aburrido. Y sería imposible de reflexionar. Jesús nunca se repite y siempre nos abre caminos nuevos, frescos y con un horizonte cargado de esperanza. 

Ese es el caso de hoy. Nos advierte de nuestra indiferencia y de nuestra cerrazón, y nos previene de nuestra responsabilidad que tenemos al no escuchar ni responder a la proclamación de la Palabra. Habla de dos ciudades: Corozaín y Betsaida, que se acomodaron e instalaron ante la proclamación con milagros de la Palabra de Dios. Y también de Cafarnaún, que a pesar de los milagros que en ella se hizo, pasó indiferente a la Palabra del Señor.

¿Y qué ocurre con nosotros? ¿No nos indentificamos con Corozaín, Betsaida y Cafarnaún? ¿Estamos nosotros atentos a la Palabra del Señor? ¿Y le respondemos? Cada día es diferente a pesar de que a nosotros nos parezca igual, y lo son porque cada día la Palabra de Dios nos trae nuevas oportunidades de amar, de vivir su Palabra, de responder a las necesidades de quienes nos necesitan y de, escucharle, sobre todo de discernir sobre lo que quiere de mí. 

Estar atento es, quizás, el compromiso que hoy podemos sacar de esta humilde reflexión. Un compromiso de esforzarnos en vivir pensando que cada uno de nuestros actos tiene repercusión en la vida de los demás, sobre todo, en aquellos que de una manera más frecuente tienen relación con nosotros. 

lunes, 13 de julio de 2015

LA OPCIÓN DE SEGUIR AL SEÑOR PRODUCE ENFRENTRAMIENTOS

(Mt 10,34--11,1)


Cuando pones en el centro de tu vida al Señor, tu vida se complica y se producen luchas y enfrentamientos por desacuerdos y opciones que tratan de poner en cuestión la Ley de Dios. Entra el relativismo y la forma de ver cada cual según su forma de pensar y entender la ley con tendencia a barrer para su propia casa.

La familia patriarcal de aquella época en la sociedad judía choca con la Palabra de Jesús. Los derechos familiares quedan subordinados a la ley del amor que proclama Jesús, y pone a la persona por encima de leyes y derechos del pasado. Jesús se proclama como lo Primero, por encima de todo, y todo debe mirar en torno a Él.

Esto pone al pueblo judío en contradicción y en pie de guerra .El patriarca, el hombre de la familia, ve como sus derechos están sometidos al servicio del Señor. Y la familia percibe como el amor al patriarca familiar debe ser postergado ante el amor al Señor. En este sentido, las familias se ponen en crisis y se enfrentan en luchas por no asumir el mandato del Señor. Malo sería faltar al amor que propone Jesús por obedecer al padre, hermanos o hijos. La lucha y la guerra están servidas.

Al contrario, quienes son capaces de respetar, de tratar en justicia, de recibir en verdad y paz a los otros, incluso a los más pequeños, están recibiendo al mismo Señor. Esto deja en su verdadero sitio la medida del amor. Experimentamos que en este esfuerzo de amar, las cosas quedan en su justo lugar, pues todos son tenidos en cuenta, respetados y bien y mutuamente tratados. Son las consecuencias del amor. 

Comprendemos que es esa la mejor y justa medida, porque con ella todos salimos beneficiados. Ocurre que no todo es así, porque hay muchos que despiertan, por sus egoísmos, la guerra y los enfrentamientos al no aceptar la ley del amor. Quieren imponer su amor, su propio amor posesivo, centrados en ellos y para su servicio y propio aprovechamiento. Son los que reclaman derechos, pero se excluyen de deberes.

Está claro que esas personas son las que avivarán la guerra que profetiza Jesús. Son aquellos que prefieren que la ley siga igual y que el patriarca siga gozando de todos los derechos y servicios a él prestados. No les interesan renovar el corazón. Lo prefieren viejo, egoísta, cerrado y centrado en ellos. Quieren una paz donde ellos pongan las condiciones.

Danos Señor la sabiduría de entender la ley del Amor y de, renunciando a nuestra vida egoísta, abrazar la vida desde la vivencia del amor que Tú nos ofrece y propone. Amén.

domingo, 12 de julio de 2015

TODAVÍA NOS CUESTA ENTENDERLO

(Mc 6,7-13)

No es cuestión de entenderlo, porque me parece que lo entendemos, sino cuestión de experimentar la experiencia, valga la redundancia, de la Resurrección. Y nada mejor que el encuentro con la amenaza de la muerte.

Una experiencia cercana a la muerte revive en nosotros el valor de la vida y despierta el encuentro con Jesús, que nos ofrece la Vida Eterna. Sin ese encuentro se nos hace difícil entender el sentido y el compromiso de la misión. Los apóstoles y lo entendieron, y, en consecuencia, proclamaron esa Buena y Gran noticia: "La Salvación Eterna". Una noticia que sólo va dirigida a aquellas que se abren a ella. 

No es un mensaje que se impone, sino que se propone y se ofrece libremente, porque se sabe buscado y deseado por el hombre, aunque ignorado o ciego a descubrirlo. Por eso, donde no es aceptado se retira y se esconde. Digamos que no es una noticia que se repite inútilmente, sino que se da gratuitamente estando permanentemente abierta a su acogida y aceptación. 

Eres tú la llave que puedes abrirla y dejar que, sembrada en tu corazón, eche raíces y dé frutos. Verdaderos frutos de conversión que posibiliten y permitan la conversión de otros. No hay dependencia de medios de ninguna clase. Fuera alforjas, pan, sólo una túnica...etc. La eficacia del Mensaje no dependerá de lo que llevemos ni de lo que tengamos. Será la Gracia del Espíritu Santo.

Hoy, quizás con tantos avances técnicos, estamos tentados a apoyarnos en métodos, estrategias y medios que parecen garantizan el éxito del mensaje, olvidándonos de que lo único verdaderamente importante es la Gracia de Dios y la apertura de nuestro corazón a esa Gracia. Jesús nos lo dice claramente y nos previene contra los que se cierran a su Mensaje. No hay que darle más vuelta. Sólo importa dos cosas: abrirse a la Gracia de Dios depositando en Él toda nuestra confianza, y poner todo el esfuerzo por nuestra parte en amar según el Espíritu de Dios.

Y confiar y confiar abandonados a su Palabra y poniendo en Él toda nuestra fe para dejarnos conducir y guiar esforzándonos en vivir según su Espíritu con el testimonio de nuestra vida. Amén.

sábado, 11 de julio de 2015

PENDIENTE DE TI, SEÑOR


(Mt 19,27-29)

Sucede que, a menudo, no entendemos el significado de las cosas, y, o nos alejamos, porque nos sabemos o nos experimentamos incapaces de cumplir y vencernos, o nos angustiamos, con lo que se nos hace irresistible el camino, porque la propuesta de Jesús es superior a nuestras fuerzas...

En ambos casos nos equivocamos y no actuamos con sabiduría, prudencia ni sentido común., porque se impone primero escuchar y, segundo, reflexionar antes que actúa de forma precipitada y descomprometida. Porque, lo primero de todo, es confiar en la Palabra del Señor. Hay que saber que el Señor no nos puede mandar cosas superiores a nuestras propias fuerzas. Sería injusto, y eso no cabe en la Bondad del Señor. Y, segundo, que con la Gracia del Señor podemos vencer todas las dificultades que nos presenta nuestra propia naturaleza y las del mundo.

Dejarlo todo, al parecer la mayor dificultad de la que nos habla hoy el Evangelio, no significa despojarte de todos tus bienes. No es cuestión de quitar un pobre para ponerse otro. Se trata de compartir lo necesario para que, viviendo tú, también pueda remediarse el otro. En ese sentido, son los que más tienen y les sobra, los que están llamados a procurar que los más necesitados y desposeídos puedan satisfacer sus necesidades a un cierto nivel de dignidad.

Se trata de administrar lo que hemos recibido, por la Gracia de Dios, en bien de todos aquellos que lo necesiten y les podamos ayudar para que vivan dignamente como nosotros. No se trata de compasión, sino de compartir dignamente dándoles la oportunidad de responder a su propia dignidad de hijos de Dios. 

Dejarlo todo es poner por encima de todo y todos a Dios, siendo Él el Norte y Guía de nuestra vida. Dejarlo todo es optar por seguir al Señor anteponiéndolo a familia, hijos, hermanos, ocio, intereses y otros... Es vivir y actuar como lo han hechos Patriarcas, discípulos y elegidos del pueblo de Dios dándolo todo por ser fiel al mandato del Señor. 

Dejarlo todo es vivir injertado en el Señor en correspondencia a su Amor, y responder, por su Gracia, con la misma moneda en y para los hermanos. Porque sólo con esa única moneda del amor al prójimo podemos dar respuesta cumplida a su Palabra.

Y ya sabemos la respuesta del Señor. Se la dio a Pedro: «Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará vida eterna». 

viernes, 10 de julio de 2015

SIN ORACIÓN ESTAMOS PERDIDOS

(Mt 10,16-23)


Una misión tan arriesgada no se puede llevar sin oración. Porque la oración es el nexo de unión con el Señor. El Señor que nos ha prometido estar en todo momento con nosotros a través de su Espíritu. Cada día podemos tocarlo y alimentarnos de su Palabra y de su Espíritu. 

Vive y camina entre nosotros, y nos relacionamos con Él por medio de la oración. Es imprescindible estar en constante contacto con Él, y la oración es el vehículo que nos permite hablar con Dios. Dependerá de ese contacto diario el éxito de nuestra misión. Porque tendremos muchos problemas y dificultades, para lo cual necesitaremos fuerte voluntad y mucho valor a fin de vencer. Seremos perseguidos, azotados,  acusados y amenazados de muerte. Y no hace falta hablar mucho, porque es lo que estamos viendo ahora mismo.

Los titulares de los periódicos, redes sociales, medios informativos...etc., no dejan de darnos cada día noticias a este respecto. Concretamente, Asia Bibi, una pakistaní permanece privada de libertad hace ya cinco años por ser fiel a su fe en Jesús. Muchos creyentes han sido asesinados, y en mi país, España, se trata de echar a la Iglesia del colegio y prohibir las clases de religión católica y todo signo o imagen que represente al Señor. Son evidencias reales con las que vivimos cada día. 

Por lo tanto, la Palabra del Señor toma verdadero cumplimiento. Y el Señor nos aconseja ser sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Y eso intentamos confiados en la asistencia y poder del Espíritu Santo.: Defender y proclamar el Evangelio con la Verdad y en Justicia, sin desviarnos a hacerlo una causa nuestra y de nuestras propia ideas o ideologías.

Porque podemos caer en ese pecado y en una guerra por establecer nuestros valores, y no los Valores del Reino de Dios. Por eso, pedimos luz y sabiduría para, esperanzados en la victoria final y en el regreso del Hijo del Hombre, que pondrá todas las cosas en su sitio, ser fieles y perseverantes al mandato del Señor según su Voluntad.

No se trata de una lucha por ver quién triunfa. Somos enviados por el Señor en paz, como ovejas entre lobos. Abiertos a proponer la Verdad y la Justicia por Amor. Tal y como nos ha amado el Señor y como el mismo nos ha enseñado. Y de esa forma y asistidos por el Espíritu Santo nos esforzamos en proclamarlo. Amén.

jueves, 9 de julio de 2015

SIN EXIGENCIAS NI PODERES



Como ovejas entre lobos sabiendo que el Espíritu de Dios está entre nosotros. Sabiendo que en el peor de los casos ganamos la gloria y el gozo eterno con nuestra propia muerte. La experiencia de vencer el miedo de la muerte te llena de gozo y alegría, porque, ¿a quién temer si la muerte ha sido vencida? ¿No es eso vivir la experiencia y la proximidad del Reino de Dios?

Ante esta experiencia gozosa desaparece el miedo al ridículo, a las burlas o desprecio. Es más, te sientes satisfecho y alegre de sufrir por proclamar el mandato del Señor. Y esperanzado de alumbrar a aquellos que se experimentan lejos, agnósticos, sin esperanza y rendidos a la muerte. Porque debemos tomar conciencia que llevamos la Luz, la Esperanza, la Vida y la Felicidad plena. 

No hablamos de mediocridades, ni de experimentos, ni de probaturas. Hablamos del Reino de Dios. Reino que ya ha llegado, que está entre nosotros. Porque Jesús, el Reino de Dios, Vive y está entre nosotros. Él ha vencido la muerte y nos ofrece la oportunidad de vencerla nosotros también.

Es posible que ante estas proclamaciones, muchos puedan reírse y hasta burlarse. Hoy el Evangelio nos dice cómo actuar (Mt 10,7-15) y nos previene de posibles rechazos. El hombre es libre y el Mensaje de Jesús respeta sus decisiones. Eso sí, no hay porque insistir, pecado que quizás la Iglesia ha cometido en muchos momentos de su historia. Simplemente nos dice Jesús que sacudamos el polvo de nuestros pies al salir de su casa o del pueblo.

No hablamos de realidades del pasado, sino que las vivimos en la actualidad. Hoy hay muchos rechazos, pero la Iglesia continua su misión: "Proclamar el Reino de Dios", un Reino que está entre nosotros y que construimos en la medida que vivimos y establecemos lazos de fraternidad, de justicia y verdad, valores del Reino de Dios.

Y fieles a la misión que nos ha sido encomendada, continuamos nuestra humilde labor desde este humilde, valga la redundancia, blog, donde nos esforzamos e intentamos reflexionar cada día la Palabra de Dios a través del Evangelio y alumbrados desde el Espíritu Santo.

Y aprovechamos para, unidos a todos los que nos visitan, nos leen y se esfuerzan en darle vida a la Palabra, pedirle al Señor la sabiduría, la voluntad y las fuerzas necesarias para dar vida a esta Palabra en cada instante de nuestra vida. Cada renuncia por amor, es un tesoro guardado en nuestra cuenta particular del Cielo, donde el Señor nos regala (ciento por uno) el interés justo a nuestro amor. Amén.

miércoles, 8 de julio de 2015

TIERRA DE MISIÓN

(Mt 10,1-7)


No hemos nacido para el disfrute y el gozo, sino para buscarlo. Invertimos los términos y perdemos el norte, porque en lugar de servirnos de esta vida para ganar la verdadera, buscamos ganar esta vida y perdemos la que verdaderamente importa. Sin lugar a duda que nuestra vista es pésima y nuestra ignorancia todavía mayor. Y, atontados, nos dejamos conducir por otros más ciegos todavía. El resultado no puede ser bueno.

Buscar dentro de nosotros para encontrar nuestra verdadera misión. Está escrita por el Espíritu Santo en cada uno de nuestros corazones. Con nombre y apellidos. Has sido enviado, tú y yo, para buscar la felicidad y la vida eterna, pero esa felicidad y vida eterna la has de conseguir en el esfuerzo de cada día por dársela y anunciarla a los demás. 

Dios ha querido hacerlo de esa forma. Y ha enviado a su Hijo para revelarnos la misión y el camino: dar a conocer el Reino de Dios. Y, por el Bautismo, recibimos el Espíritu de Dios que nos configura sacerdotes, profetas y reyes y nos envía a dar testimonio de nuestra fe. La mies es mucha, nos ha dicho el Señor hace unos días en el Evangelio, y nos ha sugerido rezar al Padre para que mande obreros a su mies. Quizás seas tú o yo uno de esos a los que llama y nos pide nuestro trabajo.

No sabemos cómo ni dónde hacerlo, pero no debemos, ni asustarnos ni desesperar. Simplemente responder con un sí o un veremos. Si es un sí, el Espíritu nos guiará y nos irá presentando el camino y la misión, y nos dará lo necesario para realizarla. Si es un veremos, esperará a que te decidas con un sí firme. Puede ocurrir que no te decidas nunca, o que se te pase el tiempo y desistas. Porque el Maligno no pierde el tiempo y está pendiente de tus decisiones y poniéndotelo difícil y cuesta arriba.

Hoy el Señor nos llama, nos anima y nos ofrece su confianza. Cree en nosotros y nos dará lo que nos haga falta para dar a conocer la Buena Noticia. Es posible que no nos hagan caso. Suele ocurrir, pero eso ya no cae dentro de nuestras responsabilidades. No podemos forzar la libertad de cada uno. Es el Señor el primero que la respeta. Tú y yo debemos ser transparentes y coherentes, dejando pasar la Gracia de Dios de nuestro corazón al de los demás, y ahí acaba nuestra misión.

Gracias Señor por contar conmigo, pecador y lleno de defectos. Sé que Tú coges lo que menos vale y sirve, y me siento orgulloso porque en mis debilidades y defectos, como Pedro, sé que radica mi fuerza y mi poder llegado desde tu Gracia. Amén.