jueves, 20 de octubre de 2016

PONTE EN MARCHA Y PRENDE TU CORAZÓN DEL FUEGO DE AMOR

(Lc 12,49-53)
Esa es la consigna, caminar en la esperanza de que el mundo será mejor con tu aportación y tu pequeño y humilde trabajo. Pero, para eso tienes que arder, tienes que quemarte y quemar también toda esa parte del mundo que se te ha entregado. Quemarla de amor, de ganas de vivir, de deseos de perfección como Jesús nos ha dicho, Mt 5, 46-48.

Jesús tiene deseos de prender el mundo de ese fuego de amor. Arde en deseo de que la caridad habite entre los hombres y surja la inquietud por establecer la concordia y la fraternidad. En ese sentido Jesús nos inquieta y nos pone en movimiento. No trae la paz, sino que busca la guerra que haga surgir del corazón de los hombres el amor. El verdadero amor que ponga paz dentro y fuera de cada hombre, y, por supuesto, en la convivencia y fraternidad de los pueblos.

Esa es la pregunta que nos cuestiona el Evangelio de hoy. ¿Hay paz en nuestro corazón producto del deseo y la inquietud de amar y hacer el bien y que se cumpla la justicia? ¿Tratamos de vivir esa paz que nace del esfuerzo de nuestros corazones? Al menos, experimentándonos pobres, humildes y sin posibilidades de cambiar la trayectoria de este mundo, confiamos en el poder de nuestro Padre y se lo pedimos? ¿Rezamos y trabajamos en la medida de las posibilidades que cada uno tiene para que este mundo viva en la Voluntad de Dios.

Pidamos que nuestros corazones queden prendidos de ese fuego que Jesús prende al mundo y que, no sólo arda dentro de nuestro corazón, sino que también prenda en otros corazones. Confiemos en aquellas palabras con las que Jesús (Lc 18, 1-8), hace días, nos invitaba a hacer nuestras peticiones de forma insistentes y perseverantes.

miércoles, 19 de octubre de 2016

¿LO VES CLARO?

(Lc 12,39-48)
¿Estás atento y preparado? Se te ha dicho claramente en este Evangelio: «Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre».  Y obviarlo es tu responsabilidad.

¿Acaso los que han recibido dones extraordinarios, tanto físicos como intelectuales, han hecho méritos para merecerlos? ¿No los han recibido gratuitamente? Y si es así, ¿no tienen la responsabilidad de compartirlos y ponerlos al servicio del bien común? Es esto lo que se nos dice claramente en el Evangelio de hoy: « ¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? Dichoso aquel siervo a quien su señor,... le señalará su suerte entre los infieles». 

Tus cualidades te has sido regaladas para administrarlas para el bien de todos y quienes así lo hagan y se esfuercen recibirán la aprobación del Señor, la sabiduría y la fortaleza para saber emplearlas y defenderlas para el bien y provecho de todos. Esos serán los fieles y buenos administradores. Por el contrario, todos aquellos que sean sorprendidos haciendo lo que les viene en gana y para su propio placer y provecho, serán condenados.

Se nos dice muy claro: «Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más». 

Todos recibiremos en la medida que también hayamos recibido talentos. La parábola de los talentos nos despeja también las dudas que se nos puedan presentar. Tú tienes una misión y unas cualidades, y es de eso de lo que se te pedirá cuenta. Pero, ¡cuidado!, porque no vale esconderse ni evadirse para no conocer la Voluntad del Señor. Se refiere a aquellos que, por las circunstancias de la vida han vivido en circunstancias adversas, lugares inhóspitos o se les ha ocultado y perseguido impidiéndoles conocerla.

Pidamos fortaleza y sabiduría para que, en el Espíritu Santo, podamos ir viviendo y realizando la Voluntad que el Señor nos ha encomendado en nuestra vida.

martes, 18 de octubre de 2016

OVEJAS ENTRE LOBOS

(Lc 10,1-9)
Ayer fue un día de esos que experimentas en tu propia carne lo que dice el Evangelio. Entré en un grupo y expresé mi opinión y se encendió la hoguera. Es cierto que en muchas casas no somos bien recibidos, e incluso somos expulsados. Y el Señor nos dice que nos vayamos tranquilamente, sacudiéndonos el polvo de nuestras sandalias.

Al final no se acepta lo que dice la historia y el testimonio de aquellos que conocieron personalmente y vivieron con Jesús. Se aceptan otras historias, pero esa es falsa e inaceptable. No se actúa igual ni se mide por el mismo rasero la historia del mundo y la historia de Dios. En definitiva, se acepta lo que a ti te parece y se niega aquello con lo que tú no estás de acuerdo.

Se teme o cuesta mucho decir, no creo, pero respeto a los que creen. Se ve sólo los errores y pecados, pero no las buenas obras y testimonios. Se distorsiona la realidad y se niega, justificándola para darse la razón. Son los auto engaños que nos impide al menos dejar la duda de tu poca fe. Se confunde la Iglesia separándola de su fundador. En fin, estamos como ovejas entre lobos. Mejor no se puede explicitar.

Haya paz, y en donde se reciba esa paz, compartámosla y recibámosla con serenidad y alegría. Y abandonémosno en las Manos del Señor. Es Él quien evangeliza y convierte nuestra torpeza humana en acciones y actos que alumbran e iluminan su Gloria. Tengamos confianza en Él y confiemos que la razón, la buena razón, emerja  de la verdadera realidad humana.

No  nos desanimemos y, con serenidad, confianza y paciencia, pongámosno en Manos del Espíritu Santo que convertirá nuestro actuar en luz para los que obcecados y ciegos se obstinan en rechazar al Señor.

lunes, 17 de octubre de 2016

VIVIR LA VIDA, ¿Y DESPUÉS...?

Lc 12, 13-21

La vida es breve y también impresible, y queremos sacarle el mayor provecho posible. Pensando con criterios humanos buscamos riqueza y poder, porque creemos que con eso podemos ser felices y ponemos todo nuestro empeño en centrarnos ahí. Pronto descubrimos que todo no es tan sencillo como pensabamos y nos damos cuenta que no todo lo que reluce, aun con dinero y salud, es oro. Porque nuestra vida tiene un recorrido donde hay también un final.

Rompemos nuestra amistad con Dios por cosas y bienes de este mundo, hasta el punto que la herencia que nos dejan nuestros padres son centro y motivo de discordia y separación de las familias. Nos cuesta mucho ver que todo lo de aquí abajo es caduco. De nada nos vale vivir placenteramente un poco tiempo para luego perder lo verdaderamente valioso y eterno.

Hoy, Jesús nos quiere advertir de ese peligro y nos cuenta la parábola de aquel hombre que teniendo una abundante y buena cosecha pensó en almacenarla en unos grandes graneros y con los beneficios darse una vida llena de placeres y fiestas. Sin embargo no había tenido en cuenta que su vida le iba a ser reclamada. Y es que nuestra vida no nos pertenece y en cualquier momento podemos perderla.

¿De quién y para quien será todo lo que tengamos? No tiene ningún sentido vivir de forma egoísta y pensando en darnos buena vida cuando hay muchas necesidades y otros que lo pasan mal. Nuestra mayor riqueza se encuentra en Dios, nuestro Padre. Lo que cuenta en nuestra vida es atesorar obras de amor que satisfagan la Voluntad de nuestro Padre. Obras de amor que consistan en servir y ayudar a los más necesitados y pobres.

Pidamos ese conocimiento y sabiduría para no centrar nuestra vida en la riqueza ni en los bienes de este mundo, sino en tener a Dios como centro y mayor Tesoro de nuestra vida.

domingo, 16 de octubre de 2016

CERCA DE DIOS SIN DEJAR DE PEDIR


(Lc 18,1-8)
El refrán dice que quien no llora no mama. Y eso quiere significar la necesidad que hay de insistir en nuestras peticiones. Porque, por nuestra débil humanidad, parece que no obedecemos a la primera y hay que repetir las cosas insistentemente. El Evangelio de hoy nos recuerda esa necesidad por boca del mismo Jesús. Nos invita a ser constante e insistente en nuestras oraciones de petición.

En otra ocasión nos dijo:  "Pidan y se les dará" (Lc 11, 9). Jesús quiere que pidamos, porque eso descubre confianza. Quien pide es porque confía en que se le dará, y por eso insiste. Tanto es así que nos cuenta la parábola del juez injusto, donde, precisamente, es una viuda la que insiste al juez que, no por temor de Dios ni a los hombres, termina por atenderla para que no le importune más.

¿No hará nuestro Padre Dios más que ese juez injusto si le insistimos y le pedimos? ¿Acaso no ha entregado a su único Hijo, el Señor, a una muerte de Cruz para salvarnos? ¿Y no nos va a escuchar y a darnos lo que realmente nos conviene? ¡Claro que sí! Dios es nuestro Padre y nos dará todo lo que le pidamos si es para nuestro bien. Y nuestro bien es liberarnos de la esclavitud del pecado para vivir eternamente junto a nuestro Padre Dios. Plenamente en gozo y felicidad.

Ahora, no nos dejemos vencer porque no veamos o no comprendamos lo que sucede en nuestras vidas. Pensemos que con nuestros padres de la tierra nos ha sucedido algo parecido. Nos han exigido cosas que quizás nosotros no comprendíamos y no nos gustaban, pero, ahora, ya de mayores, lo comprendemos. Eran para nuestro bien.

No dejemos de insistir constantemente y de pedir con confianza. Seamos constante para que cuando llegue el Señor, como nos ha prometido en su segunda venida, encuentre fe sobre la tierra.

sábado, 15 de octubre de 2016

¡¡REVELAME, SEÑOR, AL PADRE!!


Así es, Señor, porque sólo Tú conoces al Padre y a quienes Tú nos lo quieras revelar. Por eso, Señor, quiero, primero estar a tu lado, y, segundo, aprovechar esa cercanía para conocerte mejor, hasta el punto de vivir a tu estilo y según tu Palabra. Porque, seguro, que contigo me llenaré de paz y sosiego, y la vida, aunque agitada y con mucho ruido, lograré serenarla, descansar y sentirme en paz.

Sí, sé, Señor, que no tienes donde reclinar tu cabeza, y que seguirte puede significar lo mismo. Se hace duro, pesado y cansino. Pero, también sé que en Ti y contigo está ese gozo y felicidad que busco. No se encuentra en otra parte. Mi Tesoro eres Tú, Señor, porque en Ti descansa el verdadero amor.

Creo en tu Palabra, Señor, y espero con toda confianza que sólo en Ti encontraré descanso y alivio. El mundo no esconde sino desasosiego y mentira, porque busca el poder, la riqueza y la ambición. Tú en cambio, Señor, eres manso y humilde de corazón y tu yugo se hace llevadero y tu carga ligera. Y aunque la cuesta de mi vida se me haga dura, elevada, de alta pendiente, sé y experimento que contigo puedo subirla y superarla, llenándome de paz y humildad.

Porque son los humildes y sencillos los que recibirán el verdadero conocimiento del amor del Padre revelado por Ti. Quiero, Señor, cargar con tu yugo y con tu carga, porque tu Palabra me las descubre suaves y ligeras, y yo creo lo que dices. 

Dame la fortaleza y sabiduría para, no sólo entenderlo, sino también experimentarlo y vivirlo llevándola a la vida de mi propia vida.

viernes, 14 de octubre de 2016

PRETENDER SER LO QUE NO SOMOS

(Lc 12,1-7)

Si nos paramos un poco y dejamos todo lo que hacemos o estamos haciendo, amanecerá el día y podremos ver mejor la claridad que nos rodea. Por el contrario, si caminamos y caminamos, sin parar y, por consiguiente, sin pensar, la claridad del día y los días, se volverá cada segundo más oscura hasta quedarse negra y taparnos la visión.

No se puede vivir de una forma y proclamarla de otra. Eso hacían los fariseos y escribas del tiempo de Jesús, pero también lo hacen hoy los fariseos y escribas de tu tiempo y el mío. Dicen unas cosas que luego ellos no cumplen. Hablan de justicia, pero viven en la injusticia. Dicen de no robar, pero son ellos los primeros en hacerlo. Hablan de verdad, y mienten a cada instante.

Sus vidas son pura apariencia. Se visten de un color, pero son de otro. Hablan en la luz de unas cosas, que luego desdicen en la oscuridad acordando otras. Visten las palabras de verdad con el ropaje de la mentira y todo lo que tocan lo ensucian. Muy poco ha cambiado la cosa, o, quizás haya empeorado. No lo sé, pero se hace difícil caminar por este mundo abierto a la verdad y a la transparencia.

Hoy, Jesús nos dice en el Evangelio: «Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Nada hay encubierto que no haya de ser descubierto ni oculto que no haya de saberse. Porque cuanto dijisteis en la oscuridad, será oído a la luz, y lo que hablasteis al oído en las habitaciones privadas, será proclamado desde los terrados... leer más

Todo se sabrá, así que decir y vivir en la mentira no vale para nada. Simplemente vivirán de sus apariencias y engaños un poco de tiempo, pero todo volverá a su lugar. Eso sí, debemos tener cuidado y guardarnos de todos aquellos que nos puedan pervertir y condenar arrastrándonos con ellos. ¿Y cómo hacerlo? Perseverando y permaneciendo en el Espíritu Santo. En Él no temamos nada, pero no nos apartemos guardándonos de perseverar unidos en la Iglesia.