viernes, 14 de junio de 2024

EL PECADO SE ESCONDE TAMBIÉ EN LA INTENCIÓN

No solo importa fraguar el hecho sino también la actitud e intención que se tenga. De modo, que si no hay intención de matar pero, por accidente se dispara un arma y mata, no hay pecado porque no hubo nunca intención de cometerlo. Otra cosa será ver si hay castigo por negligencia o descuido. 

De cualquier manera la intención, escondida en lo más profundo del corazón, es la que delata la levedad o gravedad del acto. De tal manera que siendo un acto aparentemente correcto, puede contener gravedad en su intención y egoísmo.

Es necesario tener intención y deseo de hacer algo que vaya contra la ley del amor que nos propone Dios. Y basta la intención y deseo para que, a pesar de que no se fragüe el hecho, haya pecado. De ahí la comparación con arrancarte tu ojo o brazo derecho y tirarlo. Se trata de apartarte de esa ocasión que te tienta e induce a pecar. Porque, de dejarte seducir, meterte en el ambiente de peligro y ponerte a tiro de ser tentado es como aceptar y desear la manzana del pecado.

El amor es un compromiso, de tal manera que lo prometido delante de Dios, sacramento del matrimonio, es algo muy serio y que no podemos romper por nuestro capricho o disgusto. Amar no siempre es fácil y gozoso. Hay muchos momentos que el amor se hace doloroso, sacrificado y cuesta arriba. La experiencia y referencia más clara la experimentamos en la relación con nuestros hijos. Es así como debemos amar.

De esa manera será difícil entender la separación y el repudio, y cada cual deberá reflexionar al respecto su propia situación. Es obvio que el Señor no mandará cosas imposibles y de que no se puedan vivir de acuerdo con su mandato de amor. Y será el amor, valga la redundancia, lo que deberá guiarnos en nuestras actuaciones.

jueves, 13 de junio de 2024

EL PERDÓN, LO QUE SUSTENTA AL MUNDO

Un mundo sin perdón es el que realmente estamos viviendo. El resultado de inhibirnos de perdonar trae como consecuencia la ira, el enfrentamiento, la disputa, la rebelión, la lucha y, por consiguiente, la muerte. Es lo que vemos en estos momentos y en el tiempo lo que sucede en éste nuestro mundo: guerras, enfrentamientos, luchas, odio, muertes… Palestina, Israel, Ucrania, Rusia y otros, por citar lo de más actualidad.

¿Somos capaces de imaginar qué sucedería si introducimos el perdón en medio de todos esos líos y enfrentamientos? Dejaríamos de escribir en torno a ellos. Se haría la paz, la concordia y la fraternidad. ¿Tan difícil es perdonarnos?

Si fuéramos capaces de ocupar el lugar del más débil, o del que es invadido, entenderíamos mejor esa necesidad de perdonar. Si fuéramos capaces de abajarnos humildemente comprenderíamos que el perdón sería la solución a todos esos problemas que nos llevan a enfrentarnos hasta el extremo de matarnos.

¿Acaso todavía  no nos hemos dado cuenta de que tenemos la oportunidad de ser felices eternamente gracias a la Infinita Misericordia de nuestro Padre Dios? ¿Tan ciegos, y sometidos por este mundo, demonio y carne, estamos? ¿O no creemos que la misericordia y el perdón son la solución de todos nuestros problemas?

Posiblemente, primero tendremos que llenarnos de humildad y despojarnos de nuestra soberbia, egoísmo, ira, odio y deseos de venganza. Y, claro, eso no lo podremos hacer contando con nuestras propias fuerzas. Necesitamos abrirnos a la acción del Espíritu Santo, que para eso ha venido a nosotros en la hora de nuestro bautismo, y dejarnos conducir y transformar por Él. Experimentaremos un cambio en nosotros que nos irá ayudando a cambiar, a darnos cuenta de que solo con la humildad y el perdón podremos arreglar los problemas de nuestro mundo.

miércoles, 12 de junio de 2024

UN CAMINO DE PERFECCIÓN

De mayor, conoces y sabes, que eres imperfecto, pero cuando naces la imperfección está meridianamente clara. Un bebé abandonado tiene muy poco tiempo de vida. De pequeño somos totalmente dependiente y sin una familia, unos padres, nuestra vida tendría pocas posibilidades de desarrollarse y subsistir.

Sin embargo, de mayores también experimentamos nuestra impotencia y la necesidad de ayuda. Somos seres creados para relacionarnos y asistirnos unos a otros. Mirado de una forma potencial y en futuro, nuestro camino es un camino de perfección. En la medida que crecemos, nos formamos y desarrollamos, nuestra dependencia de nosotros mismos va también creciendo. Y nuestro futuro será alcanzar la perfección como nuestro Padre y Creador es Perfecto.

Digamos que esa es nuestra verdadera misión aunque muchos la ignoren y miren para otro lado. Nuestro camino es un camino de perfección que no lo podremos conseguir sin la asistencia y auxilio del Espíritu Santo. Necesitamos mirarnos diariamente en la Palabra de Dios y, meditándola, tratar de llevarla a nuestra vida y cumplirla.

Infringir esos mandatos revelados por nuestro Señor Jesús e impresos en nuestro corazón, nos hace hijos de poca importancia en el Reino de nuestro Padre. En cambio, cuando los cumplimos y lo hacemos centro de nuestro diario vivir, nos hace grande en el Reino de nuestro Padre.

 La razón es que caminamos en esa intención y esfuerzo: guardar y cumplir los mandatos – la Ley – que nuestro Señor Jesús nos ha revelado y enseñado a cumplir con su Palabra y su Vida. Y seremos menos o más importantes en la medida que los cumplamos. El objetivo es ese, irnos perfeccionando en el cumplimiento de la Ley que Jesús, el Señor, nos ha mostrado y testimoniado.

martes, 11 de junio de 2024

EN MANOS DE UN DIOS QUE NOS AMA HASTA EL EXTREMO DE ENTREGAR LA VIDA DE SU HIJO

Nuestro instinto nos lleva a protegernos. Y, precisamente, esa protección deja a Dios a un lado. Nos sentimos seguros por nuestros propios medios. Atesoramos bienes y riqueza para tener poder y protección. Y eso nos aparta de la seguridad de Dios. Porque, sólo despojado de toda seguridad experimentamos la protección y seguridad que nos viene de Dios.

La experiencia nos lo demuestra en esos momentos trágicos por los que pasamos en nuestra vida. Bien dice el refrán: «no nos acordamos de Santa Barbara sino cuando truena» Y eso es lo que suele suceder cuando pasamos por momentos de malos, bien sea de salud, económicos, de seguridad… Son esos momentos cuando recurrimos a la Virgen, nuestra Madre, y a nuestro Padre Dios. Entonces nos vemos en manos de Dios y experimentamos su presencia y protección.

Es esa la confianza que nos pide Dios: despojarnos de todo y ponernos en sus manos. No importa el poder, la economía, la fortaleza… todo nos viene de Dios. Eso no implica que hagamos lo que está de nuestra parte y nos proveamos de lo necesario, pero siempre pensando y teniendo en cuenta que nuestra seguridad, fuerza y fortaleza no está en el dinero o el poder, sino en el Amor de nuestro Padre Dios que nos envía y, como a su Hijo, nos pide que expongamos nuestra vida.

De ahí eso que nos dice hoy en el Evangelio: (Mt 10,7-13): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis. No os procuréis oro, ni plata, ni calderilla en vuestras fajas; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero merece…

lunes, 10 de junio de 2024

BIENAVENTURADOS LOS QUE BUSCAN LA PAZ

Todos sabemos por experiencia que la violencia es camino erróneo. Detrás de cualquier acto violento se esconde la tragedia, el peligro, la injusticia, el desequilibrio y la ruptura de la paz. Nada, aunque valga la pena, justifica la violencia. Y, precisamente, aquellos que se resisten a ella son los que viven en la paz. Y, por tanto, bienaventurados.

Bienaventurados porque son pacíficos, mansos y no buscan alzarse con violencia ante cualquier tentación que les incite a tomarla como defensa propia. Su escudo es Dios y en Él conviven en el esfuerzo diario de la mansedumbre y misericordia. Son pobres de espíritu y abrazan el deseo de compartir lo que son y tienen.  Viven en la esperanza de alcanzar la Gloria del Reino prometido al sentirse hijos, rescatados por los méritos del Hijo de Dios, nuestro Señor Jesús.

Saben y esperan que el final de esta vida es el comienzo de la verdadera y eterna. Y, por eso y para eso, su guía es la Palabra de Dios que les orienta su camino y le lleva a un encuentro gozoso de plenitud y eternidad con el Padre.

domingo, 9 de junio de 2024

UNIDOS POR EL VÍNCULO DEL AMOR

Un día te paras, te relajas, te pones en presencia del Señor y observar que las diferencias vienen más por tus propias convicciones y ficciones que de la propia realidad. El mundo se divide porque el hombre imagina cosas que corresponden más a la ficción que a la realidad. Dios, no lo quiso ni pensó así, y sembró en el hombre la semilla del amor. Un amor que sabe distinguir el bien del mal, y que busca la felicidad de todos. Pero, también dio libertad a esa semilla de amor para que eligiera que frutos quería dar: buenos o malos.

Y en nuestra conciencia se dirime el conflicto del bien y del mal. Adán se dio cuenta de que estaba desnudo cuando infringió la orden de Dios y comió el fruto del árbol prohibido. A nosotros nos pasa lo mismo, nos damos cuenta de que hemos actuado mal cuando hacemos lo contrario a nuestra conciencia y dejamos que los frutos de nuestra siembra de amor sean malos. Es decir, nos damos cuenta de que también estamos desnudos, avergonzados, con remordimientos de pecados.

Y ante esta toma de conciencia experimentamos arrepentimiento y queremos salir de esa desnudez y revestirnos de la Gracia y Santidad que nos da la unión con el Señor y el Sacramento de la reconciliación. Y esa bien intencionada acción nos descubre de que estando en el Señor expulsamos al demonio de nuestro corazón.

Sería absurdo expulsar al demonio en nombre del demonio. Eso no tiene pies ni cabeza. Jesús lo deja muy claro: «¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir. Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá subsistir. Y si Satanás se ha alzado contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, pues ha llegado su fin».

De cualquier manera, quien nos hará fuerte y vencedores será la Fuerza y el Poder del Espíritu Santo. Él, que está en nosotros desde el instante de nuestro bautismo, será nuestro defensor. Y solo aquellos que le cierren las puertas de sus corazones quedarán a merced del poder del demonio. O dicho de otra forma, cargarán con su pecado y condenación para siempre.

Y es ese mismo Espíritu, de abrirle las puertas de nuestro corazón, quien nos alentará a sentirnos hermanados fraternalmente e injertados todos en Xto. Jesús. De tal manera que todos seremos hermanos en Xto. Jesús si cumplimos la Voluntad de Dios.

sábado, 8 de junio de 2024

BUSCAR Y HALLAR LA VOLUNTAD DE DIOS

En eso consiste nuestra vida y ese es realmente su verdadero sentido: «Buscar y hacer la Voluntad de Dios» Todo nuestro andar, buscar y hacer estará – al menos debe estar para el fiel creyente – en esforzarnos en vivir de acuerdo con la Voluntad de nuestro Padre Dios. Eso es lo que nos ha transmitido Jesús, desde niño hasta el último momento de su suspiro, en este mundo, desde la Cruz.

Y el pasaje del Evangelio de hoy nos narra ese episodio cuando sus padres, que lo creían perdido, lo encuentran en el Templo. Su respuesta, a la pregunta de su Madre fue clara, categórica y firme: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?».

Quizás esa debe ser también nuestra respuesta ahora en nuestro tiempo. Nuestra misión es dar a conocer la Casa de mi Padre. En otras palabras, se trata de anunciar que Jesús Vive y se ha quedado en el Sagrario para darse como alimento espiritual en la Eucaristía de cada día. Y es allí, en la Casa del Padre donde le encontramos en cada instante de nuestra vida y donde le abrimos nuestro corazón para que también habite en nosotros. Nos hacemos templos viviente de su Amor Misericordioso e Infinito.