Ser cristiano es confesarse seguidor de Jesús de Nazaret. Pero, esa confesión necesita ser probada con gestos y obras que la corroboren. Ser cristiano no consiste en ir a misa ni rezar todos los días. Eso es muy necesario. La Eucaristía es el alimento para injertarnos en Xto. Jesús y en su mismo Espíritu vivir de acuerdo con su Palabra, pero, una vez alimentados tenemos que esforzarnos en vivir en ese mismo estilo de vida.
El amor está por encima de todo y la persona es lo primero. Por tanto, la misericordia pasa por encima de la ley y las tradiciones, que a su vez vienen impuestas por las costumbres y por los hombres. El Amor viene de Dios Padre y ensalza a la persona sobre todas las cosas. Es una contradicción decir amar y no preocuparse por la situación de otras personas. Eso no significa que podamos solucionar los problemas, pero si podemos preocuparnos y poner lo que está de nuestra parte.
El problema está en que no nos conocemos ni nos interrogamos. ¿Acaso quiero yo que me traten mal como quizás yo trato a otras personas? ¿Es posible que no me dé cuenta? Todo empieza por ahí. A partir de que me reconozca pecador en relación con los demás iré dándome cuenta de mis pecados y de mi necesidad de conversión y de misericordia. Entonces empezaré a sentirme cristiano, o lo que es lo mismo, pecador, necesitado de la Misericordia de Dios y en disponibilidad de, por su Gracia, amar como Él me ama.
Entonces empezaré a descubrir la necesidad imperiosa de la Eucaristía, donde retomar cada día, si es posible, las fuerzas que me da el Espíritu de Dios bajo las especies del pan y vino. Entonces empezaré a comprender el verdadero y la necesidad de la oración, con la que puedo hablar con mi Padre Dios y a quien puedo escuchar señalarme cada día el camino de su Casa.
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