martes, 11 de febrero de 2020

LEY O AMOR

Resultado de imagen de Mc 7, 1-13
Ser cristiano es confesarse seguidor de Jesús de Nazaret. Pero, esa confesión necesita ser probada con gestos y obras que la corroboren. Ser cristiano no consiste en ir a misa ni rezar todos los días. Eso es muy necesario. La Eucaristía es el alimento para injertarnos en Xto. Jesús y en su mismo Espíritu vivir de acuerdo con su Palabra, pero, una vez alimentados tenemos que esforzarnos en vivir en ese mismo estilo de vida.

El amor está por encima de todo y la persona es lo primero. Por tanto, la misericordia pasa por encima de la ley y las tradiciones, que a su vez vienen impuestas por las costumbres y por los hombres. El Amor viene de Dios Padre y ensalza a la persona sobre todas las cosas. Es una contradicción decir amar y no preocuparse por la situación de otras personas. Eso no significa que podamos solucionar los problemas, pero si podemos preocuparnos y poner lo que está de nuestra parte. 

El problema está en que no nos conocemos ni nos interrogamos. ¿Acaso quiero yo que me traten mal como quizás yo trato a otras personas? ¿Es posible que no me dé cuenta? Todo empieza por ahí. A partir de que me reconozca pecador en relación con los demás iré dándome cuenta de mis pecados y de mi necesidad de conversión y de misericordia. Entonces empezaré a sentirme cristiano, o lo que es lo mismo, pecador, necesitado de la Misericordia de Dios y en disponibilidad de, por su Gracia, amar como Él me ama.

Entonces empezaré a descubrir la necesidad imperiosa de la Eucaristía, donde retomar cada día, si es posible, las fuerzas que me da el Espíritu de Dios bajo las especies del pan y vino. Entonces empezaré a comprender el verdadero y la necesidad de la oración, con la que puedo hablar con mi Padre Dios y a quien puedo escuchar señalarme cada día el camino de su Casa.

lunes, 10 de febrero de 2020

FE

Leemos en los Evangelios de los milagros que hizo Jesús, pero, ¿creemos que Jesús hace milagros? Porque, esa es la cuestión. Decimos que tenemos fe, pero, ¿qué clase de fe? Porque, una fe que no cree que Jesús puede hacer milagros y cambiar tu vida, ¿qué clase de fe es? Leemos en los Evangelios que Jesús envía a sus apóstoles - Lc 9, 1 - dándoles poder sobre los demonios y sanar enfermedades.
Resultado de imagen de Mc 6,53-56 por Fano
Mc 6,53-56

Posiblemente, nuestra fe sea muy pobre y muy débil. No estamos convencidos del poder de nuestro Señor y dudamos de su Palabra, y el camino se nos llena de dudas. Cree y déjate llevar por el Espíritu Santo, ese mismo Espíritu que ya has recibido en tu bautismo y veraz las maravillas que hace el Señor. Lo que tienes que tener en cuenta es que los planes de Dios no son los tuyos. Tú y yo podemos pedir muchas cosas, pero, quizás no nos convienen, o el Señor las hace de otra manera.

También, ten en cuenta que cada persona es libre y el Señor respeta nuestra libertad por encima de todo. De modo que, puede darte luz, pero será esa persona la que determine libremente cambiar su vida o vivir en la verdad. Estemos seguros, eso se los puedo asegurar, que el Señor nos escucha y nos atiende, y nos da todo aquello que nos conviene para aceptar, superar, asumir y soportar las adversidades o contra tiempos de nuestra vida.

Porque, conviene que en algunos momentos tengamos que soportar eso que nos duele y nos mortifica, porque no podemos cambiar la voluntad de otros; conviene que otras veces tengamos que aceptar y soportar la enfermedad que nos viene, porque no estamos fuera de peligro y nos llegará nuestra hora. 

Conviene aceptar con entereza y dignidad el mal que nos afecta, pero, no conviene perder la esperanza y la fe en nuestro Señor Jesús, porque, sólo con tocar la orla de su manto quedamos sanados. Él está a nuestro lado, por eso, Muriendo por nosotros nos ha demostrado su amor y Resucitando nos ha dicho que se queda con nosotros para acompañarnos y auxiliarnos en nuestro camino. Porque, Él es realmente el Camino, la Verdad y la Vida.

domingo, 9 de febrero de 2020

SAL Y LUZ


Resultado de imagen de Mt 5,13-16
Mt 5,13-16
Cuando probamos una comida notamos si está bien condimentada y, sobre todo, si está bien de sabor. Entonces, dependiendo de que su gusto esté bien diremos, tiene buen sabor o no lo tiene. Está bien salada o desalada. O mucho o poco. Es decir, emitimos nuestros gustos según nuestro paladar. Pero, a todas esta, la sal no se ve, sino se paladea y se gusta. Lo mismo ocurre con nuestra manera de vivir. No nos damos cuenta, pero notamos que esa persona es buena y sus obras también, y de esa manera está salando y dándole gusto a nuestra vida. Todo lo que está a su derredor queda bien salado y con buen gusto.

Así debemos actuar desde la Palabra de Dios. Salamos el mundo si vamos dando testimonio, sin pretenderlo ni anunciarlo, sino viviéndolo en cada instante de nuestra vida. No se ve lo que hacemos a grandes rasgos, pero se nota. Porque, las cosas sencillas no son percibidas por la mayoría, pero sí, la mayoría nota los efectos y lo bien que se está al lado de las buenas y sencillas obras. Los detalles de lo bueno despiertan nuestros sentimientos y deseos de permanecer junto a ellos.

Así, mezclando nuestros esfuerzos y colaborando de forma unida y solidaria damos sabor al mundo sin notarse dónde está esa sal bienintencionada que da gusto y sabor. Y tras las obras damos luz a todos aquellos que la ven y al mundo que nos contempla. La Iglesia da luz con todas sus obras buenas y esa luz en la que todos colaboran pasa desapercibida entre muchos que la aportan. De la misma manera sucede también, tal y como hemos dicho, con la sal. No se ve, pero se nota su sabor escondido entre todos los que colaboran y aportan su grano de sal.

Lo verdaderamente importante no es que con tus obras alumbras y das buen sabor y gozo, sino que el Reino de Dios quede alumbrado y bien salado por encima de todas nuestras aportaciones, esfuerzos y colaboraciones. Es el Reino lo que importa que quede alumbrado y bien salado para que todos experimentemos el deseo de permanecer en él.

sábado, 8 de febrero de 2020

AL LÍMITE DE TUS FUERZAS

Resultado de imagen de Mc 6,30-34
Mc 6,30-34
Queremos hacer muchas cosas y no damos descanso a nuestra actividad de apostolado. A veces confundimos nuestro ser cristiano con hacer y hacer olvidándonos de lo fundamental, creer en el Señor e imitar su estilo de vida donde el amor es lo fundamental. Porque, quien ama hace y quien hace da todo lo que tiene.

Ocurre que queremos llegar a muchos lugares y a muchas personas y abarcar muchos conocimientos. Queremos, en definitiva, hacer mucho pensando que las cosas dependen de nuestro esfuerzo y de nuestra implicación y, sin darnos cuenta, nos estresamos y agobiamos terminando cansados y desfallecidos. 

Hoy, Señor, en el Evangelio, nos invita al descanso y a la imperiosa necesidad de reponer fuerzas y de recuperar las energías gastadas en la labor de cada día. No debemos olvidar que todo lo que somos y tenemos lo hemos recibido gratuitamente y, es eso, precisamente lo que debemos dar, porque no tenemos más. Cada cual ha recibido sus talentos, tres, dos o uno, y son esos talentos recibidos los que tienes que dar y hacerlos rendir al máximo.

No podemos dar más ni tampoco menos, ni agobiarnos, porque es eso lo que podemos y tenemos que dar, no más. Somos, pues, fieles a los talentos recibidos e, injertados en el Espíritu Santo, demos todo lo que tenemos hasta el límite de nuestras fuerzas. Y luego, sin más, por la Gracia de Dios, descansamos.

viernes, 7 de febrero de 2020

JUAN PRECUSOR Y MÁRTIR

Resultado de imagen de Mc 6,14-29
Experimento que me faltan las palabras y que mi corazón no, me parece ahora, está en sintonía con ellas. O, posiblemente, que se repiten mucho como algo rutinario y sin cohesión ni coherencia. Posiblemente, me digo, sea la hora de que las palabras se transformen en obras y den vida.

Fue el final de Juan, la entrega de su vida, la consecuencias de sus palabras, y la consumación de su misión. Con su vida anunció prepara los caminos al Mesías prometido.

Quizás a mí se me está exigiendo que mi vida se corresponda también con mis palabras, con mis reflexiones. Y eso, indudablemente, me preocupa. Quiero, Señor, llegar hasta el final y entregar mi vida por y con el anuncio de tu Buena Noticia. 

Sé y me reconozco débil, pecador y a merced del bienestar que el mundo me ofrece, pero no me siento bien en y con él. Sufro al leer que otros hermanos lo pasan muy mal y me siento impotente ante tales situaciones y, aún peor cuando experimento que no colaboran en favorecer la ayuda. Se obstinan en no hacer caso y vivir de manera desordenada.

Unos a causa de sus propios pecados y mala cabeza, y otros sometidos por los radicales y fanáticos que imponen su ley hasta el extremo de quitarles la vida si no se avienen a sus leyes y a sus pensamientos. Sin embargo, Señor, quiero, por encima de todo, cargar con mi cruz y aceptar mi camino para llegar a ti. Porque, sólo tú, Señor, eres mi gran esperanza, mi camino, mi verdad y mi vida.

jueves, 6 de febrero de 2020

VACIADOS DE TODA TENTACIÓN

Resultado de imagen de Mc 6,7-13"
Mc 6,7-13
Somos de carne y hueso y eso significa que estamos tentados por todo lo que nos rodea. Sin darnos cuenta quedamos atrapados en la necesidad de las cosas y se nos hacen imprescindible hasta el punto de someternos y esclavizarnos. Despertamos y nos damos cuenta que necesitamos estar constantemente en la presencia del Señor. Nuestras preocupaciones y problemas deben estar puestos en su Infinita Providencia y Misericordia. Y reconocemos que nos cuesta fiarnos de su Palabra. 

En aquel tiempo, Jesús llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas». Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos».

Todo esto tiene relación con respecto a nuestra naturaleza humana. Estamos sometidos por el pecado y tentados a dejarnos esclavizar por nuestra concupiscencia y nuestras ansias de poder, de riqueza y de liderazgo. Se experimenta en el mundo político, económico y artístico. Y todo esto nos aparta de darnos y servir a los demás. Conviene y es imprescindible seguir los consejos de Jesús. Sólo Él basta para dar testimonio de su Palabra y de sus Promesas. Claro, pronto nos damos cuenta de lo débil de nuestra fe. Necesitamos como agua que nuestra fe sea firme y confiada.

miércoles, 5 de febrero de 2020

LO DE CADA DÍA NO LE DAMOS VALOR

Resultado de imagen de Mc 6,1-6"
Mc 6,1-6
Suele ocurrir que lo que tenemos cerca, lo que vemos cada día se nos hace muy familiar y llegamos a no tenerlo en cuenta y hasta despreciarlo. Las historias que se repiten cada día terminan por no ser apreciadas y hasta rechazadas. En la convivencia, bañada de confianza, se desprecia el valor de quien tenemos cerca y con quien convivimos. La excesiva confianza nos lleva a habituarnos y a considerarlo como algo de cada día. Que grave error si perdemos nuestro primer amor en nuestra relación con el Señor.

Jesús no es valorado dentro de su pueblo. Le conocen y se extrañan de su sabiduría hasta el punto que llegan a decir:  «¿De dónde le viene esto?, y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?». Y se escandalizaban a causa de Él.

Y esto se está repitiendo a lo largo del tiempo una y otra vez. Quizás lo hacemos ahora nosotros y casi ni nos damos cuenta. Nuestras Eucaristía, si la celebramos, se hacen rutinarias y muchos la repetimos como algo que hacemos cada dí sin mayor trascendencia. El contacto y relación con el Señor se ha transformado en un hábito y nos pasa desapercibido como una práctica más. Repetimos una y otra vez las mismas palabras que escuchó Jesús de sus propios contemporáneos. 

Jesús llega a decir: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio». Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.