miércoles, 26 de marzo de 2014

TODA PALABRA DE DIOS TIENE SU CUMPLIMIENTO


Mt 5, 17-19

Nada será abolido ni incumplido. Toda la Ley de Dios será cumplida y Jesús no ha venido a modificarla sino a darle cumplimiento y perfeccionarla. Porque el hombre tergiversa la ley adaptándola a su propio interés y conveniencia. Quita lo que le impide satisfacer su egoísmo y pone lo que le permite realizarlo.

Ante esto, Jesús no viene a abolir la Ley y los profetas, sino a dar plenitud. Todo en Él tendrá cumplimiento y nada quedará sin cumplirse. El Antiguo Testamento tiene su plenitud en el Nuevo, de tal forma que el uno sin el otro están incompleto. Jesús da plenitud a todo lo profetizado en Él en el Antiguo y su Palabra da sentido y perfección a todo.

Así debemos transmitir la Ley, siguiendo la Palabra de Jesús, sin omitir ni añadir nada nuevo, porque sólo Él es la novedad y la única Verdad. Él es la referencia, el Camino, la Verdad y la Vida.

martes, 25 de marzo de 2014

UNA RESPUESTA LIBRE

(Lc 1,26-38)


Se hace difícil entenderlo, al menos para mí. Ser elegida Madre de Dios y responder libremente cuando tus planes están trazados y te esperan tus esponsales es algo difícil de digerir y dar respuesta. Sobre todo, una respuesta esperada por Dios. En todo caso, la respuesta de María es comprometida y muy valiosa porque en ella está contenida nuestra salvación.

De su Sí ha dependido nuestra redención. Es llena de Gracia porque Dios conoce su corazón limpio, sincero, humilde y obediente, pero libre para negarse o aceptar. ¡Dios mío!, ¡cuánto agradecimiento le debemos a María por su Sí decidido y entregada libertad a la Voluntad del Padre! ¡Y también, cuanto riesgo y atrevimiento del Padre Dios a poner en manos de María nuestra salvación! Desde esa reflexión mi pequeña cabeza queda atrapada e impotente de entender tanta Gracia y decidida libertad por amor. 

Pues, había la posibilidad del No al ser libre de decidir. Y si esto ocurre, ¿qué hubiese ocurrido? ¡Y yo resistiéndome a dar mi insignificante sí a la llamada del Señor! María es Madre porque de su respuesta ha dependido nuestra salvación, y en ella, desde su seno, empieza nuestra redención. María y también José con su difícil papel de aceptar lo que no entiende, son iconos que nos alumbran el camino de salvación del que ellos, con su Si decidido, se hacen corredentores por la Gracia del Señor.

Gracias María porque por ti entra en el mundo la esperanza de salvación por el Amor del Padre.

lunes, 24 de marzo de 2014

Y HOY OCURRE LO MISMO

(Lc 4,24-30)


Muchos no son bien aceptado ni mirados en sus propias familias. Son sus propios hijos los que no valoran lo que dices o escribes y a los que les resbala y les es indiferente tus esfuerzos de testimoniar la vivencia del Evangelio. Al margen tus posibles fracasos, errores y debilidades, que las tienes, pero también tus éxitos o buenas cosas que también las tienes.

Sin embargo, fuera de tu familia, de tu círculo de amigos o ciudad, tus dones son bien recibidos y admirados. Y eres más valorado. Jesús experimentó esto en su propia carne y tuvo que abstenerse incluso de hacer los milagros que hizo en otros lugares. Jesús es el Profeta por excelencia, el Salvador esperado; en Él todas las profecías tienen cumplimiento. Pero, al igual que sucedió en los tiempos de Elías y Eliseo, Jesús no es “bien recibido” entre los suyos, pues son estos quienes llenos de ira «le arrojaron fuera de la ciudad» (Lc 4,29). 

Y hoy sigue ocurriendo lo mismo. El Mensaje de Jesús no es escuchado, sin embargo se le presta más atención a lo que dicen los que habitan este mundo. Ante la verdad del Evangelio anteponen la verdad de los hombres y donde se dice amor, ellos ponen odio y egoísmos. Y donde se habla y se defiende la vida, ellos ponen la muerte y condenan a los inocentes.

Pidamos tener valor y fuerza para responder a nuestro compromiso de Bautismo a pesar de las dificultades y rechazos que el mundo nos presenta, pues como Jesús correremos la misma suerte y sufriremos la misma cruz. Amén.

domingo, 23 de marzo de 2014

AGUA DE VIDA ETERNA


(Jn 4,5-42)

Mientras unos tienen para comer y elegir que comer, otros pasan verdaderas dificultades para alimentarse y comer lo que pueda llegar a su alcance. ¡Unos tantos y otros tan poco! Son las contradicciones de este mundo tan desigual e injusto para unos y fácil y abundante para otros. De cualquier forma el hambre y la sed siempre están ahí y por mucho que nos saciemos siempre estaremos ansiosos y necesitados de volver a comer.

No obstante, experimentamos hambre y sed de no padecer más la insatisfacción ni el deseo de sentirnos necesitados de comer. Buscamos esa fuente inagotable y eterna que nos satisfaga, valga la redundancia, eternamente de comer los sin sabores de esta vida, de padecer no sólo hambre sino enfermedad, deterioro y ansías de felicidad y paz. Del cansancio de la rutina, del trabajo diario y del esfuerzo de buscar y buscar sin encontrar el equilibrio y la paz anhelada.

¡Dadnos Señor esa Agua que mana de la fuente eterna de tu Gracia para no sentir nunca más sed! Danos esa fe samaritana para que, al igual que esa mujer, corramos a proclamar que te hemos visto y hallado y experimentado los efectos de esa Agua que nos sacia eternamente.

Porque Tú Señor eres el Mesías que has de venir, el que se ha quedado bajo las especies de pan y vino para ser mi alimento diario, mi sustento de cada día y mi fuente de vida eterna. Amén.

sábado, 22 de marzo de 2014

AMADO CON LOCURA POR EL PADRE

(Lc 15,1-3.11-32)


Sorprende el amor del Padre Dios. Sorprende porque es un Amor loco; un amor sin condiciones; un amor  compasivo y misericordioso; un amor comprensivo que no pide explicaciones y que lo da todo sin exigir nada a cambio. ¿Cómo podemos rechazar un amor así?

Sin embargo, esa es la triste realidad. Lo rechazamos cuando nos apetece; lo rechazamos cuando creemos que nuestra felicidad está en otra parte, en otras cosas y sólo pensamos en satisfacer nuestro egoísmo y dar riendas sueltas a nuestras apetencias y satisfacciones. Pero cuando todo se vira y se acaba, levantamos el camino de regreso a la Casa de donde hemos salido.

¡Y sorpresa! El Padre Dios nos espera y nos abre sus brazos a pesar de no volver con un arrepentimiento auténtico, sino más bien movidos por la necesidad del hambre, de techo y frío y tantas otras necesidades. Descubrimos y experimentamos el recuerdo de nuestra casa cuando nos la recuerda el hambre y entonces también se despierta el deseo y anhelo del regreso. ¡Dónde estaré mejor!

Se interpone una gran dificultad que hay que vencer: la soberbia de vernos necesitados y la necesidad de vencerla humillándola y abajándonos aceptar nuestra naturaleza limitada y pecadora. Es entonces cuando levantados podemos emprender el camino de regreso. Nos mueve la esperanza de que nuestro Padre nos abra los brazos. No presentamos como hijo indigno que no merece ser tratado como hijo sino como siervo. Y esperamos su Misericordia.

Es de locura el Amor del Padre. No escucha nuestras razones ni explicaciones; no nos deja pronunciar palabra ni nos deja tiempo para sentir miedo. Nos abraza, nos arropa y besa y llama a los criados para que preparen una gran fiesta porque el hijo que estaba perdido ha regresado. Pero hay un hermano mayor, quizás encaja mejor en nuestro papel, tú y yo. Un hermano que siente envidia hasta el punto de no importarle los sentimientos del Padre ni los de su propio hermano.

Ya ni le llama hermano, sino ese hijo tuyo, mirando al Padre. Su egoísmo y avaricia entierra sus sentimientos y endurece su corazón. Teme perder lo que le corresponde y la herencia del Padre, que ya pensaba como suya con la lejanía del hermano. Le molesta el regreso y más que se celebre con una gran fiesta. Es una historia que quizás nos parezca lejana, sin embargo está mucho más cercana de lo que parece. Es tan real como la vida misma y se repite a cada momento en nuestra propia historia.

¿Nos descubrimos hijos pródigos? ¿Nos descubrimos también hermano mayor? Pidamos al Padre Dios que descubramos el gozo de vivir en su Casa.

viernes, 21 de marzo de 2014

¿SOMOS CONSCIENTES DE LO RECIBIDO?

(Mt 21,33-43.45-46)


Mientras creamos que lo que tenemos es nuestro seguiremos pensando que nos lo merecemos y que nos pertenece por derecho propio. En ese sentido no estaremos dispuestos a compartirlo con nadie ni a rendirle cuentas a nadie de cómo lo administramos. Haremos lo que creamos que es mejor para nuestros propios intereses.

Esa es la realidad de lo que está pasando en nuestro mundo. Mientras unos se apoderan de lo ajeno, otros se matan por apoderarse de las mejores tierras o los mejores lugares que existen. Todo se reduce a quitar a unos para ponerme yo. Y las consecuencias no se nos esconden, están a vista de todos: Hambre, miserias, injusticias, guerras, muertes y explotación de los más débiles y pequeños.

Se nos ha dado un mundo con lo suficiente para todos, un mundo para ser administrado con justicia, amor y paz. Un mundo donde el Amor de Dios sea el denominador común y en Él el amor entre todos. Y se nos ha enviado a Jesús, el Hijo de Dios, para que sigamos sus enseñanzas y vivamos el Reino que Él nos propone, pero le hemos rechazado apoderándonos de mundo y administrándolo a nuestro antojo.

Los resultados nos descubren claramente que estamos equivocados, pues los frutos que se desprenden de nuestro trabajo no son los esperados ni los deseados: hambre, sed, violencia, odio, guerras, muertes... no son frutos deseados por nadie, pero nuestra avaricia y egoísmos no generan otra cosa.

Y Jesús les dice: « ¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos? Por eso os digo: se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos».

jueves, 20 de marzo de 2014

EL SENTIMIENTO DE COMPARTIR



A nadie se le esconde el sentimiento de compartir. Vive dentro de nuestro corazón y en la abundancia experimentamos la necesidad de compartir. Pero también en la escacez, cuando los tiempos no son propicios, descubrimos que debemos compartir. Es la lucha de cada día de cerrarnos a la caridad y al compartir con los demás, sobre todo con los necesitados.

(Lc 16,19-31)


Nuestra naturaleza nos arrastra y nos inclina al egoísmo y se nos hace cuesta arriba dar y darnos. Ocurre lo mismo con nuestro tiempo. Lo queremos acaparar y gastar en nosotros mismos y, a pesar de entenderlo, nos cuesta enormemente compartirlo en y por los demás. Se hace importante descubrir que nosotros solos no podemos, pero con Jesús y por su Gracia podemos lograrlo.

Hoy, la Palabra de Dios, nos narra la parábola del rico epulón, y como un rico no repara en los sufrimientos y carencias del pobre que espera y yace en sufrimientos próximo a su casa. Los perros obtienen mejor provecho que él al comer los restos que caen al suelo. ¿Nos puede estar ocurriendo a nosotros lo mismo? ¿Es nuestra vida un desenfreno de indiferencia y olvido de los que no tienen escasamente ni para comer?

Se trata de eso, y de las consecuencias que nos puede traer esa indiferencia y despreocupación. De cualquier forma estamos avisados y no podremos justificarnos como quiso hacer el rico epulón. Tuvo la oportunidad de cambiar su vida simplemente con sentar a Lázaro a su mesa, pero la suficiencia, el egoísmo, la arrogancia y vanidad terminaron por arruinar tu vida.

¿Qué haremos nosotros? ¿Permanecemos impávidos y tranquilos arriesgando que nos ocurra igual? ¿O ponemos nuestro corazón en Manos de Jesús para que lo transforme en un corazón generoso y dado?