viernes, 21 de febrero de 2020

EN DESEOS DE HACER EL BIEN

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Cuando tratas de ser tu mismo experimentas que te gustaría actuar en verdad y justicia. Nadie quiere ser malo y menos hacer el mal, y se da cuenta cuando actúa de forma injusta o egoísta. Y cuando experimenta amar, su primera intención es buscar el bien de esa persona amada. Sin embargo, sucede que ese amar se confunde a veces, y con mucha frecuencia, con la propia satisfacción o egoísmo y, llevado por nuestras propias apetencias nos dejamos arrastras egoístamente.

Nuestra primera intención es siempre amar, porque, precisamente, para eso hemos sido creados, para amar. Y cuando nos damos cuenta que no amamos y que vivimos encerrados y esclavizados por nuestros egoísmos, experimentamos infelicidad y vacío. Nuestro verdadero camino es el amar y eso nos exigirá sacrificio, mortificación y cruz. ¿Acaso como padre o madre no has experimentados la cruz? Seguir a Jesús es darnos en amor, no sólo a nuestros hijos y familiares, sino a todos, incluso a nuestros enemigos.

Y ese seguimiento conlleva renuncias, sacrificios y muerte a uno mismo. Significa que aparentemente parecerá que pierdes tu vida, pero, realmente, te lo dice Jesús, la estás ganando. Y experimentarás que en la medida que tu seguimiento a Jesús se hace vida en tu propia vida, tu gozo y tu felicidad se hace presente en tu vida llenándola de alegría y plenitud.

jueves, 20 de febrero de 2020

EL PADRENUESTRO

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Mc 8,27-33
Muchas veces hemos oído rezar, o la hemos rezado, la oración del Padrenuestro y en ella pedimos que se haga la Voluntad de Dios, no la nuestra. Pero, ¿realmente pensamos y hacemos eso? ¿O, por el contrario, tratamos que esa Voluntad de Dios coincida con la nuestra? ¿No fue eso lo que Pedro intentó decir a Jesús? ¿Y no lo intentamos y hacemos hoy también nosotros?

Nos es muy difícil aceptar un camino que nos propone en el horizonte sufrimientos, conflictos y cruces. Evidentemente y de forma espontánea y natural nos oponemos a ello y nos resistimos admitir una vida con problemas, sufrimientos y llena de cruces. No entendemos que tras esa propuesta de amor y de pasión sufrida se esconda la felicidad. Sin embargo y sin lugar a duda, Jesús vivió ese estilo de vida que terminó, aquí, en este mundo, con su muerte de cruz.

Me pregunto, ¿es ese nuestro camino? Es decir, un camino que termina en la cruz. Evidentemente, sé que tengo que morir y, ya el hecho de morir, es un momento de sufrimiento, de temores y de cruz. Y no sólo para ti sino también para los que en ese momento están contigo. Tendré que aceptar y admitir que ese camino fue el aceptado voluntariamente, a encargo de su Padre, por Jesús. Y aceptado desde la libertad y la obediencia plena. Y es que ese estilo y forma de de vivir es la máxima expresión del amor.

No hay amor sin muerte a muchas cosas que, apeteciéndonos, nos esclavizan y nos someten y nos hacen sufrir. No hay amor sin sufrimientos y renuncias por amor, valga la redundancia. Amar exige morir a tus pasiones, proyectos y egoísmos. Amar es descubrir que sin merecerlo. Dios te da la Vida Eterna, precisamente, por amor. Y experimentar y descubrir que al reflejar ese amor tú también sientes esa felicidad que buscas te enseña a que sólo en el Amor de Dios encuentra la felicidad deseada y anhelada.

miércoles, 19 de febrero de 2020

INMEDIATEZ Y TIEMPO

La inmediatez es uno de los grandes peligros que hoy nos acechan. Vivimos en un mundo donde el deseo se plasma rápido, o, al menos, esa es la intención que todos buscamos. Queremos las cosas con efecto inmediato y hasta curarnos rápidamente. Da la sensación que se lucha contra el tiempo y todo lo que no sea inmediato pierde su valor y no interesa. Hemos pedido la paciencia y no admitimos la espera y el tiempo que se necesita para madurar.

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Mc 8,22-26
Y, hasta los árboles frutales y de todo tipo relacionados con la alimentación son violentados, exigidos a madurar antes de tiempo. Y también los animales recluidos en granjas para ser utilizados como productores de alimentos. Y todo está medido con y para el tiempo y su valoración está en proporción con el tiempo empleado para llegar a ser comercializado y consumido. Y, por último, también se quiere la inmediatez espiritual.

No hay tiempo para esperar, para la reflexión serena y paciente donde el corazón se vaya suavizando y ablandado a la acción del Espíritu. Hasta la conversión la metemos en esa carrera del consumo, de los efectos inmediatos, de las prisas y de la productividad, hasta el punto de medir en términos de rentabilidad la evangelización. ¡Dios mío, una locura!

Ante toda esta barbarie, Jesús nos enseñas a saber esperar, a medir el tiempo con paciencia y serenidad. A dar pausas y espacio a cada momento de nuestra vida; a dejar tiempo y oportunidades de maniobrar al Espíritu Santo que actúa dentro de nosotros. A aceptar nuestra condición pecadora y a acoger la Gracia de Dios según su Voluntad con obediencia sumisa y humilde postrados a sus pies. A aceptar su Voluntad tal y como Él quiera regalárnosla. Tú, Señor, eres el Señor del tiempo y del espacio, de la V ida y de la muerte

martes, 18 de febrero de 2020

VIVIR EN TU PRESENCIA, SEÑOR

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Mc 8,14-21
Con mucha facilidad nos olvidamos de ti, Señor. El ajetreo diario, nuestras propias apetencias y los afanes de la vida nos apartan de tu presencia. Inciden en nuestro corazón para que, despegado de Ti, se apegue al mundo desplazándote a un segundo plano. Cada día, Señor, se convierte en un suplicio y en una batalla, y tus Prodigios, Milagros y Palabra permanecen en el olvido.

Necesito, Señor, recuperarlos y traerlos a la presencia primera de mi corazón. Experimento, también, que aquella frescura de mis primeras reflexiones, inocentes y confiadas como niños, se han convertido en tierra dura que exige más abono, cultivo y blandura, como si de tierra dura se tratara que exige más racionalidad y presenta dureza difícil de penetrar en el entendimiento.

Y percibo una cierta dureza de corazón que me hace difícil percibiste y descubrirte en mi corazón, Señor. Mientras, el mundo, me invade, me seduce y me inclina a alejarme de Ti. Yo quiero, Señor, renovar mis recuerdos y sentimientos primeros, mis deseos de estar contigo, de aprender de Ti y de descubrir que sólo en Ti encuentro y experimento gozo y felicidad.  Y todo sosegado y rodeado por una paz que me tranquiliza y me serena sosegadamente.

Señor, quiero traer a mi presencia tu Presencia y actualizar la vivencia de que Tú Vives y caminas a mi lado y junto a Ti encontraré respuesta para asumir y aceptar las cruces que se hagan presentes en mi vida, porque contigo a mi lado, Señor, todo lo puedo superar.

lunes, 17 de febrero de 2020

QUEREMOS PRUEBAS, SEÑALES Y SEGURIDAD

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Eso de la fe nos resulta algo extraño. Nos surgen dudas a la hora de que se nos pida fe y, en respuesta, pedimos señales que nos satisfagan y nos den motivos para creer. Por decirlo de otra manera, no estamos dispuesto a dar nuestra fe gratis y porque sí. Queremos y exigimos señales y pruebas. Eso fue lo que aquellos fariseos discutían con Jesús y las exigencias que le presentaban.

Pero, hoy continúa ocurriendo lo mismo. Nos cuesta creer. No la damos gratis y exigimos datos, pruebas, señales que nos enciendan nuestra fe. Y, posiblemente, seguiremos buscando sin encontrar, porque las señales ya han sido dadas. Nuestro Señor Jesús nos ha dejado su Palabra, su Vida y sus Obras, sobre todo la Resurrección. No hay más ni otras maneras. Jesús ha Resucitado y vive entre nosotros. Nos lo ha transmitido a lo largo de los siglos la Iglesia, fundada e instituida por Él alrededor de su Cuerpo y su Sangre bajo las especies de pan y vino en la noche de su Santa Cena.

Jesús está presente en cada día y en cada instante de nuestra vida. Su huella de amor está impresa en nuestros corazones y palpitamos de gozo y alegría cuando experimentamos el amor. Es verdad que habrá momentos de sufrimiento y dolor, pero el amor se descubre precisamente en esos momentos y son, precisamente, esos momentos los que nos descubren la verdadera felicidad que saborearemos eternamente junto a la Gloria del Padre.

Abramos, sin miedo, nuestros corazones al Amor de Dios y confiemos en su Palabra que busca nuestra verdadera y única felicidad, que no está en este mundo ni en las cosas que nos ofrece, porque todo lo que él contiene es perecedero. Busquemos la Vida Eterna que sólo nos la promete Dios, porque, Él es Señor de la Vida y la muerte.

domingo, 16 de febrero de 2020

DESDE LO MÁS PROFUNDO DEL CORAZÓN

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Mt 5,17-37
Hay gestos y señales que, viéndolos, no nos muestran lo que realmente son. Sí, es verdad, que donde vemos humo presuponemos que hay o hubo fuego, pero esta premisa no siempre se cumple cuando se trata de interpretar lo que sucede en el corazón del hombre. Hablamos de gestos y señales que, realizadas en un momento determinado pueden confundirnos y llevarnos a error. No siempre lo que parece es lo que realmente es.

Una mirada puede revelarnos unas buenas o malas intenciones, pero, también, puede confundirnos. Todo eso nos lleva a pensar que la última palabra no la tienen los hechos en sí, sino la buena o mala intención que se cuece en lo más profundo del corazón humano y que da un sentido más profundo a la mera observación de la ley. No se trata de meramente cumplir, sino de hurgar en el fondo de nuestro corazón y purificar nuestras buenas o malas intenciones que, indudablemente, son las que dan respuesta y buena o mala moralidad a nuestras obras.

Parece que podemos matar, divorciarnos, adulterar y desprestigiar con el sólo deseo de engendrarlo en nuestro corazón sin necesidad de realizarlo o aparentarlo delante de los demás. Por tanto, una cosa es el hecho en sí y el cumplimiento de la ley, y, otra muy distinta la buena o mala intención que anida y vive en nuestro corazón.

sábado, 15 de febrero de 2020

EL HOMBRE BUSCA EL PAN

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Mc 8,1-10

Lo primero que aprendemos en nuestra vida es a buscar el pan. Incluso, nuestra mayoría de edad se conoce cuando realmente estamos preparados para ser considerados como" buscadores del pan". Hemos oído muchas veces frases como esta: "Este trabajo me da de comer", o, "aquí está el pan de mis hijos". El pan parece ser el centro de nuestra vida y el que nos impulsa a movernos, pero, también, el centro de los conflictos y enfrentamiento de los hombres en este mundo.

Sin embargo, este pan, que nos importa mucho, es un pan perecedero y, por tanto, quienes se alimentan sólo de él también perecerán. Pero, la experiencia interior de cada hombre nos descubre que hay algo más que el simple alimento material. El hombre se experimenta un ser trascendente con aspiraciones que van más allá de lo simplemente material. Las satisfacciones materiales no llenan plenamente sus aspiraciones y, el hombre, se siente llamado a otras aspiraciones espirituales que dan pleno sentido a su vida.

En esa inquietud y busca el hombre descubre la necesidad de amar. Es un ser en relación y necesita amar y relacionarse en el amor con los demás. Un amor que nace desde la verdad, la justicia y el bien. Un amor que busca el bien del otro y se siente feliz dándose, por amor, a que se viva en la verdad, la justicia y la paz. Un amor que se descubre como fuente inagotable de gozo y felicidad.

Por eso, hacer el bien nace del compartir. Porque, cuando compartes, en verdad y justicia, haces el bien. No puedes cerrar tus oídos a esa verdad, y menos considerarte cristianos cuando tu corazón no es sensible a esa necesidad de dar y darte. Es decir, de compartir desde lo que eres y tienes. Desde tus talentos y bienes. Desde tu amor y tu disponibilidad. Eso es tener un corazón compasivo como el Señor.