Experimento que me faltan las palabras y que mi corazón no, me parece ahora, está en sintonía con ellas. O, posiblemente, que se repiten mucho como algo rutinario y sin cohesión ni coherencia. Posiblemente, me digo, sea la hora de que las palabras se transformen en obras y den vida.
Fue el final de Juan, la entrega de su vida, la consecuencias de sus palabras, y la consumación de su misión. Con su vida anunció prepara los caminos al Mesías prometido.
Fue el final de Juan, la entrega de su vida, la consecuencias de sus palabras, y la consumación de su misión. Con su vida anunció prepara los caminos al Mesías prometido.
Quizás a mí se me está exigiendo que mi vida se corresponda también con mis palabras, con mis reflexiones. Y eso, indudablemente, me preocupa. Quiero, Señor, llegar hasta el final y entregar mi vida por y con el anuncio de tu Buena Noticia.
Sé y me reconozco débil, pecador y a merced del bienestar que el mundo me ofrece, pero no me siento bien en y con él. Sufro al leer que otros hermanos lo pasan muy mal y me siento impotente ante tales situaciones y, aún peor cuando experimento que no colaboran en favorecer la ayuda. Se obstinan en no hacer caso y vivir de manera desordenada.
Unos a causa de sus propios pecados y mala cabeza, y otros sometidos por los radicales y fanáticos que imponen su ley hasta el extremo de quitarles la vida si no se avienen a sus leyes y a sus pensamientos. Sin embargo, Señor, quiero, por encima de todo, cargar con mi cruz y aceptar mi camino para llegar a ti. Porque, sólo tú, Señor, eres mi gran esperanza, mi camino, mi verdad y mi vida.
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