jueves, 31 de agosto de 2017

TODO SE REDUCE A UN MOMENTO

Mt 24,42-51
Nos jugamos nuestra vida en un momento. Y no sabemos cuándo, ni dónde, ni tampoco cómo. Pero toda tu vida, tus obras, tus afanes, tus proyectos y tu gozo y alegría, te la juegas en un instante. Ese mismo instante que sucedió con el buen ladrón -Lc 23, 39-43-. Todo fue en un momento. Su corazón se encontró con el de Jesús y supo reconocer su condición pecadora y postrarse a los pies de Jesús y a su Misericordia. Hermoso y emocionante, porque salvó su vida en un instante.

Hoy, ayer, en su audiencia de los miércoles, nuestro Papa Francisco nos hablaba de ese primer encuentro con Jesús que cambia nuestra vida. Para Dimas, el buen ladrón, ese momento, instantes antes de su muerte, fue el primer y ultimo encuentro con Jesús en la tierra, para luego pasar toda su vida con Él en el gozo eterno del Cielo. 

También nosotros hemos tenido ese primer encuentro con Jesús, y debemos traerlo a nuestra memoria, como nos recordaba el Papa, para gozar de él y refrescarlo, avivando nuestro primer amor con el Señor y llenarlo de entusiasmo y esperanzas renovadas. Porque no sabemos ese instante y debemos tener nuestra libreta de ahorros bien llena de horas gastadas por y con amor. Porque esa es la moneda de cambio que se acepta en el cielo. No se puede pagar sino con amor, y a quien le falte amor lo pasará muy mal.

Por lo tanto, la vigilia es lo más importante que podemos hacer en nuestra vida. No relajarnos con las cosas de este mundo, que, aunque nos apetecen y son buenas, pueden convertirse en nuestra perdición cuando las deseamos como fuentes de nuestra felicidad. Porque, en ellas no está la felicidad, pues son caducas y efímeras. Pertenecen a este mundo y todo lo de aquí abajo se corrompe y desaparece. Vigilar es, pues, lo que se impone, y eso significa estar atento a vivir amando y perdonando, tal y como vivió Jesús en su paso por este mundo.

Y para ello le necesitamos. Necesitamos relacionarnos con Él, y hacerlo nuestro alimento espiritual. Para ello, la Iglesia, con nuestro Papa a la cabeza, directo sucesor de Pedro, en quien Jesús fundó su Iglesia, nos ofrece la posibilidad de, en cada Eucaristía, alimentarnos con su Cuerpo y Sangre para mantenernos atento a nuestro instante y estar directamente con Él.

miércoles, 30 de agosto de 2017

COHERENCIA NECESARIA

Mt 23,27-32
Vivir incoherentemente es vivir en la mentira y el engaño, y eso no es querido por nadie, ni tampoco por nuestro Señor Jesús, que nos previene de forma muy dura y con palabras que dejan muy claro como detesta esa forma de vida aparente y engañosa: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad!».

Ser sinceros, justos, honrados y mostrarse tal como se es, reconociendo nuestras propias debilidades y pecados, es la mejor señal de presentarse como cristiano. Porque, no se trata de ser un héroe, y menos de parecerlo, sino de reconocerse un hombre con naturaleza pecadora que, en el Señor, busca liberarse del pecado y transformarse en verdadero amor.

No se trata de parecer limpio, sino de entregar esa impureza de nuestra naturaleza al Señor para que Él la transforme y la convierta en una naturaleza limpia con su Gracia. Se trata de tomar la actitud del hijo pródigo, la de levantarse y reconocerse pecador, y de regresar a la Casa del Padre, sabiéndonos perdonados por su Infinita Misericordia.

Por eso, conscientes de sabernos pecadores,  y con dolor contrito y llenos de arrepentimientos, confesamos nuestras culpas y nos presentamos como pecadores, llenos de impurezas y confiados en el perdón del Señor para ser lavados y purificados por su Amor y Misericordia. Esperanzados en que Él ha venido a salvarnos, porque sabe de nuestros pecados. Por tanto, llenos de alegría y esperanza, y arrepentidos de nuestros pecados, nos postramos a sus pies en la confianza de recibir el perdón de todos nuestros pecados.

martes, 29 de agosto de 2017

JUAN PREPARA LA LLEGADA DE JESÚS

Mc 6,17-29
La vida de Juan el Bautista no tiene sentido sin Jesús. Toda su vida está pensada para preparar la llegada del Mesías. Desde el vientre de su madre, santa Isabel, Juan manifiesta la exultante alegría saltando ante la visita de María, la Madre de Jesús, a su madre. Ya, desde el vientre materno, proclama que ese que va a nacer es el Señor, el Mesías enviado.

Y toda su vida es un prepararse para la hora de la llegada del Mesías prometido. Proclama la libertad que nos hace libres para servir, no para servirnos. Proclama la liberación de todas nuestras esclavitudes que nos someten y nos hacen prisioneros de nuestras apetencias y apegos. Él, siendo encarcelado, siempre fue libre, y entregando su vida por la Verdad, alcanzó su plena libertad.

Juan dedicó toda su vida en relación con Jesús. Su misión de preparar el Reino de Dios con la venida del Mesías no fue buscar ningún antídoto para protegerse de las amenazas a las que era sometido, sino a compartir su propia pasión con la Pasión que Jesús iba a padecer voluntariamente como remisión y salvación de todos nuestros pecados. Y eso debe quedarnos muy claro en nuestro camino de seguimiento al Señor.

Proclamar su Palabra, no es ningún antídoto para vivir mejor o salvarnos de los peligros y amenazas, sino para ofrecernos a compartir con Él su Pasión y ser liberados y salvados de nuestros pecados. Juan fue, no sólo precursor de su venida, sino que también le precedió en la muerte, ofreciéndola martirial, como signo de fe y entrega a la misión para la que había sido designado.

Descubramos con verdadera fe y esperanza nuestra amistad con el Señor, y, a pesar de que la vida se nos presente llena de peligros y amenazas, sepamos que muriendo en, con y por Xto. Jesús, también con Él resucitaremos.

lunes, 28 de agosto de 2017

CUANDO INCUMPLES MATAS AL QUE SE FIJA EN TI

Mt 23,13-22

No sólo se trata de hacer de hacer el bien, sino de hacer tus obras bien. Porque, del testimonio de tus obras, así será tu ejemplo para los demás y las consecuencias que de él se derivaran para ser imitado en la verdad, justicia y amor. Es, pues, indispensable, no sólo hacer el bien, sino hacer todo tu obrar bien. 

«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y, cuando llega a serlo, le hacéis hijo de condenación el doble que vosotros!». 

Son palabras muy duras las que pronuncia Jesús en este Evangelio. Palabras que van dirigidas a todos aquellos que actúan de forma muy ligera e irresponsable. Qué sólo buscan sus intereses y beneficios y mirando a las cosas de este mundo sin importarle sus consecuencias ni el sufrimiento y engaños a los que someten a los demás. Sobre todo a los más desprotegidos, indefensos y pobres.

Son palabras que deben de servirnos y ayudarnos a reflexionar en nuestra forma de vivir y actuar. Son palabras que, si ayer nos preguntábamos quién era Jesús, hoy nos interpelamos para seguir sus consejos y tomar sus advertencias a fin de corregir el rumbo de nuestras vidas.

«¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: ‘Si uno jura por el Santuario, eso no es nada; mas si jura por el oro del Santuario, queda obligado!’ ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro, o el Santuario que hace sagrado el oro? Y también: ‘Si uno jura por el altar, eso no es nada; mas si jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado’. ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda? Quien jura, pues, por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él. Quien jura por el Santuario, jura por él y por Aquel que lo habita. Y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que está sentado en él».

Nos quedamos en la superficie, en lo material y en lo inmediato. Damos más importancia a lo externo, al contenido que a lo que lo contiene y lo hace sagrado y valioso. Porque, no es el valor de las cosas de aquí lo que realmente vale, sino la Gracia del Señor que lo santifica y nos lo ofrece para nuestro bien y provecho.Por lo tanto, alabemos y demos Gracias al Señor, que está sentado en el trono del Cielo.

domingo, 27 de agosto de 2017

HOY TE TOCA A TI RESPONDER

Mt 16,13-20
Leer el Evangelio de hoy es responder a la pregunta que te hace Jesús. Porque va dirigida a ti y espera tu respuesta. Le interesa, porque te busca y quiere salvarte. Eso depende de lo que Él represente para ti. Porque, solo si reconoces en Él al Hijo de Dios Vivo tendrás posibilidad de salvación. Porque Él es el único Camino, Verdad y Vida.

Dejemos un espacio en el vivir de cada día para ir dando respuesta a esa pregunta del Señor. Porque no se puede responder en un instante, ni como resultado de una serena y tranquila reflexión. La respuesta a Jesús es un proceso y camino que va madurando en la medida que vamos también caminando con Él. Nos es, para eso, fundamental conocerle, y eso implica escucharle y leer atentamente su Palabra cada día. Palabra que nos cuesta asumir y hacerla vida en nuestras vidas.

Pero llevaba tiempo con Jesús, y había experimentado su cercanía, su misericordia, su suavidad, pero también su energía y reproches. Pedro fue asumiendo y dándose cuenta de que Jesús era el Hijo de Dios, el Mesías enviado para salvar a los hombres de la esclavitud del pecado. Le había negado tres veces en publico, y desconfiado cunado iba sobre las aguas. Era claro que no había sido un buen discípulo y que le había fallado muchas veces.Sin embargo, supo ser paciente, humilde y aceptar la misericordia del Señor. Y eso le llenó de Gracia y de fortaleza, hasta ser inspirado por el Espíritu Santo para manifestar la Divinidad de Jesús y aceptarle como el Mesías esperado. 

También nosotros necesitamos ser pacientes y seguir el camino detrás del Señor. Seguir confiado y animado por su presencia. Él está entre nosotros y eso es lo que quizás el Señor quiere que descubramos. Su presencia entre nosotros para salvarnos de la esclavitud del pecado. Pongámonos en Manos del Espíritu Santo para que, abiertos a su Espíritu tomemos conciencia de que es Jesús, el Hijo de Dios, quien está entre nosotros.

sábado, 26 de agosto de 2017

DIOS FUENTE Y GUÍA DE NUESTRA VIDA

Mt 23,1-12
Hay muchas estrellas que dan brillo y que encienden la oscuridad alumbrando nuestro camino, pero ninguna sirve para darnos la luz suficiente que guíe nuestra vida y la alumbre plenamente. Sólo una Estrella es capaz de dar la Luz plena que el hombre necesita para ver con claridad y caminar hacia la libertad de la salvación. Sólo Dios es nuestro Padre y Guía.

Pablo nos pone en el verdadero camino al invitarnos a pensar: « ¿qué tienes que no lo hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿a qué gloriarte cual si no lo hubieras recibido?» (1Cor 4,7). Todo es de Dios, y todo lo hemos recibido de nuestro Padre Dios. Por lo tanto, pongámoslo al servicio de todos, porque para eso nuestro Padre Dios nos lo ha dado. De manera que, cuando tengamos conciencia de haber actuado correctamente, haremos bien en repetir: «Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer» (Lc 17,10).

Esa es la realidad de nuestra vida, y todo lo que sea aparentar humildad, disfrazarnos de siervos para ser alabados, ensalzados, llamados maestros y elevados a lugares notorios son actitudes hipócritas y falsas que no llevan sino a la mentira y el engaño. Por eso, Jesús nos dice hoy en el Evangelio: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame “Rabbí”»

Descubre todas esas malas y segundas intenciones de aquellos que aparentan y mienten. Sus palabras no se corresponden con lo que dicen ni con lo que hacen. Y nos invita a ser de otra forma: «Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “Rabbí”, porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie “Padre” vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar “Guías”, porque uno solo es vuestro Guía: el Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado». Creo que sobran comentarios. Todo queda tan claro que sólo hay que reflexionar sobre lo que nos dice Jesús, verdadero Señor y Maestro.

viernes, 25 de agosto de 2017

DIOS POR ENCIMA DE TODO

Mt 22,34-40
Amar a Dios supone amar al prójimo, porque la única forma de abrazarle es abrazar al prójimo. Sería absurdo adorar a Dios y dejar de lado al que está a tu lado. Debemos tomar conciencia que cualquier cosa que hagamos en bien de los demás es abrazar al Señor. Porque, otros abrazos no entiende el Señor ni tampoco los recibe. 

Nuestro amor a Dios está muy ligado a nuestro amor a los hombres y mujeres de este mundo. Incluso, de manera especial, a nuestros enemigos. Eso está muy claro, así lo expresó Jesús a aquel fariseo que quiso sorprenderle: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?». Él le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas».

Pocas palabras, pero muy profundas y muy claras. Y en ellas está contenida toda la Ley y los Profetas, tal y como termina diciendo Jesús. Es decir, que todo, completamente todo, va dirigido a amar y perdonar. Esa debe ser tu medida y también la mía. Si experimentas que no amas ni perdonas, reza y pide que el Espíritu de Dios transforme tu corazón. Porque, de nada nos valen las prácticas, oraciones, rosarios, Eucaristías, sacrificios, renuncias, entregas y obras, y todo lo que quieras añadir, si no amamos y perdonamos.

Todo eso debe ayudarnos a ser cada día un poco más amoroso y misericordioso. Hoy, nos ayuda mucho a entender estas Palabras del Evangelio esa lectura, en la misa de hoy, Rut 1, 1. 3-6. 14b-16.22, donde vemos como Rut renuncia a todo por seguir a su suegra Noemí y a su Dios. Observamos como Rut une el amor a Dios y al prójimo. Tratemos de pedir luz y reflexionar sobre nuestra camino y actitud, porque el cristiano debe saber y conocer lo que Dios quiere, para luego aplicarlo en su Vida.

jueves, 24 de agosto de 2017

LOS APÓSOTOLES LE RECONOCIERON

Jn 1,45-51
Los apóstoles tenían su dificultad, y no era nada fácil reconocer a Jesús como el Mesías enviado. Un hombre como ellos, de Nazaret, una aldea insignificante, e hijo de José y María, una familia humilde y muy normal. Con esas señales y características cuesta mucho imaginarse al Mesías prometido en Jesús. ¿Cómo va a liberar a Israel? A ese Israel sometido al yugo del poderoso imperio romano.

Sin embargo, no fue así, y, al menos algunos le reconocieron como el Mesías enviados:  En aquel tiempo, Felipe se encontró con Natanael y le dijo: «Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret».  Felipe se dio cuenta y al encontrarse con Natanael se lo dice. Sin embargo, Natanael no queda muy convencido y comenta: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?». Le dice Felipe: «Ven y lo verás».

Somos nosotros también capaces de insinuar a otros que se acerquen a Jesús y le conozcan. Ese ven y lo veraz de Felipe nos interpela también a nosotros a hacer otro tanto lo mismo. Sin embargo, somos consciente que antes, en el invitado a conocer a Jesús, debe haber algún interés, alguna actitud y movimiento de búsqueda, porque, si no, la indiferencia y negación es la respuesta recibida.

En aquel caso, Natanael respondió a la invitación de Felipe y se puso en camino. ¿Qué ocurrió? Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Posiblemente, Natanael tenía su corazón limpio de mentiras. Era un hombre sincero y así lo describe Jesús. Un hombre que busca la verdad y quien busca encuentra. Quizás nosotros también estamos tendidos bajo nuestra higuera particular, y debemos movernos, levantarnos y buscar al Señor. Él nos descubrirá lo más profundo de nuestro corazón y nos ayudará a limpiarlo y a mirar con ojos de verdad y justicia.

miércoles, 23 de agosto de 2017

LA JUSTICIA DE DIOS

Mt 20,1-16
Pensemos que nosotros estamos condenados, pues creados para ser eternamente felices, por el pecado original, hemos rechazado esa felicidad regalada y condenados a la muerte. Sin embargo, la Misericordia de Dios nos ha rescatado por los méritos de su Hijo, enviado voluntariamente a dar su Vida para darnos a nosotros la posibilidad de salvarnos y vivir eternamente.

En el Evangelio de hoy se nos dice claramente, y como Dios trata con cada uno de nosotros un rescate que está garantizado, pues su Palabra es Palabra de Vida Eterna. Sin embargo, apreciamos que su Misericordia es tan grande que está por encima de la justicia, y que llamando a unos más tarde que a otros, les restribuye con el mismo salario. 

Realmente, eso no lo comprendemos ni nos corresponde. El Señor puede hacer lo que quiere, sabiendo siempre que hace lo bueno y lo justo. El Señor nos ha dado a cada un de nosotros unos talentos a negociar, y nos pedirá cuenta según los talentos entregados. Nuestra justicia está limitada por nuestra razón, pero la Justicia Divina nos sobrepasa.

Pronto entendemos que no podemos desear lo malo, porque otro sea bueno. El origen de la envidia se gesta ahí, en ese espacio de nuestra mente que aplica la justicia mirando al otro, pero la suaviza cuando se mira a sí mismo. No podemos pensar mal cuando Dios quiere ser bueno con otros, o recompensarle de la misma forma que lo ajustado conmigo.

 Porque, mi salario ya me era conocido, luego, ¿por qué me tiene a mí que parecer mal que al otro le den lo mismo que a mí? ¿No he recibido yo lo pactado? Y eso es algo que suele ocurrirnos dentro de nosotros mismos, medimos por nuestra mente y por nuestros pecados, y olvidamos cuanto no perdona el Señor. ¿Acaso merecemos nosotros el perdón que Dios nos da?

martes, 22 de agosto de 2017

LA CEGUERA DE LAS RIQUEZAS

Mt 19,23-30
El hombre persigue las riquezas. Riquezas de muchas clases y con muchos nombres. Riquezas de títulos, de victorias, de fama, de honores, de suficiencia, de poder, de fortaleza, de sabiduría, y de tantas cosas como afanes y ambiciones tenga el hombre. Y, lo peor, es que no podemos escapar a esas tentaciones, pues como muy bien dice la canción, todos queremos más.

No cabe duda que en el fondo de todo eso está el motor de la felicidad. El hombre ha sido creado para ser feliz, y no descansa hasta conseguirlo. Lo terrible es que no sabe cómo, y cuando cree saberlo se equivoca, porque en las cosas de este mundo, antes mencionadas, no se encuentra. Todo lo de aquí abajo es caduco, y lo caduco no te hace feliz. Porque una felicidad que se acabe no es completa, ni tampoco felicidad. Ser feliz lleva implícito la eternidad. Si el algún momento dejas de ser feliz, no eres feliz.

La meta del hombre es la plenitud. Es decir, una felicidad plena y eterna. Y eso sólo se encuentra en Dios. Él es la plenitud infinita. Y te la ha ofrecido a ti y a mí. Dependerá de nosotros, ahora, tomarla. Porque, esa decisión exigirá desprendimiento y dirigir todas tus riquezas al bien de todos. No te dice el Señor que dejes tus riquezas, sino que las pongas al servicio de los demás. Todo en función de buscar el bien, la verdad y la justicia.

Ser desprendido es poner tu vida al servicio del bien. No buscar las riquezas, y menos de forma ilícita, sino, si vienen, saber que debes ponerlas al bien de los que más la necesitan. No para aprovecharse y para vivir de forma parásita, sino para establecer cauces contra las injusticias y miserias. Y es que se es rico sin tener cuando tu vida está enfocada al juego pensando en conseguir esos grandes premios que solucionen tu vida. La pregunta, ¿es qué el dinero soluciona tu vida? 

Quizás lo creas así, y, aparentemente, ciego por el poder del dinero, creas que con él todo está arreglado, pero, pronto descubres que lo caduco termina y nada arregla.

lunes, 21 de agosto de 2017

NO SE TRATA DE UNAS NORMAS Y BASTA


Mt 19,16-2
Normalmente, cuando se trata de alcanzar algo se establecen unas normas o condiciones, que de no cumplirlas, difícilmente se podrá alcanzar. Así, los deportistas se proponen un plan para cumplirlo y alcanzar la plena forma. Otros, se ejercitan en el esfuerzo de estudios, sacrificios o trabajos para alcanzar ese ideal que se han trazado, pero no ocurre así con la meta de la Vida Eterna.

Porque, el cumplimiento de los diez mandamientos no son unas normas, ni tampoco un mínimo que hay que cumplir y ya está. Se trata de unas actitudes y camino de perfección. Nunca podremos considerar que hemos llegado al pleno cumplimiento. Siempre hay más. Más entrega, más servicio, más caridad y, sobre todo, más amor. Así nos ama Jesús, y así, en esa actitud debemos amar nosotros.

Religión no son prácticas, normas, oraciones, novenas, misas, trabajo y cumplimientos. Religión es vida. Vida vivida en la verdad, justicia y amor. Vida según el estilo de Jesús. No es, por tanto, una doctrina, ni una idea, ni una ideología, ni prácticas o normas. Religión es el estilo de Vida de nuestro Señor Jesús, y seguirlo en ese mismo estilo es lo que nos hace verdaderos cristianos y seguidores. 

Es verdad que todo lo demás se hace muy necesario. Porque, sin oración, sin Eucaristías, sin prácticas y esfuerzo perseverante y constante, difícilmente podemos seguir al Señor. Pero, la esencia de nuestro ser cristiano y de nuestra fe es vivir en Él. Por lo tanto, posiblemente muchos nos podemos identificar con ese joven rico, que confunde los mandamientos con un mero cumplimiento y un mínimo que él ya da por cumplido.

Jesús le exhorta a dejarlo todo y a poner el énfasis de nuestra vida en Él. Ponerlo en el primer plano de nuestra vida y tratar de esforzarnos cada día por ser mejores y parecidos a Él.

domingo, 20 de agosto de 2017

TÚ, SEÑOR, SIEMPRE TIENES LA RAZÓN

Mt 15,21-28
En muchos momentos pensamos que el Señor se ha ido, o no nos hace caso. O se hace el sordo como en este caso con la mujer cananea. ¿No te ha ocurrido a ti? Y no viene a la cabeza que Dios no está pendiente de nosotros. O peor, nos debilitamos y perdemos la fe. Pedimos, pero sin mucha confianza. Más para que no nos puedan acusar de no pedir, que por fe.

En el Evangelio de hoy ocurre todo lo contrario. Aquella mujer cree que Jesús puede curar a su hija, y va detrás de El sin renunciar a que le pueda oír. Sin embargo, no parece que Jesús le escuche, y hasta los propios discípulos le llaman la atención hacia esa mujer que grita detrás de ellos. Pero Jesús responde que sólo ha venido para los hijos de Israel. Da la sensación que Jesús busca algo. Y realmente acierta.

Aquella mujer insiste y responde dándole la razón a Jesús. Es verdad que ella no pertenece al pueblo de Israel, pero hasta los perros comen las migajas que caen de las mesas de sus amos. Y ella, considerada como una pagana, también pide clemencia y atención de su Creador. Su fe es asombrosa, y Jesús no puede sino exaltar la grandeza de su fe y complacerla.

También a ti y a mí nos complace el Señor. Porque, después de su Resurrección envía a sus apóstoles a proclamar la Buena Noticia de salvación a todos los hombres sin distinción. Y ahí estás tú, y también yo. Nosotros también alcanzamos la Misericordia de Dios. Una Misericordia que el Señor nos regala y que nos libera de todos nuestros pecados e inmundicias dándonos la Salvación y la Vida Eterna.

Hagamos una serena reflexión y tratemos de acrecentar nuestra fe. No por nuestra cuenta, que no podemos, sino esforzándonos en abandonarnos en sus Manos y dejando que el Espíritu de Dios nos modele y nos transforme a su Voluntad, y no a la nuestra.

sábado, 19 de agosto de 2017

LIMPIEZA DE CORAZÓN

Mt 19,13-15
El corazón, aunque tocado y herido, nace limpio, lleno de inocencia y de buenas intenciones. Y, más todavía cuando es purificado y limpio de toda maldad con el Bautismo. El corazón de un niño es puro, inocente y limpio. Un corazón obediente, humilde y fiel.

¿Qué ocurre luego para que se contamine? En el camino y en la medida de su crecimiento, ese corazón, joven, puro y limpio, va endureciéndose y cambiando su pureza por impureza. La atmósfera viciada de tanta tentación y pecados, se contamina de egoísmos, y, en un mundo sembrado de malas hierbas por el Príncipe del mundo, valga la redundancia, nace la cosecha de la soberbia, de la envidia, de la vanidad, del poder y afán por las riquezas. Eso predispone a buscar los primeros puestos y excluir a los más débiles y marginarlos de la sociedad.

De esa forma, esos corazones contaminados quedan sometidos y esclavizados a los caprichos del mundo, siendo alejados de la Voluntad de Dios. Se hace necesario injertarlo en la Vida de la Gracia, para que sean liberados y purificados, transformándose en corazones puros y limpios y, por la Gracia del Sacramento de la Penitencia, regresados a la santificación y Gracia del Bautismo. Y, así, liberarlos de esa atracción humana de nuestra naturaleza herida y tocada por el pecado.

Ese camino de retorno o liberación consiste en la vuelta a la purificación. Es decir, volver a ser como niños, que significa recuperar el primer amor, la pureza, la obediencia, la humildad y la sencillez de un corazón inocente y bien intencionado. Un corazón joven, sin segundas intenciones, veraz y justo. Libre y abierto a la acción del Espíritu Santo. 

Un corazón confiado, entregado y firme. Un corazón disponible al servicio por amor, y fiel al compromiso de fe contraído en el sacramento del Bautismo. Un corazón de niño obediente a su Padre del Cielo, en el que pone todas sus esperanzas y a quien se confía plenamente.

viernes, 18 de agosto de 2017

HABLAMOS DE PALABRA

Mt 19,3-12
La palabra ha sido siempre un acto de compromiso y de cumplimiento. Nos orgullecemos de nuestros antepasados cuando decimos que sus palabras dadas eran ley, y no necesitaban ser escrita para sostenerse siempre en la verdad y compromiso. Y hoy también, le damos mucha importancia a la palabra, aunque no parece cumplirse como antes. De cualquier forma, se mide la seriedad de una persona por el cumplimiento de su palabra.

Pero, no parece así cuando entran en juego otros intereses hedonistas, placenteros o de otra índole. La palabra dada en el compromiso matrimonial se incumple y se tira por la borda. Sin embargo, seguimos manteniendo nuestras palabras ante los demás y hasta políticamente. ¿Qué confianza puede dar aquella persona que rompe su palabra ante su mujer o marido, la Iglesia y ante sus invitados? ¿Acaso merece confianza de creerle?

Y, a la vuelta de la esquina seguimos hablando de palabras y compromisos. Y asegurando que yo digo esto, que yo cumplo lo otro, que mi palabra... Fanfarronadas, mentiras, incoherencias, ninguna seriedad y nada de credibilidad para que después ocupen un puesto de responsabilidad en la sociedad. Ese es el panorama que nos deja ver el mundo en que vivimos. Y sin embargo no pasa nada. Bueno, si pasa, porque sólo tenemos que echar un vistazo al mundo que nos rodea para ver como está.

Hoy Jesús pone el punto en la llaga y establece la indisolubilidad del matrimonio: «Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer -no por fornicación- y se case con otra, comete adulterio». 

No cabe ninguna duda que la sociedad se fundamente en la unidad familiar. Y es en ella donde se forjan los  verdaderos hombres, que respetan las leyes apoyadas en la Ley Natural, en los derechos humanos y la justicia, verdad y paz. Y se esfuerzan en darle cumplimiento siendo ejemplos para la comunidad. Es así como se forjan los pueblos cuyas células son las familias.

jueves, 17 de agosto de 2017

SIEMPRE QUE ESTÉS DISPUESTO ALCANZARÁS EL PERDÓN

Mt 18,21—19,1
No hay límite, el perdón siempre es ofrecido. Siempre y cuando el que lo pida tenga actitud y deseos de arrepentimiento y esté dispuesto a aceptarlo con verdadera y sana intención. Eso sí, se necesitará mucha paciencia por parte del que lo ofrece y lo da. Y esa paciencia hay que pedirla al Espíritu Santo, para que nos llene de ella y nos dé la fortaleza de poder soportar las ofensas y, también, de perdonarlas.

¿No nos perdona nuestro Padre Dios de la misma forma? ¿Acaso se cansa de perdonarnos? Su Paciencia es infinita y su Misericordia también. Y nosotros, sustentados y apoyados en Él, podemos imitarle y perdonar con perseverante paciencia. No hay otra alternativa, porque si queremos parecernos e imitarle, el perdón nos es necesario. Además, en la oración por excelencia que el Señor nos enseñó, el perdón está muy destacado y nos lo señala como la puerta de entrada al Cielo.

Porque, en la medida que perdones, así serás tú también perdonado. Por lo tanto, no sólo se trata de soportar y tener paciencia, sino de que sólo perdonando puedes alcanzar la Misericordia de Dios. Y ya sabemos lo que nos cuesta perdonar a esas personas que, su sola presencia nos desestabiliza y nos incordia. Experimentamos que, por nosotros mismos, no podemos perdonar. Nuestra naturaleza humana, limitada y pecadora, no resiste esos embates de soberbia que guarda en lo más profundo de su ser, herida por el pecado. ¡No, realmente no podemos!

Necesitamos la Gracia y la fuerza del Espíritu Santo, para que asistido por Él reunir las fuerzas necesarias para convertir nuestro corazón de piedra y suavizarlo, apaciguarlo, llenarlo de paciencia y avenirnos a perdonar. Pero, perdonar, no por interés, no por imposición, no por alcanzar otros favores... Perdonar por amor. Y eso no significa que experimente o sienta en mi alma el perdón, sino porque Dios me perdona a mí también y yo tengo que hacer lo mismo.

Luego, igual que la fe, tengo que pedir al Señor que me dé ese don de saber y poder amar en la misma sintonía y frecuencia que Él me ama a mí.

miércoles, 16 de agosto de 2017

LA ACTITUD DE REPRENDER

Mt 18,15-20
Los tiempos han cambiado. Antes, en mi juventud se imponía la reprimenda, y las personas mayores reprendían a los jóvenes, incluso en la vía pública, y estos obedecían o, al menos, asumían y aceptaban avergonzados la reprimenda. Y se temía o respetaba a la autoridad. Incluso, a la autoridad de los mayores, es decir, a la edad.

Ahora, todo es diferente. Hasta en el colegio se le responde al maestro y no se le atiende con respecto a sus consejos. Todo está bañado por el relativismo, y cada uno pone sobre la mesa su aparente verdad, que a veces son mal intencionadas actitudes, que esconden segundas intenciones buscando un hedonismo fácil y engañoso. En esas circunstancias se hace difícil corregir y reprender. Hay una agresividad en el ambiente que amenaza con violentar el diálogo y dar por respuesta una negativa irrevocable.

Sin embargo, el cristiano comprometido debe buscar siempre la oportunidad de corregir, de acompañar, de comprender y poner sobre la mesa los valores naturales que nace de la Ley Natural y de la ética moral siempre con referencia a la Voluntad de Dios. Voluntad de Dios que se sintetiza en dos palabras: Amar y perdonar. Y quien ama busca el bien del otro, por lo tanto se preocupa de su error y trata de encauzarlo. Sin embargo, para ello necesita ser escuchado.

Y es eso lo que te dice hoy Jesús en el Evangelio: « Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano». 

Diría que, si al final no obtienes respuesta afirmativa, mantente firme y espera con los brazos abiertos a que reacciones y se avenga a razones. Si no ocurre así, sólo nos queda rezar y esperar. El perdón siempre será una posibilidad que está abierta al que se arrepienta y responda a la corrección. Y nosotros, perdonados por Jesús, debemos también ayudar a que otros se acerquen al perdón del Señor.

martes, 15 de agosto de 2017

UN ENCUENTRO LLENO DE PRODIGIOS

Lc 1,39-56
Este hermoso encuentro, lleno de significados, maravillas y esperanza, no se puede producir si no es por la acción del Espíritu Santo. Porque, ni Isabel sabía nada, ni María tampoco respecto a la gestación de Isabel. Todo ha sido preparado por Dios para su Gloria y grandeza, como cantará luego María.

Nos llena, también a nosotros, de esperanza, el contemplar y conocer ese prodigio de encuentro donde, por un lado, Isabel, llena de Espíritu Santo experimenta el salto de gozo del niño que gesta en su vientre, y exclama con gran voz y firmeza: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!». 

Ahora, ¿quién le dijo e informó a Isabel de todo lo acontecido a María respecto a lo que le había dicho el Señor? Las distancias eran notables; no había teléfono ni móvil ni ordenador, ni siquiera correo. Lo anunciado a María fue sólo en su presencia. No había testigos. ¿Qué pudo ocurrir para que Isabel supiera lo anunciado a María? Y, nuestra oscuridad es tan grande que seguimos buscando pruebas para abrir nuestro corazón al Señor.

Este relato bíblico de la visita de María a Isabel descubre y revela la grandeza del Señor, que nos muestra su Poder y la manifestación de la promesa hecha al pueblo de Israel. Y la hermosa respuesta de María, al verse elegida y reafirmada en el saludo de Isabel. Y responde con ese hermoso canto del Magnificat:«Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza...

Hoy celebramos la Asunción de María a los cielos, porque María, la Madre de Dios, no podía sino ser llevada a la presencia de su Hijo.  Ella, que fue la puerta de la entrada de su Hijo en este mundo, también le fue abierta la puerta del Cielo para que llegase directamente, por su Hijo, a la Gloria de Dios.

lunes, 14 de agosto de 2017

EJEMPLO Y CONVIVENCIA

Mt 17,22-27
Podríamos encajar en el contexto de un día de convivencia y compartir este pasaje que nos narra hoy el Evangelio de Mateo. Se destaca una preocupación del Señor por confesar a sus discípulos lo que le va a ocurrir en Jerusalén. «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le matarán, y al tercer día resucitará». Y se entristecieron mucho. 

Es una confesión íntima, pues tú no compartes con cualquiera tus preocupaciones. Quiere, el Señor, que sus más íntimos sepan que le va a pasar y les confiesa su Muerte y Resurrección al tercer día. Supongo, por lo que dice luego el Evangelio, que los discípulo no hacen mucho caso, o no entiende lo que les dice respecto a su Resurrección. Y lo pienso porque, comunicada la Muerte y Resurrección, ellos, sus discípulos, se entristecen mucho.

Entiendo que la tristeza haga acto de presencia cuando se confiesa una Pasión trágica y de condena. Una Pasión de sufrimiento que lleva a la Muerte en la Cruz, pero que debe de llenar de alegría y esperanza al oír la palabra Resurrección. Porque eso descubre el Poder y la Gloria del Padre Dios que lo ha enviado, y que para su Gloria será Resucitado. Comprendo que hay que pasar un mal y difícil trago, pero la esperanza borra toda sombra de derrota y de tristeza.

Igual nos ocurre a nosotros cuando nos enfrentamos a nuestra singular y propia pasión. Es nuestra particular cruz de nuestra vida, consecuencia de nuestros pecados, pero que vivimos y aceptamos con alegría y esperanza, porque detrás está la promesa de la Resurrección por los méritos del Señor. Y eso debe llenarnos de esperanza y fortaleza y de contrarrestar nuestras tristezas y debilidades. Pues, sabemos que el Señor es Justo y Misericordioso y nos propone no escandalizar y cumplir con todas las leyes  y tributos civiles, que tienen que ver con la solidaridad y el bien del pueblo.

domingo, 13 de agosto de 2017

UNA CONSTANTE AMENAZA

La vida camina amenazada. Cada día es una nueva ocasión para hacer el bien, pero, también, para hacer el mal o para caer en la trampa del pecado. Vivimos en constante amenaza y, repentinamente y al instante se levanta una tempestad o se desata un fuerte viento huracanado. Y nuestra vida, desorientada, cambia de rumbo y de dirección.

Por eso, tenemos que estar bien centrados en Aquel que es capaz de caminar sobre las aguas, someter los vientos y las bravas y gigantes olas del mar. Quedarnos afuera, a merced del mar de la vida, y sólo antes las tempestades que el camino de nuestra vida nos presenta, es quedarnos a merced del demonio que nos somete y nos pierde.

Jesús camina sobre las aguas para demostrarnos su Poder sobre el mundo. Asidos a Él nada nos puede dañar ni hundir. Pero, si como Pedro, desviamos nuestra mirada en Él y nos quedamos anclados en las cosas de este mundo, sucumbimos a sus tempestades y nos hundimos. Siempre tenemos el recurso de rogar al Señor por nuestra salvación. Ha venido para eso, y su bendita Mano siempre está tendida para asirnos y salvarnos.

Pero, también, tenemos que estar protegidos y cobijados en la barca de la Iglesia. Unidos y confiados al Señor, que a pesar de las tempestades de este mundo, sobrevive y se sostiene siempre centrada y dirigida por el Espíritu Santo, promesa del Señor a su Iglesia. 

Tengamos claro ese criterio. Jesús no es ningún fantasma ni un sueño o intuición. Jesús, el Señor, es el Hijo de Dios, de carne y hueso con Naturaleza humana, que bajado del Cielo y enviado por su Padre, ha venido a dirigir la barca de nuestra vida y a fortalecernos para sostenernos a flote y vencer todas las tempestades que este mundo nos presenta. Tengamos plena confianza en Él y, respondiendo a su llamada, caminemos sobre las aguas en la seguridad que, en las noches oscuras de nuestras propias tempestades, tendremos su Mano tendida para asirnos y salvarnos.

sábado, 12 de agosto de 2017

HOMBRES DE POCA FE

Mt 17,14-20
Desdibujados y emborronados por el pecado quedamos sometidos a la oscuridad. Y en la oscuridad nos perdemos debilitándose y diluyéndose nuestra fe. Necesitamos afianzar nuestra fe y apoyarla en Ti, Señor. Porque, Tú, Señor mío, eres la Roca en la que mi fe se sostiene y afirma.

Nos has enviado, Señor, a evangelizar y bautizar, y lo has hecho dándonos tu mismo poder, pero nosotros no te hemos correspondido, fracasando en la misión que nos has encomendado. ¡Que débil y que poca fe tenemos, Señor! ¿Cómo podemos aumentarla, Señor? ¿Acaso depende de nosotros? Aumentanos la fe, Señor.

Tú nos dices hoy en el Evangelio, Señor: «Porque yo os aseguro: si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: “Desplázate de aquí allá”, y se desplazará, y nada os será imposible». Posiblemente, nuestra fe no llega a un grano de mostaza. Igual que los apóstoles no pudieron expulsar aquel demonio, a nosotros nos ocurre lo mismo. Y es que cuando vemos a alguien que nos puede transmitir la fe, enseguida reaccionamos señalando el punto flaco o débil de aquella persona. Exigimos, no testimonios, sino perfección, sin darnos cuenta que somos pecadores y llevamos un tesoro en vasijas de barro.

Nos experimentamos incapaces, como los apóstoles, de hacer las cosas que Tú haces, sabiendo incluso que nos lo has prometido. Pero, no queremos desesperar, sino todo lo contrario, confiar y descansar en Ti, en la esperanza paciente de que tu Gracia nos llene y aumente nuestra paupérrima fe. En esa confianza y esperanza caminamos al ritmo de tus pasos, Señor.

viernes, 11 de agosto de 2017

ES EL AMOR EL QUE NOS HACE SUFRIR

Mt 16,24-28
No se puede entender el amor sin sacrificios y renuncias. Porque, ¿qué es si no el amor? Un amor que no se sacrifique y que no renuncie no es amor. Porque, amar es buscar el bien del otro, y eso lleva implícito sacrificarte y renunciarte. Está muy visible en el amor de los padres respecto a sus hijos. Y cuando se excluye ese sacrificio o renuncia, se cae en un amor egoísta.

No puedes amarte a ti mismo, pues eso te llevaría a una satisfacción propia y egoísta, y excluye a los demás, que sólo te interesan en la medida de que te puedan servir. El amor lleva en su propia esencia el darte y buscar el bien del otro, y eso exige dolor, renuncia y sacrificio. Exige darte y entregarte; exige negación, tomar su propia cruz y seguir a Jesús.

Es el amor lo primero, y, por amor, luego viene la entrega, la renuncia y el sacrificio. Cuando te sacrificas primero, sin haber una llamada por amor, es un servicio, que no pasa de ahí, y no tiene valor. El sufrimiento no tiene valor en sí mismo, porque a nadie le gusta sufrir. Ni tampoco es bueno sufrir. Sólo se sufre por amor. Jesús no vino a sufrir por sufrir. No es un estoico ni le gusta ni manda el sufrimiento. Se sufre y se renuncia por amor. Esa es la clave. Jesús nos salva entregando su Vida por amor, no por el gusto de sufrir. Porque el hombre no ha sido creado para sufrir.

Cuando ayudamos a alguien, hay que ver primero en él al Señor, y por amor al Señor y al hermano, donde está el Señor, nos entregamos al servicio, a la renuncia o al sacrificio. Esa actitud nos ayudará a estar disponible y a superar todas nuestras desganas y tedios para entregarnos a la ayuda y al servicio al prójimo. De está forma, aunque para el mundo está perdiendo el tiempo, para Dios estás ganando la Vida Eterna, que es la primera, la única y la verdadera.

Los sufrimientos no son enviados por Dios. Dios no es sacrificio, sino Amor. Tener eso muy claro nos ayudará a tener claro que camino elegir. Luego, ¿por qué ocurren tragedias, guerras y... en este mundo? Sabemos que el hombre es el culpable y el que las genera. Pues, antes del pecado no era así. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?

jueves, 10 de agosto de 2017

MORIR PARA DAR FRUTOS

(Jn 12,24-26)
La semilla que no muere no da frutos. Dar frutos exige morir, para transformarte en vida y savia para alimentar esos frutos que otros necesitan. Morir es amar. O dicho de otra manera, el amor es la capacidad de entregarte y darte, hasta el extremo de poner y perder tu vida por salvar la del otro. Todos comprendemos que eso es así, y es en la familia donde experimentamos a lo que están dispuestos nuestros padres por salvarnos la vida.

En este contexto podemos entender y explicar nuestros sufrimientos, y también los de otros. Esta vida es un camino de cruz, y eso debe tener un significado claro, porque, de no tenerlo, las dudas y las tribulaciones nos harán perder el rumbo y el camino de nuestra meta. Debe estar claro, porque de esa manera estaremos en disponibilidad de aceptar y soportar los avatares de la vida. No sólo en la nuestra, sino también en la de los demás.

Es de sentido común que nunca entenderemos el sufrimiento, y que nadie quiere sufrir. Jesús, el Señor, no ha venido para hacernos sufrir, sino todo lo contrario. Para salvarnos, pero, antes tendremos que darle sentido a ese sufrimiento, causados por nuestros propios pecados. Él también, sin ninguna culpa, los sufrió, y los aceptó para merecer nosotros nuestra salvación y Misericordia de Dio. Por su Pasión y Muerte estamos salvados, y lo descubre y lo canta la Gloria de su Resurrección.

De la misma forma, el Padre, por la Gracia y méritos del Hijo, nos resucitará a nosotros también. Pero, antes hay que morir como la semilla para dar frutos. Eso frutos que se desprenden de nuestra entrega, de nuestros sacrificios, de nuestros esfuerzos, de nuestra misericordia, de nuestro soportar las inclemencias de aquellos que no entienden de amor, sino de egoísmos, y destruyen, explotan, esclavizan y matan para, equivocadamente, conservar sus vidas y, erróneamente, perderlas.

miércoles, 9 de agosto de 2017

PREPARADOS PARA LA HORA

Mt 25, 1-13
El momento final no se sabe. Sabemos, eso sí, al menos lo creemos, que Jesús vendrá, pero, el día y la hora no lo sabemos. De la misma forma, tampoco sabemos el día ni la hora de nuestra muerte. Todo nos es desconocido, por lo tanto, sólo queda el estar preparado. Y es de eso de lo que nos habla el Evangelio de hoy, del día y de la hora y de estar preparado.

Jesús nos lo expone de forma magistral, comparándonos el Reino de los Cielos con la parábola de las diez doncellas. Queda meridianamente claro que hay que estar preparados, porque de no estarlo nos puede ocurrir lo de aquellas doncellas despistadas que se quedaron fuera por no llevar las alcuzas bien llenas de aceite para proveer a sus lámparas.

¿Nos puede ocurrir a nosotros lo mismo? Dependerá de tus cuidados, de tu perseverancia, de tu vigilia, de tu seguimiento y cercanía al Señor. Sabes que si no estás injertado en el Señor, el Maligno está al acecho para distraerte y hacer que te despiste o te olvides de tus obligaciones y obediencias. Porque, esa es nuestra tendencia, separarnos de los consejos y cuidados de nuestros padres. 

Cuando pequeños somos obedientes y creyentes de nuestros padres. Sabemos que quieren nuestro bien y nos lo procuran, pero, en cuanto no hacemos mayores, nuestro corazón se endurece y empiezan las dudas. Entonces nos fiamos a nosotros mismos y nos equivocamos. Porque, nuestra naturaleza humana es débil y pecadora, y pronto es víctima de sus propias debilidades y pecados.

Estemos siempre dispuestos y preparados, para, cuando llegue el novio tener nuestras lámparas bien dispuestas y encendidas.

martes, 8 de agosto de 2017

NUESTRA HUMANIDAD ES DÉBIL Y PECADORA

(Mt 14,22-36)
Nos vemos retratados en los apóstoles. Preguntarnos, ¿cómo es posible que aquellos hombres, los apóstoles, que estuvieron con Jesús tres años y presenciaron bastantes milagros y signos prodigiosos, entre ellos éste de Pedro sobre las aguas, pudieran dudar de Él más tarde? Porque, después de su muerte, regresaban a Emaús, Cleofás y su compañero. Tomás se mostró incrédulo y todos, a excepción de su Madre, algunas mujeres y Juan, permanecieron al pie de la Cruz.

Somos hombres con denominador común, pecadores, débiles y tentados por la desconfianza. Y, a pesar de tantos milagros y prodigios que ha hecho el Señor, nos resistimos a creer y confiar en Él. Corozaín y Betsaida, dos pueblos donde el Señor tuvo mucha presencia y proclamó su Palabra, con hechos y milagros, no le respondieron. Tampoco debe extrañarnos que ahora, en este momento de nuestra historia, esté pasando lo mismo.

Y aquellos apóstoles no se diferencia de nosotros, al menos respecto a la fe, en nada. Les cuesta creer, y eso que han visto muchas acciones prodigiosas del Señor. También a nosotros nos cuesta creer. Es, entonces, cuando entendemos que eso de que venga un resucitado a confirmarnos nuestra resurrección, tampoco resultaría. La fe no es una cosa espontánea, ni repentina, ni producto o resultado de un impacto o impresión grande. La fe es un proceso y camino, lento, despacio, profundo, sereno, que va gestándose y experimentándose en el día a día de tu relación y vivencia con el Señor.

Es un encuentro con Aquel que te va demostrando su Amor, y su Verdad. Es una experiencia con Alguien que te ama sin condiciones, que no te exige, sino te propone y que va dándote aquello que tú realmente quieres encontrar. La fe es el Tabor donde tú prescindes de todo, porque te encuentras tan bien que sólo anhelas y deseas estar con Jesús. Su presencia te colma de felicidad y gozo eterno.

Y es esa fe la que debe servirnos para levantarnos, una y mil veces, y cada vez que nos veamos hundiéndonos en las aguas pantanosas y bravas de este mundo.

lunes, 7 de agosto de 2017

ÉL NOS VE Y ESTÁ ENTRE NOSOTROS

(Mt 14,13-21)
No estamos muy seguros y fiamos nuestras acciones a nuestra razón y prudencia. No está mal, es lógico y de sentido común. Para algo se nos ha dado la cabeza y también el sentido de la prudencia. Y cuando tenemos un problema delante de nosotros, lo pasamos por nuestra razón y discernimos al respecto. Era lógico, pues, que los discípulos se plantearan mandar a la gente, congregada ante Jesús, a las aldeas más próximas en busca de alimentos. Ante tal situación no podían hacer otra cosa.

Sin embargo, Jesús rompe nuestra lógica y nos desafía a solucionar, nosotros, esos problemas que nos salen al paso: Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: «El lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida». Mas Jesús les dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer». Dícenle ellos: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces». Él dijo: «Traédmelos acá». 

¿Es que, a pesar de pensar y creer en su presencia, no terminamos de creernos que Jesús está presente entre nosotros y le importa nuestros problemas? Es bueno y necesario ser prudente, porque no tendría sentido creernos que el Señor es una caja mágica para solucionar nuestros problemas, pero, cuando los problemas son ineludibles y necesitan solución, que quizás no está a nuestro alcance, pensemos y creamos que el Señor está presente y actúa, si se lo pedimos con fe.

Supongo, así al menos quiero pensarlo, que Jesús quiere advertirno que con Él podemos superar muchos problemas a los que no le vemos salida, y, para los cuales nos vemos impotente de solucionar. Él es nuestro alimento y nuestra esperanza, y con Él podemos saciar el hambre y la sed de todos aquellos que buscan una esperanza de gozo, de felicidad y vida eterna. Es ese el verdadero alimento que importa y que nos alimenta eternamente.

domingo, 6 de agosto de 2017

UN TABOR NECESARIO

(Mt 17,1-9)
El camino se hace largo y duro. No puedes perder de vista que nos lleva a la cruz, pues es el mismo que el de nuestro Señor Jesús. Teniendo esto claro resistiremos y soportaremos mejor las tempestades, los vientos huracanados y las noches oscuras donde la niebla desdibuja nuestro horizonte. Pero, hace falta una parada e inyección de ánimo. Hace falta una luz fuerte e incandescente que nos alumbre y nos llene de esperanza. Hace falta un Tabor.

Y así lo entendió nuestro Señor. Seguramente vio a sus discípulos cansados, despistados e ignorantes. Por varias veces que les había hablado de su muerte y resurrección, ellos no se habían percatado ni enterado de nada. Era necesario un adelanto, un Tabor para que espabilaran y se dieran cuenta. Y así sucedió.

En aquel tiempo, Jesús toma consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con Él. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: «Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle». 

Un primer detalle que podemos observar es lo bien que se está con el Señor. Lo bien que lo pasaremos junto al Señor. Sólo leer lo que dice Pedro nos revela y descubre eso que percibimos. Nos olvidamos de nuestra propia presencia y hasta del tiempo, ante la majestuosidad y divinidad de nuestro Señor Jesús, significada con los personajes, Moisés - la Ley - y Elías - los profetas -. Es decir, el Antiguo Testamento y el Nuevo que representa el Señor. Realmente es el Mesías, que resucitará tras su muerte.

Y una segunda observación nos descubre esa voz que se oye, en la que el Padre nos presenta a su único y verdadero Hijo, el amado y predilecto, en el que se complace. Y nos manda escuchadle. Es decir, hacer su Voluntad, contemplar su Persona, imitarlo, poner en práctica sus consejos, tomar nuestra cruz y seguirle.

sábado, 5 de agosto de 2017

RAZONES PARA JUSTIFICARNOS

(Mt 14,1-12)
El auto engaño está presente en nosotros a lo largo de toda nuestra existencia. Cuando la realidad no se ajusta a mis planes, la distorsionamos y la acondicionamos de acuerdo con nuestras razones, ideas y proyectos. De esa manera, enterado Herodes de la fama de Jesús, argumentaba lo siguiente: «Ese es Juan el Bautista; él ha resucitado de entre los muertos, y por eso actúan en él fuerzas milagrosas». 

Y así trataba de justificar los rumores que se oían sobre las actuaciones de Jesús. Pero eso, ocurrido ya hace mucho tiempo, debe servirnos para interpelarnos hoy y preguntarnos también nosotros sobre lo que opinamos y decimos de Jesús. Porque, de la misma manera, Él está entre nosotros.

¿Acaso, para mí es también Jesús alguien resucitado, como Juan el Bautista, y por eso los poderes actúan en Él? ¿O es alguien inventado, todavía peor, o abstracto, en quien, en el mejor de los casos, creemos, pero nada más? ¿Esa creencia no nos mueve a nada, ni tampoco nos cuestiona nuestra vida? 

Esa supuesta y débil fe, pegada con alfileres no afecta para nada a mis propias ideas y vida. Y no lo hace si realmente me quedo instalado, pasivo y quieto, justificando mis razones y dejándome auto engañado ante la auténtica realidad de mi vida.

Quizás, estemos más en la honda de Herodías, la mujer de Filipo, hermano de Herodes, con la que vivía el rey, y a quien, Juan el Bautista, denunciaba y advertía que no le era lícito convivir maritalmente. Y por esta razón, Herodías deseaba quitárselo del medio. Si este hecho, acontecido hace siglos, no nos sirve sino como historia, sería fatal para nosotros. Porque, debe ser espejo donde mirarnos e interpelarnos y ver que puede esta ocurriendo también en nosotros.

Porque, podemos preguntarnos: ¿Queremos también nosotros quitarnos a Jesús del medio en muchas ocasiones, alegando y justificando razones que distorsionan nuestra auténtica realidad auto engañándonos? Quizás tenemos muchos vicios y apetencias que no queremos dejar y anteponemos a nuestra relación con Dios. Sería bueno no obviarlas ni descartarlas, sino saber que, por nuestra debilidad, están ahí. Son piedras y obstáculos que se levantan entre nosotros y Jesús. Noches oscuras y tinieblas, porque, sabiéndolo podemos, por la Gracia de Dios, vencerlas.

viernes, 4 de agosto de 2017

A TI QUE TE CONOZCO, ¿QUÉ ME VAS A DECIR?

(Mt 13,54-58)
La experiencia nos lo aclara y demuestra palpablemente. Hablarle a los tuyos y proclamarle el Reino de Dios es tiempo perdido en la mayoría de las veces. Claro que hay excepciones, pero lo más frecuente es que tu testimonio y tu palabra no surtan el efecto deseado. Tendrán siempre más presente tus fallos, errores y pecados, que tu palabra y tu testimonio.

Y no hablamos de opiniones o pareceres, sino de realidades. Se hace dificilísimo transmitir la fe dentro de la familia o en tus círculos de amigos o trabajo. Cuanto más te conocen, más mirarán tus defectos o fallos que tú palabra y testimonio. Y, como pecadores que somos, siempre tendrán la posibilidad de descubrir tu  propia debilidad y encontrar justificaciones a su resistencia.

Es lo que le sucedió a Jesús: « ¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?».

Valoramos más lo de afuera que lo de dentro. Basta que seas de la casa para que salgan los por qué y pongas todas las dificultades posibles. Más, si eres de afuera, tu tolerancia y permisividad está más abierta a la acogida. Por eso, Jesús dijo: «Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio». Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe.

Lamentablemente, ésta es la realidad. Así sucede y frecuentemente la proclamación a los más cercanos debe hacerse indirectamente y no de forma directa. Es decir, será siempre más eficaz que sean otros, los de afuera, que proclamen a los de dentro, porque los de dentro posiblemente serán rechazados.