Todos podemos comprender que lo que viene
de afuera no mancha. La evidencia es tal que lo que entra sale y no deja rastro
de mancha. Pero, lo que sale, previamente iniciado dentro, si puede manchar si
sus intenciones no son bien intencionadas, valga la redundancia. Es en el
corazón donde se forjan los buenos y malos pensamientos e intenciones, y donde
la voluntad se decide a actuar de una manera u otra. Por lo tanto, es en esa
sala de maquina donde se cuece la pureza o impureza.
Todo lo iniciado dentro del centro de tu
corazón trae buenas o malas intenciones y esa intencionalidad mide el valor de
la bondad del hombre. Así que, el odio, la avaricia, la venganza, la soberbia,
la fornicación, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes,
desenfrenos, envidia, difamación, orgullo, frivolidad que se forjan dentro del
corazón del hombre son las que propiamente le manchan y le hacen impuro.
Y de todo eso el hombre y la mujer son
responsables. Eso deja en clara evidencia que según tus actos será tu bondad,
tu misericordia y tu amor. Y serán esos actos los que también harán de ti una
persona buena o mala, pura o impura. De tal manera que lo que interesa está
dentro y su raíz es la que define la bondad de nuestros actos. Así, de lo que
haya dentro de ti - tu corazón - saldrá lo que se vea afuera. Y si tu corazón
reboza de verdad, de justicia, de misericordia y de amor, tus actos afuera
llevarán ese sello que determinarán la bondad de los mismos.
Claro queda que, si tu corazón está
entregado y apegado al Amor de Dios, tus actos serán consecuencia de ese Amor,
del que brota misericordia y bondad que te dará la Gracia de ir modelándote
según su estilo de vida en coherencia con su Palabra. No te quepa duda, sin Él tu corazón terminará tentado y seducido por el
mundo, demonio y carne y brotará de él todas las impurezas ya descritas.
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