miércoles, 29 de octubre de 2014

NO SE TRATA DE UNA BROMA

(Lc 13,22-30)

La cuestión es seria, muy seria, hasta ponernos los pelos de punta: (Lc 13,22-30): En aquel tiempo, Jesús atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?». El les dijo: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. Leer más...

Nos jugamos mucho, pero el problema es que mucho piensan que no existe este juego, y por lo tanto no hay nada que jugar. Lo cierto es que no lo sabremos sino cuando ya haya terminado y la suerte esté echada. Suerte por decirlo de alguna forma, pero se trata de una elección de fe llevada a la vida hasta sus últimas consecuencias.

Y, ya nos lo dice el Evangelio, no hay nada que hacer. Lloraremos, veremos el Tesoro que hemos perdido, ¡y para siempre!, y nos sorprenderemos de todos aquellos que, venidos de oriente y occidente, de norte y de sur, se les abrirán las puertas. Porque muchos últimos serán primeros, y muchos primeros serán últimos. La cosa es mucho más sería que lo que pensamos. Tan seria que nuestra felicidad, nuestra máxima aspiración, dependerá de pasar por esa puerta.

Sería el fracaso mayor de nuestra vida. Porque todos perseguimos y buscamos la felicidad. Pero no una felicidad minúscula, sino la Felicidad Eterna. Y esa Felicidad Eterna está detrás de esa puerta estrecha, que nos cuesta mucha atravesar, pero que con la ayuda del Espíritu Santo podemos lograrlo. 

Pidamos esa capacidad y fuerza para que, en el Espíritu Santo, podamos fortalecernos en voluntad y razón para dominar nuestros sentimientos y pasiones y dirigirlos según la Voluntad de Dios. Amén.

martes, 28 de octubre de 2014

TOMA DE DECISIONES

(Lc 6,12-19)

 En la vida hay que tomar decisiones. Muchas solamente puedes tomarlas tú, y serán vitales para el propio camino de tu vida. Sin embargo, dependerán sus resultados de tomarlas tú sólo o consultarlas con el Espíritu de Dios escuchándole y dejarte aconsejar.

Es la forma de actuar de Jesús. Todo lo lleva a la presencia del Padre y lo realiza según su Voluntad. Hoy el Evangelio nos habla respecto de eso. (Lc 6,12-19): En aquellos días, Jesús se fue al monte a orar, y se pasó la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles...

No cabe duda que Jesús, ante tan importante decisión, se retira y pasa largas horas en intimidad con el Padre. Se trata de elegir al grupo íntimo que será el encargado de continuar su labor en la tierra. Son los pasos previos para fundar su Iglesia. Iglesia que es formada en su Palabra, en su actitud en cuanto a todos aquellos que se le acercan y que le buscan para ser curados.

¿Tratamos nosotros, como parte integrante de esa Iglesia, vivir y cuidar esas actitudes de Jesús? ¿Somos orantes y nuestras decisiones en el camino de nuestra vida toman y viven las actitudes que nos enseña Jesús con su testimonio de vida?

Nunca demos un paso sin antes llevarlo a la presencia del Espíritu de Dios, porque Él ha venido para asistirnos, para acompañarnos, para fortalecernos y aconsejarnos. Notaremos que nuestras decisiones serán bien tomadas, y aunque aparentemente no den el fruto apetecido, tengamos la confianza que la Gracia del Espíritu las enderezará. Amén.

lunes, 27 de octubre de 2014

¿ES EL SÁBADO PRIMERO QUE EL HOMBRE?

(Lc 13,10-17)

No es una pregunta de otros tiempos, ni vieja, ni pasada, sino una pregunta actual. Porque hoy podíamos decirnos: ¿Es el domingo para el trabajo y para comprar, o es para dedicárselo a Dios? O planteado en otros términos: ¿No es el domingo día de descanso para que la familia unida y reunida pueda tener un tiempo para darle adoración y gracias a Dios por todo lo recibido?

Como podemos observar la pregunta se hace hoy actualidad en nuestro tiempo y toca profundamente la realidad de nuestras vidas. Anteponemos el trabajo y el interés económico a la prioridad de un encuentro familiar con el Señor en un espacio tranquilo y sereno de descanso como es el domingo. Antes era la ley y el descanso, y hoy es el trabajo antes que el descanso.

Si observamos, todo menos Dios. En la antigüedad era el descanso antes que las necesidades del hombre, y ahora, en nuestro tiempo es el trabajo y la economía antes que el descanso. En medio de todo eso está Dios. Dios que proclama el bien del hombre y le pide un poco de atención y escucha porque sabe que sin Él no vamos a ninguna parte. Y así ocurre tanto antes como ahora, en la medida que nos alejamos de Dios nos confundimos perdemos el sentido de nuestra vida.

Pidamos al Señor que nos dé la sabiduría de dejarnos conducir por el Espíritu Santo enviado para poner al hombre en el centro de la creación de Dios. Amén.

domingo, 26 de octubre de 2014

NO AMAS A DIOS CUANDO LO DICES, SINO CUANDO AMAS AL PRÓJIMO


(Mt 22,34-40)

Un pago tiene validez cuando la sociedad acreedora extiende un recibo acreditando haber recibido la cantidad adeudada con la que se salda esa deuda. No vale un recibo firmado por cualquier trabajador de la empresa donde no se acredite que representa a la empresa y lo hace en su nombre.

De la misma forma, el Señor ha querido que nuestra declaración de amor a Él esté filtrada por la prueba de nuestro amor al prójimo. No sirve de nada proclamar nuestro amor si no amamos al prójimo.  «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?». Él le dijo: ‘Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente’. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas».

Claro queda que sin llevar a cabo el segundo, semejante al primero, este queda sin validez. Diríamos que decimos mentira si proclamamos nuestro amor a Dios y nos desinteresamos del prójimo. Estamos cogidos, pues para amar a Dios hay que amar al prójimo. Eso sí, cometeríamos un error si nos empeñamos en amar al prójimo desde y con nuestras solas fuerzas. 

Nos será imposible, porque nuestra naturaleza caída nos imposibilita superar las dificultades de soportar y perdonar nuestra convivencia con los demás. Por lo tanto, para amar al prójimo debemos partir, como con todas las cosas, desde nuestra íntima relación con el Señor.

Sin la oración, en la intimidad con el Señor, nada podremos hacer respecto a superar los obstáculos que nos separan del amor a nuestros hermanos. Necesitamos su Gracia para en Él recibir las fuerzas que nos permitan superar la prueba de amor a los demás.

sábado, 25 de octubre de 2014

ME CASTIGO CUANDO RECHAZO A DIOS

(Lc 13,1-9)

No viene el castigo de Dios, sino de mi mismo por mis desvíos y alejamiento de Dios. Pensamos que porque hacemos cosas malas Dios nos castiga. Nuestros criterios llegan a pensar eso. A mal comportamiento se impone castigos y penas. Pero el pensamiento de Dios no es ese. No se entendería como envía y ofrece a su Hijo a una muerte de Cruz para redimirnos y pagar, sin culpa alguna, por nuestros pecados.

No cabe en ninguna cabeza, ni en ningún razonamiento con sentido común. La lógica no funciona así. Dios nos busca porque nos quiere y desea salvarnos. Salvarnos del pecado al que estamos sometidos, pero no entregados. Sin lugar a duda que no nos lo merecemos, porque el pecado cometido voluntariamente, pecado original, nos ha dejado a merced de la inclinación de la carne y del propio Maligno que se aprovecha de nuestra debilidad.

Pero la Misericordia de Dios nos redime y nos salva. Nuestras propias miserias y castigos no vienen de Dios sino de nuestros propios pecados. Así, en la medida que nos alejemos de Dios, nuestro vacío y sin sentido será mayor y terminará por hundirnos en la perdición.

Pidamos al Señor descubrir su Misericordia, y la grandeza de darnos y entregarnos para poder recibir, por su Gracia, el premio de los frutos que nos lleven a la Vida Eterna. Amén.

viernes, 24 de octubre de 2014

LOS TIEMPOS QUE VIVIMOS

(Lc 12,54-59)

El otro día me preguntaba un amigo sobre el tiempo. En pleno otoño hace más calor que en el propio verano. La ropa de invierno se avergüenza de estar en las tiendas cuando afuera el verano salta con gozo y alegría. ¿Qué tiempos son estos?

Sin embargo, pensamos en ellos, nos preparamos y los analizamos para que no nos sorprendan. Atrasamos o adelantamos las temporadas y modificamos nuestros hábitos según cambien los tiempos. ¿Tan listos que somos ante los comportamientos de los tiempos que nos tocan vivir, y qué torpes somos para escrutar los tiempos en los que Dios ha querido que viviésemos?

¿Acaso no vemos y advertimos que sucede en nuestro mundo y en nuestra hora? ¿Acaso no observamos las desigualdades, las injusticias, la ideologías personales que los hombres se imponen unos a otros? ¿Acaso no vemos los asesinatos de niños indefensos vivos en el vientre de sus madres? ¿Qué es lo que vemos, solamente el tiempo y las tempestades? ¿O es que no sabemos discernir y distinguir el bien del mal?

No quedarán en el olvido, y sepamos claramente que todo lo que hagamos ahora, a pesar de ocultarlo con retoricas demagógicas y apariencias de verdad, será descubierto cuando llegue la hora y el momento: « ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo? Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al alguacil y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo».

Pidamos al Espíritu Santo luz y voluntad para conducirnos por los caminos que Él nos señala y nos traza. Amén.

jueves, 23 de octubre de 2014

LA IMPACIENCIA DE LA ESPERA

(Lc 12,49-53)

Hay momentos que me inquieto por, llegado el momento, encontrarme con Jesús. Creo y espero que sea la hora más apasionante de mi vida, pues es el momento esperado, y humildemente confieso que ardo en deseos de que llegue esa hora. Pasarla con nota sería entrar el gozo eterno de contemplar al Señor. No hay cosa más grande para un creyente que esa.

Pero también debo confesar que siento miedo. Un santo temor de conocer mi impotencia, mis incapacidades y mis innumerables fallos. Sé que no merezco por mis méritos alcanzar la gloria en la presencia del Señor, y todo estará confiado y esperanzado en la Misericordia del Señor. Espero y desespero, pero apasionado y confiado que el Señor ha muerto por mí que quiere salvarme. Sólo necesito esforzarme en vivir en su amor.

Y esa es la misión de cada día. Desespero porque me parece que siempre estoy por debajo del listón, y me tranquilizo cuando medito en el Amor y la Misericordia que Jesús, el Hijo de Dios, nos descubre respecto a la Bondad y Amor de su Padre. Y nos revela cuanto nos quiere hasta el punto de que su presencia entre nosotros responde a ese Amor del Padre.

Pidamos que nuestros corazones permanezcan encendidos. Exploten en verdaderas llamas de esperanza y amor a pesar de las diferencias y desencuentros familiares, amigos y vecinos. Seamos antorchas que den luz y alumbren la verdad a pesar de los vientos huracanados que amenazan con apagarlas. 

Mantén, Señor, mi corazón ardiente en fuego constante ante las adversidades, mentiras o rechazos que el mundo de mi propio entorno me azota y amenaza con apagar. Quiero permanecer inquieto, encendido y al rojo vivo hasta que Tú llegues a mi vida para apagarlo y llenarlo de paz, gozo y amor. Amén.