miércoles, 28 de enero de 2015

SEMILLA QUE MUERE

(Mc 4,1-20)

Sabemos que cada semilla plantada muere, porque si no es así, en su lugar no crece el árbol que luego dará frutos. Cada semilla da su vida para dar frutos. Es un ejemplo real de la vida que nos interpela y nos invita a hacer nosotros lo mismo. Si no somos capaces de hundir nuestros sentimientos y apetencias egoístas en esa tierra de nuestras miserias y pobrezas, no seremos capaces de amar, y si no amamos no daremos frutos.

El mundo es un campo donde hay muchos peligros. No en todas sus tierras o lugares se puede dar frutos. Y hay quien trata de que eso sea así, y confunde, atrae y con falsas apariencias, nos presenta la realidad de forma distorsionada. Sus ofertas son espejismos de felicidad cubiertas por la mentira.

Dependerá donde tu semilla se hunda, porque no en todos los lugares podrás morir. Las riquezas, frutos que producen soberbia, ambición, vanidad... no te permiten morir y darte, sino que se encierran en ti mismo y excluyen a los demás. 

Tendremos que buscar un lugar de tierra blanda, bien abonada y regada, para que nuestra semilla se hunda y muera a sus propias ambiciones y genere amor y entrega hacia los demás. Un semilla dispuesta a dejarse abonar y regar para, muriendo a sus propias apetencias, convertirse en frutos de vida para otros. Y sólo hay un camino para ello: regar el huerto de nuestra vida con la oración y los sacramentos. En y con ellos encontraremos el buen abono y la buena agua para dar fortaleza, calor y humedad suficiente para que nuestra semilla muera a la vida caduca y vieja, para dar nueva y eterna vida.

Pidamos al Espíritu de Dios que nos ilumine y nos fortalezca para que dejemos morir nuestra propia semilla de amor y podamos dar frutos. Amén.

martes, 27 de enero de 2015

¿QUÉ NOS QUIERE DECIR JESÚS HOY?

(Mc 3,31-35)

No es una Palabra recordada que se dijo hace ya mucho tiempo. Es una Palabra que se dice hoy, y que nos interpela hoy. Primero porque Jesús Vive, y segundo porque nos habla y nos descubre en su Palabra, quienes son los que realmente le siguen y se hermanan en Dios nuestro Padre con Él.

El hecho puede interpretarse de varias formas. Puede ocurrir que su Madre y hermanos se hayan acercado al lugar donde estaba Jesús por todo lo que se murmuraba contra Él. Muchos hablaban de locura, y su Madre preocupada fue a interesarce y, quizás alejarlo de allí. O puede ser que hayan querido simplemente verlo. De una u otra forma, Jesús deja todo, incluso su familia, y se entrega totalmente a la Misión que su Padre le había encomendado.

Y lo hace con una invitación, que más que ser una indiferencia a su Madre y familiares, es un miropo a su Madré, verdadera creyente y cumplidora de la Voluntad de Dios, y a todos aquellos que se esfuercen en hacerlo. Somos verdaderos hermanos en Xto. Jesús cuando nuestra libre voluntad se entrega al esfuerzo de cada día en vivir según la Voluntad del Padre.

Jesús nos invita a todos, y se confiesa nuestro hermano. Lo deshermanamos cuando rechazamos la Voluntad del Padre y nos empeñamos en hacer la nuestra. Quedamos fuera de la herencia del Padre cuando seguimos nuestra voluntad no la del Padre. La invitación es para todos. Todos somos hijos de Dios y todos estamos invitados a ser coherederos en Jesús de la Gloria del Padre.

Jesús está afanado y entregado en esa misión. Unifica, exaltando a su Madre, como verdadera esclava de la Voluntad del Señor, poniéndola como ejemplo para todos, y hace extensiva la salvación para todos los hombres. Así que tú y yo podemos tomarla y rechazarla. Sería de bobo no aceptarla, pues se trata de lo que realmente buscamos y queremos.

lunes, 26 de enero de 2015

PRIMERO TIENES QUE ABRIRTE TÚ

(Mc 3,22-30)

Nunca podrás ser curado si antes tú no te pones en manos del sanador. Es condición indispensable para optar a la posibilidad de ser curado. De la misma forma, no podrás ser perdonado si tú antes no reconoces tus pecados y tu miseria. Ese es el primer paso.

De tal forma que, quien no los dé no podrá ser perdonado. Por eso, los pecados contra el Espíritu Santo no serán perdonados. Pero no porque el Señor no quiera y desee perdonarte, sino porque tú no le das esa oportunidad al no reconocerte pecador. Encaja perfectamente con la exigencia de la humildad. Necesitas ser humilde para humillarte y reconocerte pecador. Es entonces cuando buscarás médico que te perdone, y sólo el Señor puede perdonar nuestros pecados.

Eso ocurre hoy, y nada descabellado que ocurra también dentro de la misma Iglesia. Y ocurrió en tiempo de Jesús. El Evangelio de hoy habla de que le acusan de diabólico. Mientras Jesús se compadece por aquellos que están oprimidos y enfermos, los escribas, que se supone que son los entendidos y los que conocen las cosas de Dios para ayudar al pueblo, no sólo no le reconocen sino que le tachan de diabólico. ¡Vamos, como para echarse a reír!

Lo lógico es abandonar y dejarlos ahí con sus especulaciones y mentiras. Porque son guiados por la soberbia y la falsedad. Se esconden a la verdad y no reconocen la Divinidad del Señor. ¡Imposible perdonarlos porque no aceptan ni buscan el perdón! Sin embargo, el Señor resiste pacientemente y nos argumenta lo disparatado de nuestros razonamientos, causa más bien de nuestra soberbia que de nuestra razón, porque todo reino dividido contra sí mismo no puede subsistir. 

Danos, Señor, la luz y fortaleza necesaria para doblegar nuestra soberbia y aceptar humildemente reconocer nuestra miseria y pobreza e implorarte que nos perdones. Amén.

domingo, 25 de enero de 2015

ESTÁ CERCA EL REINO DE DIOS

(Mc 1,14-20)

Hay señales que nos indican el momento y la hora de empezar la obra. El encarcelamiento de Juan el Bautista fue la señal de que Jesús empezará su vida publica. La misión de Juan había terminado, y ahora empieza la de Jesús.

«El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva». Jesús está entre nosotros, y en Él está el Reino de Dios. Por lo tanto, más cerca imposible. Y hoy lo tenemos en cada Eucaristía, bajo la especies de pan y vino,  y a cada instante en su presencia espiritual en nuestro corazón.

Lo primero que hace Jesús es elegir a sus más íntimos colaboradores. Elige a Simón y Andrés; a Santiago y a Juan. Y ellos le siguen. Posiblemente, porque le esperaban. Posiblemente, porque ansiaban la llegada del Mesías y tras las indicaciones de Juan el Bautista estaban dispuestos a la llamada. Pero, ¿nos ocurre a nosotros lo mismo? ¿O nosotros no esperamos a nadie?

Es posible que tengamos que sufrir algún percance o problema para levantar la mirada y experimentar deseos o esperanza de encontrar al salvador que nos libere de esa situación. Pero, también es posible que no llega esa oportunidad y llegue algo tarde.

Pidamos al Señor que nos dispongamos a estar expectante y dispuestos a buscarle y permanecer en Él, porque sólo Él es nuestra esperanza y salvación. Amén.

sábado, 24 de enero de 2015

LOCOS COMO JESÚS

(Mc 3,20-21)

Cuando no entendemos a alguien, lo inmediato es pensar que está equivocado o desequilibrado. Siempre nuestras ideas prevalecen a los otros, y nos cuesta entender, asumir o vivir las que nos transmiten los demás. A Jesús le sucedió lo mismo. Su Mensaje es tan novedoso, tan contrario al pensamiento humano y contra corriente que sorprendía.

Y lo sorprendente cuesta asimilarlo y más asumirlo. Eso te lleva a justificar cierta locura en Jesús para sostener tu falta de compromiso y pasividad. Ocurre que cuando no estamos disponible o en actitud de entrega, distorsionamos la realidad y nos auto engañamos (traición) justificando nuestras actitudes ante la negativa de hacer lo que pensamos deberíamos haber hecho. 

Así nos ocurre con Jesús. Sus Palabras son rechazadas y puestas en entre dicho para justificar nuestra aversión a cambiar de rumbo y de vida. Nos cuesta salir de nuestra coraza, de desinstalarnos, de movernos de nuestra silla, de nuestro ambiente, de nuestros pensamientos e ideas. Realmente es duro, pero para buscar hay que empezar un nuevo camino y levantarte de tu sillón.

La pregunta queda en el aíre: ¿Estamos dispuestos a desinstalarnos y hacer el esfuerzo para darnos, cómo hizo Jesús? ¿O por el contrario nos conformamos con reducir nuestra vida a unos rosarios, Eucaristías y algunos actos de piedad?

Danos, Señor, la sabiduría y la fuerza necesaria para no pararnos y seguir caminando tras de Ti con la intención de crecer en tu Verdad de vida y palabra. 

viernes, 23 de enero de 2015

TÚ TAMBIÉN ERES ELEGIDO

(Mc 3,13-19)

Jesús eligió a doce, y esos doces accedieron a seguirle, aunque uno, Judas Iscariote, tuvo dudas y se apartó traicionándole. No se presentó voluntario ninguno. Fueron elegidos por el Señor. Él llama al que quiere y le elige para una misión concreta. Quizás tú también ha sido llamado, pero distraído por las cosas del mundo has mirado para otro lado.

Todos tenemos una misión que nos viene dada: "La misión de salvarnos", porque estamos llamado al gozo de una vida dichosa y eterna. No tiene sentido morir, porque entonces la creación nos sería perfecta y menos, maravillosa. Si la vida es hermosa es porque, a pesar de los sufrimientos que sabemos tenemos que compartir por el paso de este mundo, llegará el momento glorioso de la dicha gozosa y eterna. Eso compensa todas nuestras miserias y sufrimientos.

Y esa salvación pasa por el amor. La capacidad de recibir y de dar. Recibir el Amor de Dios y hacerlo centro de nuestra vida. Dios por encima de todo. Y corresponder a ese amor dándonos en servicio, justicia y caridad a los demás. ¿Hay misión más grande? Pero también puedes ser llamado a otras misiones concretas de apostolado como fueron los apóstoles. Se trata de tener paciencia e irlas descubriendo injertado en el Espíritu Santo. Él nos irá señalando el camino y la misión.

Pero esa disposición exige actitud de escucha, deseo de encuentro y perseverar con paciencia. La fe no nos exige entender, sino obedecer confiadamente.

jueves, 22 de enero de 2015

NO PODEMOS ENCERRARNOS EN NOSOTROS MISMOS

(Mc 3,7-12)

Si nos preguntamos cual es nuestra misión como cristianos convergeremos que sólo hay un Mandamiento: "Amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como Jesús nos enseña a amar". No hay más, porque todo lo demás está contenido en él.

Ahora, ¿qué necesitamos para amar tal y como nos enseña e invita Jesús? No hay otra salida ni otro camino que el unirte a los nosotros. Descubrimos que es la familia la primera célula donde recibimos el amor y nos preparamos para darnos también. Experimentamos que nuestro amor se prolonga en los hijos, nietos... y desde esa experiencia descubrimos nuestra vocación a la familia y a la apertura a la vida.

Pero, las familias no viven solas, se constituyen en grupos que forman pueblos, ciudades y naciones y se relacionan. Esas relaciones deben estar impregnadas de amor, y el amor necesita unidad. Si no hay unidad significa que hay separación, y la distancia impide el amor. Y si no nos amamos nos alejamos de lo que quiere Dios. Experimentamos que necesitamos amar, porque la vivencia del amor nos realiza.

Hoy sucede algo parecido. Los santuarios marianos son visitados por mucha gente, y muchos acuden con las intenciones de ser curados. Recordemos que de los diez leprosos que fueron curados por Jesús, solo acudió uno, precisamente un samaritano, a dar las gracias y a reconocer la divinidad del Señor. Los nueve restantes quedaron satisfechos y olvidados de quien los había curado.

¿Nos ocurre a nosotros igual? Son preguntas que nos pueden ayudar a replantearnos el camino de nuestras vidas, porque sabemos que la lepra volverá un día a amenazarnos y no se irá. Sólo con el Señor estaremos a salvo de toda clase de lepras.